Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

junio 19, 2011

Un paseo por las nubes (catalanas)

01/03/09

Arrancamos el día como si estuviéramos en casa, gracias a todos los mimos y cuidados con que nos agasajaron acá. Después del desayuno completo que nos preparó Bocha, nos alistamos para el tour que nos tenían organizado, y conocimos a Irene, la novia de Lautaro, quien también se sumó a la partida, con su acento español característico (será característico para nosotros, porque según ellos creo que en cada provincia hablan distinto).

El día estaba nublado y garuaba intermitentemente, por lo que fue ideal que realizáramos el paseo en autos (plural porque obviamente no entrábamos en uno solo, ya que éramos 6). Hablando de los autos, al parecer acá todo el mundo tiene auto, es decir, hay un auto para cada miembro de la familia, y no estoy hablando de un fitito para la esposa y un mehari para el que cumple 17, autos cero kilómetro para todos (o al menos hasta ahora era así, no sé qué pasará con la crisis). A causa de eso, estacionar no es una tarea fácil, y ya que en las veredas de las calles es casi imposible, existen unos parking públicos en varias esquinas, en los cuales la gente está dando vueltas como buitres hasta que se libera un espacio. Y al parecer son muy malos estacionando, razón por la cual todos los autos tienen abolladuras típicas hechas por otro auto. En cuanto al manejo, nada que ver con los tanos (al menos en Gerona o Girona (en catalán se pronuncia Shirona), acá es súper ordenado, todos respetan las reglas a rajatabla, lo que termina siendo odioso, especialmente en las interminables rotondas (casi hay una en cada esquina), en las cuales los gallegos frenan a cero y no arrancan hasta que no se vea ningún auto en kilómetros a la redonda. Bueno, luego del datito del tránsito sigo con nuestro paseo. El trayecto arrancó con una sinuosa y empinada ruta que se hacía paso entre unas montañitas densamente pobladas de vegetación y de cultivos de árboles frutales típicos de esas ”terras catalanas”, especialmente manzanas y duraznos, los últimos con sus características florcitas de color rosa. El paisaje era espectacular, y la homogeneidad de la vegetación era apenas cortada a veces por algunas casitas de piedra que se veían a la distancia en la cima de las montañitas, y lo único que lamentamos es que a causa de las nubes, que en esos momentos se encontraban casi a nuestra misma altura, las cuales no nos permitieron tener una vista del mediterráneo enmarcado por las montañas, así que le tuvimos que creer al laucha cuando nos dijo que el mar debería estar por ahí.

Nuestro primer stop fue en un pueblito llamado Monells, íntegramente construido en piedras típicas de la zona, cuyas calles además estaban cubiertas por galerías, techos y arcos también de piedra. Tomamos unas fotos y visitamos la iglesia, la cual extrañamente no se encontraba en el centro, y partimos para seguir la visita. Después de algunos kilómetros arribamos a otro pueblito, ésta vez un poco más grande, llamado Peratallada, de estilo similar, en el cual admiramos las artesanías de cerámica que allí producían, y nos tomamos unos cafecitos para apaciguar el frío. Seguimos camino pasando por una ciudad ya bastante más grande y moderna, llamada la Bisbal de Empordá, también característica por sus cerámicas, en la cual intentamos encontrar a David pero sin éxito. De allí tomamos dirección noreste pasando por tierras lindantes con el sur de Francia, viendo los límites de la ciudad de Perpignan a la distancia. Enfilamos para un pueblito llamado Pont de Molins, y paramos para almorzar en un restaurante típico de la zona llamado el Moli, en el cual continuamos nuestra aventura gastronómica, probando diversos manjares catalanes, tales como las butifarras negras y rubias (fiambres), una especie de puré de bacalao con pimientos, un guiso de habas a la catalana (con menta y butifarra), y una paletilla de cordero al horno que era más blanda que la manteca. De postre degustamos un helado de turrón muy rico, y volvimos a agarrar la ruta. Ah, tengo que destacar algo que no nos esperábamos, y que nos sorprendió bastante, todo está en catalán, los carteles, los menús en los restaurantes, la radio, etc, y si bien tiene mucho en común con el castellano, hay veces que no se entiende un carajo. Según nos comentaron, acá son casi tan separatistas como los bolivianos chetos de Santa Cruz de la Sierra, y cuentan con su propia economía, puerto, etc, y hablan de que son el país catalán. Sabíamos del país vasco, pero esto nos sorprendió. Es más, a las patentes de los coches, las cuales desde el inicio de la comunidad europea sólo tienen el número y la inicial del país al cual el auto pertenece, le ponen una calcomanía que dice CAT por encima de la E de España, tapándola por completo.

El siguiente destino fue la ciudad de Peralada, en la cual hay una gran bodega que produce vinos y cavas con ese nombre, y donde hay un casino muy importante pegado a un flor de castillo, propiedad de los dueños de la bodega, al cual le sacamos varias fotos. Seguimos camino hasta la ciudad de Figueres, también bastante grande, en la cual se encuentra el museo de Salvador Dalí, emplazado en un edificio rarísimo con una especie de soretitos pegados en la pared, y con su techo íntegramente poblado por huevos gigantes. Tomamos algunas fotos de esa surrealista estructura, y de las estatuas rarísimas que había por doquier, recorrimos algunos locales que vendían cosas locas por el estilo, y decidimos regresar al departamento, ya que se hacía de noche y estábamos bastante cansados luego de los kilómetros recorridos. Una vez allí, descansamos, tomamos la merienda y miramos un poco la tele, luego de lo cual tuve un pequeño duelo a la play con el laucha, en el cual no salí muy bien parado (por no decir que me comí un πjozzi bárbaro), así que habrá revancha sí o sí).

Para terminar el día con broche de oro, el laucha se mandó un asadito riquísimo, el cual nos transportó inmediatamente a la argentina, lo cual nos hizo extrañar un poquito (solo un poquito). Después del postre tuvimos la oportunidad de probar un Lambrusco di Modena tinto, un vinito dulce levemente gasificado, ideal para la sobremesa. Luego de semejante panzada fue imprescindible irse a dormir.

Besos para todos.








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