24/02/09
Arrancamos el día con el desayuno en nuestro completo y barato hotel, el cual también cuenta con wifi (4,5 euros la hora). Lo bueno es que, al encontrarse inmerso en la zona histórica de la ciudad, no tenemos necesidad de realizar ningún viaje en transporte público, ni en el auto, que por el día descansará en el inmenso estacionamiento ubicado debajo de la fortezza fiera, a unas cuantas cuadras de nuestro alojamiento. Igualmente, lo que es bueno ahora fue terrible ayer, ya que esa fue la causa de nuestra demora de varias horas para encontrarlo (como diría el filósofo Sambayoni: todo no se puede tener). Aparentemente está prohibido circular por la zona histórica de la ciudad, los pocos autos que se ven, ya sea estacionados o andando, tienen una especie de credencial que dice residente. Además, las calles son tan angostas que se hace bastante difícil moverse en auto por ahí, así que lo que se ven mucho son scooters, y un modelo miniatura de mercedes benz que se llama smart, en el cual imagino que a lo sumo entraran dos integrantes del grupo los grosos (mentira, debe ser cómodo para 2 nomás, y además también lo vimos en Londres y en París).
Bueno, resuelto el tema de internet (ya que en Venecia ni habíamos tenido tiempo de buscar un ciber), volvimos a contratar al hindú y al senegalés que nos escriben los reportes, y salimos a recorrer nuevamente la ciudad de Florencia bajo un cielo celeste espectacular y un sol radiante (lo más radiante que se le puede pedir en invierno, obviamente). Nuestro primer destino fue la gallería dell’ Academia (que grande Racing, siempre presente) (Ah, en Venecia también estamos, 2 o 3 paradas antes de bajar en Piazza San Marco escuchamos fuerte y claro que el guarda del vaporetto decía: “Accademia, forza, andiamo, academia, forza”, mientras la gente se bajaba del barquito en dicha parada. Era muy divertido escuchar al tano éste con su latiguillo de “forza”, el cual repetía constantemente, por más que ya no hubiera nadie por subir o bajar del barco). Continuando con el relato, allí sacamos una audioguía (totalmente innecesaria), y pudimos admirar varias esculturas inconclusas de Miguel Ángel, lo que permitía ver los bloques de mármol gigantescos de los que hacía aparecer sus figuras, como si se trataran de cosas congeladas en bloques de hielo. El broche de oro de dicha galería era obviamente el David, un coloso de varios metros de altura, el cual nos sorprendió tanto por su tamaño como por los detalles que tenía, como por ejemplo las venas de los brazos y de las manos, y las rodillas. Realmente es increíble cómo pudo lograr sacar semejante cosa de un único bloque de mármol. Después del David, recorrimos un poco más la galería, pero la verdad lo que seguía era una basura en comparación, así que no nos quedamos mucho tiempo.
Salimos de la gloriosa acadé y nos fuimos para la iglesia del domo, la cual se dice que posee el domo más grande o más alto del mundo, a cuya cima se accede por unos apretados pasadizos (decorados en su totalidad por la mayor colección internacional de grafitis) que cuentan con más de 400 escalones, superando así a la cúpula de la iglesia de Saint Paul, en Londres, que contaba con 300 y chirolas. Desconfiados, decidimos pagar la entrada y comprobar dicho dato, no fuera a ser que estos tanos ladris hubieran sido influenciados por los brazucas que de todo lo suyo dicen que es “o mais grande du mundo). Ciertamente fue interminable la subida, pero valió la pena porque una vez en la cima de la cúpula pudimos admirar una muy buena vista aérea de la ciudad, de la cual tomamos varias fotos. Al bajar, en un trayecto que permite ver el interior de la iglesia desde muy arriba, notamos con horror muchos detalles de las pinturas que decoran el techo de la cúpula, en los cuales aparentemente se describen escenas de lo que pasa en el infierno, siendo lo más llamativo una parte en la cual un demonio estaba empalando a un pobre tipo con cara de terror (no estaba el tipo ya empalado, lo estaba empezando a empalar, y encima la punta del palo parecía estar en llamas…) No pude evitar el pensar en lo buenos propagandistas que eran estos tipos, ya que viendo semejantes imágenes no quedaría ningún analfabeto sin ir a confesarse de lunes a domingo (hasta a mí me dieron ganas de bajar y entrar al primer confesionario…).
Todavía atemorizados salimos de allí y nos dirigimos nuevamente a la plaza que había mencionado ayer, que se llama la piazza della signoria, en la cual se encuentra el palazzo vechio, al cual decidimos no entrar. También hay en esa plaza una réplica del David que estaba en reparación, y una fuente con una estatua colosal del dios Romano Neptuno. De ahí encaramos para la zona en la cual se encuentra la gallería de los uffizi, en la cual se exponen muchas obras de arte, pero como había una cola infernal, sin empalados, pero igual bastante molesta, después de esperar 30 minutos decidimos buscar otro rumbo. A la pasada nos comimos unas porciones de pizza (muzza y tomate), pero como nos quedamos con hambre repetimos la operación unas cuadras más adelante, cerca del ponte vechio, donde degustamos una minipizza de melanzani (berenjenas) y un panini de jamón y tomates deshidratados, ambos deliciosos. Cruzamos el río Arno utilizando dicho puente, que de Vechio no tiene nada, mucho menos los negocios, a los que no habíamos podido ver la noche anterior porque estaban cerrados, y encaramos para el lado del Palazzo Pitti.
Una vez en la zona, y todavía insatisfechos, fuimos tentados por enésima vez por una de esas mágicas vidrieras de heladería, y disfrutamos nuevamente de dichos manjares helados. Ya con el estómago alegre y la mente tranquila, caímos en la cuenta de que a ninguno de los 2 nos gusta la música de intoccicadi ni de vieccas loccas, así que decidimos no entrar al Palacio de Pitti, pagando únicamente la entrada para el Giardino de Boboli, unos hermosos jardines ubicados justo detrás del palazzo, en los cuales pudimos escaparnos un poco de la claustrofóbica sensación que transmiten las angostas calles de Florencia. Realmente es un lugar muy recomendable, lleno de caminitos cercados por árboles y coronados por fuentes muy lindas, que si bien no se pueden comparar con los jardines de Versailles, de todas formas valen la pena.
Una vez saciada nuestra necesidad de espacios verdes, volvimos a cruzar el Multichef, y llegamos a la Abadía della Santa Croce, otra iglesia monumental en la cual se encuentran las tumbas de muchos florentinos ilustres, como Marconi, Galileo, Maquiavelo y Miguel ángel, y que también posee una estatua y placa recordatoria de Dante Alighieri, otro célebre florentino que no está enterrado ahí. Salimos y decidimos darle una nueva oportunidad a los uffizi, y nuestra elección fue correcta porque esta vez no había cola, así que pudimos entrar con facilidad y ver muchas obras famosas como “el nacimiento de Venus” y “La primavera” de Boticelli, así como también varias creaciones maestras de Rafael, Leonardo y las demás tortugas ninja (pero no vimos nada de Splinter). Tristes (o al menos yo) por dicha ausencia, tuvimos que clavarnos unas garrapiñadas y unas castañas asadas, bien calentitas, y encaramos para la iglesia de San Lorenzo, en la cual hay al parecer tumbas de algunos Médicis, pero lamentablemente llegamos después de las 17, y ya estaba cerrada, así que nos resignamos a caminar por una especie de feria muy parecida a “la salada”, en la cual personas de todas las nacionalidades habidas y por haber intentaron vendernos su variada mercadería, y varios de ellos lo lograron.
Ya eran cerca de las 19, hacía rato que era de noche y empezaba a refrescar bastante, fue entonces cuando decidimos que ya nada nos quedaba por ver en Florencia, así que encaramos para el hotel, no sin antes hacer algunas compras en el minisuper de apu que está al lado del mismo. Esa noche cenamos sopita knor y fruta, lo que nos vino bien para cortar un poco con los desarreglos que veníamos haciendo.
Hasta la próxima.
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