20/02/09
Nos despertamos a eso de las 8:30 y bajamos a desayunar a nuestro cuartel de operaciones parisino. Por primera vez en todo el viaje pudimos tomarnos la cosa con bastante calma, ya que gracias al rally que nos habíamos mandado el primer día no tendríamos que correr de un lado a otro de la ciudad nuevamente para visitar lo que nos faltaba. Como el clima estaba bastante fulero, decidimos que nuestro destino sería el Museo del Louvre, así que luego de ingerir el sándwich de huevo, panceta y queso, tomar el jugo y el café, dejando el yogurt y los venoiseries (unas minifacturas que anãdimos por 1 euro para sumar afrancesamiento al tema), partimos hacia nuestro recientemente escogido destino.
Al encontrarnos nuevamente frente a la pirámide de vidrio que hace las veces de entrada, nos fue imposible evitar volver a sacarnos varias fotos, encontrando varios ángulos que ahora nos parecen muy lindos pero que seguro se convertirán en una bosssta cuando veamos las fotos sin estar bajo los alucinógenos efectos que produce el turismo en la gente. (ufff, cuanto estoy tardando hoy para escribir, parece que ni las musas ni las fainás se acordaron de mí esta noche…). Descendimos a la gigantesca sección de recepción, desde la cual uno puede elegir por qué ala del museo puede comenzar su visita, agarramos un mapa, y decidimos arrancar por el Ala Richelieu (nos basamos fundamentalmente en el azar para tomar esa decisión), ya que al principio el mapa de la impresión de ser una lámina de jeroglíficos, detallando los 3 pisos y subsuelo del colosal museo. Adquirimos una audioguía, y por suerte nos convencimos rápidamente de que no había que ser tan ratones, por lo que también adquirimos una segunda. Recién tuvimos que mostrar ahí nuestra museum pass, que por suerte funcionó a la perfección en éste caso, y acto seguido comenzamos con una de las mejores experiencias museísticas del viaje, lo cual inspiró la segunda parte del título del reporte del día, ya que en reportes anteriores me llené la boca hablando de la superioridad de los ingleses en la organización y demás, pero la verdad es que éste museo no tiene igual (también boquié mal con los subtes, ya que, si bien es cierto que son más antiguos, las últimas estaciones que conocimos no tienen mucho que envidiarles a las inglesas, salvo un poco de limpieza y menos grafitis, pero mejor seguimos con el Louvre). La audioguía es inmejorable, es una especie de palm que viene con auriculares, con una pantalla bastante grande, sensible al tacto y a un lapicito colgante, la cual también reproduce videítos además de mostrar imágenes de las obras, y de señalar el camino a seguir. Con la ayuda de un recorrido predeterminado que proponía la guía, cuyo objetivo es conocer las 3 principales y más famosas obras del museo (la victoria alada de samotracia, la Venus de Milo, y la Mona Lisa, que ya se sabe quién fue, Lisa no se cuanto, la esposa de un tal Giocondo, así que se fue al carajo todo eso de que era Leonardo vestido de mujer, etc) llegamos a conocer de una manera muy didáctica varias otras creaciones que de otro modo hubieran pasado desapercibidas por nuestros ignorantes ojos. Y hablando de las obras más famosas, ahora que soy culto gracias a la audioguía, puedo cancherear y decir que la Venus en realidad se llama la Afrodita (porque es griega), y la isla en la cual fue encontrada se llama Melos, así que es la Afrodita de Melos. La verdad es que todas las obras del museo son impresionantes, y su distribución nos pareció superior a la de las obras del British Museum, ya que, si bien ambos son muy grandes, éste es mucho más grande (como todo acá en París), lo que le permite escapar a la necesidad de amontonar objetos uno al lado del otro, restando importancia a los mismos, como pasa en el British. En realidad no debería hacer esta comparación porque en ambos museos no se exhiben el mismo tipo de obras, y porque en el British no tuvimos tiempo para realizar los recorridos con detenimiento, ni compramos la audioguía, etc, pero como nunca voy a aprender la lección (ni aún habiendo titulado así el reporte) prefiero morir boquiando de pie, así que mantengo mi postura de que el Louvre es mejor que el British…
Bueno, sigo. Después del recorrido acompañado que proponía la guía, en el cual hasta ponían el ruido de los pasos cuando nos indicaba que fuéramos de un pasillo a otro, decidimos hacer un recorrido casero por las cosas que nos llamaron la atención del mapa, de las cuales también obtuvimos detallada información gracias a nuestra moderna compañera, y así conocimos los secretos de pinturas como La balsa de la medusa, San Juan bautista, las bodas de caná (el cuadro más grande del mundo), la coronación de napoleón (el segundo más grande), etc. También vimos incontables esculturas, destacándose obviamente las de Miguel Ángel. Pero lo que nos impresionó muchísimo, al igual que en el British, fueron unas enormes Esculturas Mesopotámicas, las cuales no nos imaginamos cómo carajo hicieron para traerlas en esos primitivos barcos), un capitel inmennnnso perteneciente a una de las cientos de columnas de un templo que debió haber sido una mosntruosidad (se llama el capitel de Apadana), y las estatuas de Ramsés II y Seti I. De más está decir que también tienen de todo, traído de todos lados, así que no voy a seguir describiendo lo que vimos porque sería interminable. Lo bueno es que gracias a que ya no estábamos presionados por el tiempo, pudimos recorrerlo a gusto y piacere, por lo que casi no nos quedó rincón sin caminar (y pongo caminar porque obviamente la mayoría del tiempo se pasa por al lado de las obras sin siquiera prestarles atención (como caminando haciendo una combinación entre las estaciones de metro), ya que escuchamos que el tiempo de una recorrida completa al Louvre deteniéndose en cada obra para contemplarla como se merece sería de 2 meses aproximadamente, permaneciendo todo el día en el museo. Al final nosotros estuvimos un poco mas de 4 horas, más que suficiente para que saliéramos pipones a caminar por las tullerías, donde nos comimos una baguette con jamón, queso, tomate y lechuga, y un crepe nutella.
Recargadas nuestras energías nos tomamos el metro para ver La Defense, un inmenso arco de triunfo construido hace relativamente poco tiempo, creo que en conmemoración a la segunda guerra (porque decía algo de DeGaulle, pero la verdad es que no nos pudimos sacar del todo la duda). El monumento se encuentra en un barrio con edificios muy modernos llamado también La Defense, ubicado en una de las esquinas de la ciudad, y está construido para poder ser admirado desde una gran explanada llamada “esplanade de la defense”, en la cual hay unas lindas fuentes de agua, y en donde se encuentra una estatua también llamada la Defense, que conmemora la resistencia de la ciudad de Paris ante el sitio que soportó en una guerra en 1879, creo que era contra los prusianos o austro húngaros, pero no estoy seguro. La explanada se continúa con uno de los boulevares que terminan directamente en el arco de triunfo, lo que le da al este moderno monumento una solemnidad mayor. Decidimos acceder a la parte superior, lo que hicimos luego de pagar la entrada, ya que la museum card no nos sirvió, y arriba nos encontramos con una magnífica vista, y con un museo de la informática, del cual rescato la sección de evolución de los video-juegos, en el cual tenían una variedad de juegos que no jugaba desde hace unos 15 años, cuya utilización era gratuita, así que aproveché para refrescarme la memoria y de paso amortizar un poco más el valor de de la entrada.
Al salir de allí nos volvimos para la ópera de parís para encontrarnos con Nicola, un francés amante de los viajes por todo el mundo, quien hacía unos años había acompañado a María en un tour relámpago por la ciudad. Durante la cena (que fue en un restaurante ponja) (sí, somos tan cosmopolitas que cenamos comida japonesa en París) (ríanse, pero por lo menos nos aseguramos de no ingerir ningún tipo de panificados, al menos por una noche, y cómo no quisimos ser tan chetos, evitamos el sushi) nos enteramos de temas de actualidad francesa que nos eran inaccesibles por no entender ni la tele ni los diarios (hablando de la tele, no enganchamos nunca un noticiero, pero siempre hay una especie de programa en vivo tipo tv compras, en el cual a un viejo que estaba explicando cómo usar una juguera se le hizo mierda, y le siguieron enfocando la cara mientras el tipo no sabía donde mierda meterse, fue muy gracioso), como por ejemplo el efecto de la crisis financiera, que, al igual que en Inglaterra, está pegando muy fuerte, produciéndose despidos masivos o jubilaciones anticipadas a diario, y de datos muy interesantes, como por ejemplo lo organizados que son estos tipos para protestar, ya que Nico nos contó están agendando un paro de casi toda la ciudad para el 18 de Marzo, sí, con 20 días de anticipación. Un ejemplo para los muchachos de la UTA (que los arió), que organizan paros de un día para el otro, práctica que debería ser inaceptable, más allá de la razón que intenta justificar el paro. Después de cenar, Nico nos llevó a tomar unos tragos a un café-barcito, donde pudimos beber unos martinis (y María un café créme) en una hermosa terrace (como le dicen ellos a las mesas afuera), calefaccionada por potentes estufas eléctricas, y donde comenzamos a entender por qué a los franceses les encanta tanto esto de comer y tomar los cafés afuera. Es porque son todos unos viciosos fumadores. Sí, es impresionante la cantidad de gente, especialmente jóvenes, que vimos fumando como escuerzos. Y encima los fasos parece que salen 5 euros aprox, así que hay que ser muy vicioso (o adinerado) para fumar acá.
Bueno. Es todo por hoy, nos vemos la próxima, en nuestro last tango in Paris.
Besos.
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