Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

junio 19, 2011

Sleepless in red Venice

22/02/09

Seguimos de largo al mejor estilo viaje de egresados, y tomamos el metro y RER para llegar al aeropuerto Charles de Gaulle (no sin la ayuda de un empleado del RER parecido a dodó). Una vez en el inmenso aeropuerto parisino, nos bajamos en la estación incorrecta (si, ocupa 2 estaciones de tren), lo que nos retrasó aún más para llegar a tiempo al check in. Al ser un vuelo low cost, hay que pagar extra por cada valija, lo que fue una verdadera molestia por las disposiciones del aeropuerto, que obligaban a caminar muchísmo para realizar dicho trámite. Además, casi nos tenemos que poner en pelotas para pasar por el detector de metales (te sacan los zapatos, cinturón, campera, etc), y al final terminamos abordando 5 minutos antes de la partida, descubriendo una vez en el avión que los asientos no eran numerados, por lo cual debimos luchar para conseguir dos juntos. Lo bueno fue que a causa de que no habíamos dormido no llegamos ni a ver el despegue, y al menos yo, recién me desperté en el aterrizaje, 2 horas después de la partida.

Una vez en el aeropuerto Marco Polo de Venecia, sacamos un pase libre de transporte (tanto para buses como para vaporettos (barquitos colectivo que recorren las islas), y enfilamos específicamente para la terminal central de buses, ubicada en un extremo de la isla (el aeropuerto Marco Polo está en el continente, cerca de la ciudad de Mestre. El micro accede a la isla por medio de un puente autopista, y se detiene en la terminal, última estación que puede recorrer allí. Al bajarnos pudimos comprobar lo pintoresco de la vida allí, y del hermoso color verde turquesa del agua, totalmente despojada de los olores nauseabundos que imaginamos tendría (salvo en contadas ocasiones). Llegamos al hotel cruzando unos pocos puentes, dejamos el equipaje, y salimos a recorrer un poco y a familiarizarnos con ésta laberíntica ciudad antes de encontrarnos con Nurse y el Colo, que también llegaban a Venecia ese día. Tomamos el vaporetto con rumbo a la plaza san Marcos, y en el trayecto aprovechamos para sacar las fotos de rigor de los puentecitos, las góndolas, y de algunas construcciones importantes que íbamos descubriendo a medida que avanzaba el recorrido (generalmente no sabíamos a qué catso le sacábamos, pero gracias a la magia de la fotografía digital no nos importó un carajo).

Al bajar en la plaza comprendimos inmediatamente por qué nos había sido tan difícil conseguir hotel para la única noche que pasaríamos allí. Se trataba del domingo del Carnevale di Venecia, y no había un centímetro cuadrado sin turistas amuchados uno al lado del otro, intentando hacerse paso entre la infinidad de puestos de venta de máscaras o de tipos que te pintaban la cara con motivos carnavalescos. Una vez inmersos en dicho bolonqui, notamos con asombro la inmensa cantidad de gente disfrazada de pies a cabeza, generalmente con trajes de época, y máscaras muy elaboradas, a quienes al principio confundimos con actores, o gente que trabajaba de eso pidiendo plata, o que se yo, pero eran personas comunes y silvestres, en su mayoría turistas, que parecían competir entre sí para llamar la atención de los demás visitantes. Era muy loco, los tipos pasaban horas en la plaza, quedándose quietos como estatuas mientras la gente les sacaba fotos o se sacaba fotos con ellos (según María, Alberto padre sería uno de los disfrazados, sólo que a este carnaval le falta la magia de tirar agua). Todo esto enmarcado por la iglesia de San Marcos, el palacio ducal, y la voz característica de un presentador tano que dirigía una especie de desfile que había para los disfrazados, lo que le daba un toque de magia a la apretada situación (casi no se podía caminar).

Volvimos para el hotel de los chicos, pero como no habían llegado a causa de una demora en su vuelo, decidimos pasar por nuestro hotel para abrigarnos un poco más, y nos clavamos unas arrotonattas o algo así, una especie de pizzas enrolladas, vendidas por un iraní (hay muchos locales con cosas del medio oriente), rellenas con jamón, queso, hongos, tomate, etc. Una vez en el hotel, decidimos tirarnos 5 minutos para descansar, el salteo del sueño de la noche anterior nos jugó una mala pasada, y nos quedamos dormidos. Por suerte María se despertó y comprobó que eran las 16 nomás (y no las 7 del día siguiente), así que salimos corriendo para encontrarnos con los “colorados”, que recién acababan de llegar. Luego de los saludos y las típicas frases describiendo lo increíble de encontrarnos juntos en semejante lugar, partimos nuevamente con destino a la plaza, donde todos adquirimos máscaras típicas (sí, el Colo también compró, y la usó por varias horas), y pudimos observar un espectáculo muy particular en el cual un tipo (o tipa) que estaba atado a un globo enorme inflado con helio daba vueltas por el aire con una música de fondo hermosa. El espectáculo duro lo suficiente como para que nos sorprendiéramos de que el tipo no hubiera vomitado sobre la multitud agrupada debajo de él, ya que al final dio más vueltas que un koinoor. Ah, camino a la plaza cruzamos el puente del Rialto, el más importante de la isla, donde tomamos varias fotos, y el colorado le metió un nariguetazo con su máscara a un tipo, que no perdió el ojo de casualidad.
Ya era de noche, y las luces le daban a la ciudad un aspecto diferente pero igual de encantador. Decidimos tomarnos un vaporetto hasta Murano, la isla donde hacen los vidrios, a la cual arribamos luego de casi una hora de viaje para comprobar que estaba desierta. Al menos pudimos sacar algunas fotos (para asegurar que estuvimos ahí), y pudimos conocer una lúgubre dársena en el viaje de vuelta, gracias a que quisimos hacernos los exploradores con el Colo, y casi no la contamos porque pudimos tomar el último barquito que nos sacó de esa zona (parada Bacini), que está en el último rincón de la isla, ante la mirada de odio de las chicas.

Regresamos a la plaza, y después de caminar un poco, entramos a un lindo ristorante en el cual recuperamos nuestras energías con unas deliciosas pastas italianas, acompañadas por un litro de vino de la casa, que servían frío. De postre compartimos un tiramisú muy suave, que no tuvo la aprobación del colorado crítico, especialista en el tema. Ya eran las 23 aproximadamente cuando emprendimos la retirada, que se prolongó más de lo que pensábamos porque nos perdimos varias veces en los oscuros pasajes, en los cuales un ladrón podría hacerse una fortuna en sólo un par de noches, tal como dijo el Colo o Nurse, ya no recuerdo. Lo lindo de caminar a esa hora fue ver el agua de los pasajes, que al estar tan quieta reflejaba las luces como si fuera un espejo. Además de toparnos con varios callejones sin salida, de repente nos encontramos con una gran rave veneciana, superpoblada de jóvenes y no tan jóvenes altamente alcoholizados, lo cual nos resultó muy extraño, primero por estar enmarcada por la arquitectura veneciana, y segundo porque estaban escuchando Bob Marley en versión electrónica, un sacrilegio imperdonable. Una vez en el hotel pudimos darnos una buena ducha, celestial al lado de las luchas que teníamos con el duchador parisino, con su cable que se trababa, y disfrutamos del confort de nuestra hermosa habitación, la mejor en lo que va del viaje, antes de tirarnos a dormir un merecido sueño luego de casi 40 agitadas horas.

Besos y abrazos para todos.











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