Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

marzo 31, 2015

Día 13 - Aquaturismo & Empire S(hi)t ate

Algo recuperados, comenzamos la jornada con miras a dar uso a algunas de las otras actividades típicas de la ciudad, provistas por la city pass, de modo que, ya como peces en el agua en cuanto a lo que transportísticamente se puede hablar, realizamos una combinación de subte, minicaminata (que nos permitió ver de día la zona de Times Square), y bondi; nos apersonamos en las inmediaciones del muelle 83 (ubicado al extremo oeste del pulentosamente nombrado barrio de Hell's Kitchen), para redimir nuestros tickets en la oficina de la empresa Circle Line Cruises. Allí, después de informarnos que el próximo barco no partiría hasta dentro de un par de horas, decidimos redimir otro de nuestros tickets en una atracción que se encontraba exactamente a un muelle de distancia, la visita al USS Intrepid, monstruoso portaaviones de la Marina, cuya enorme estructura ya se podía apreciar amarrada a pocos metros (juro que todavía no me explico cómo no se flota una bestia semejante).
La cagada en este caso, fue que una de las particularidades de esta atracción es contar con un lentísimo sistema de control de los visitantes (muy similar al del aeropuertos), de modo que ni el city pass nos sirvió para evitar perder casi media horita en la cola, lo cual, acortando de antemano la visita a no mucho más de una hora, hizo que fuera indispensable un tratamiento light, lo cual no me alegró mucho, dada mi confesa pasada pasión por topgun y ese tipo de boludeces (en algún momento de mi adolescencia hasta quise ser piloto, realizando una pre-prueba de aptitud física... sí... snif, snif, pensar que mi visión en esa época era 10 sobre 10, y ahora necesito anteojos para ver el pizarrón...). Ah, y dado que la alta cantidad de empinadas escaleras conspiraba contra la movilidad de Walter, decidimos separarnos, quedando ella sobre todo en la planta principal, mientras yo me escabullía entre el resto de las estaciones y el puente. Vale agregar que, además de todo lo que tiene que ver con la vida en el portaaviones y con su manejo (desde cómo dormían, qué comían, cómo se comunicaban, cómo lo operaban, etc) (cosas que uno no puede llegar a entender, viendo las consolas limitadísimas con las que contaban); y todo lo que tiene que ver con los aviones que allí fueron utilizados a lo largo del tiempo, la exposición también incluye un submarino nuclear (al cual no entré por falta de tiempo), el concord que realizó el último viaje entre Londres y NYC, y el transbordador espacial Enterprise, el cual era expuesto justo con una muestra por los 25 años del telescópio espacial Hubble; todo realmente muy interesante.


Pero bueno, el tiempo es tirano, y ya era hora de abordar el crucerito, de modo que me troté la distancia que me separaba del mismo, y, debo admitirlo, con una cuota de alivio bastante grande, me reencontré con Walter ya a bordo, donde, como siempre, tuvimos nuestro almuerzo tardío, esta vez compuesto por unos interesantes sandwichs de pavita, vendidos en el bar de popa.
En cuanto a la travesía, el barco nos llevó, durante el transcurso de unas 3 horitas, nada más y nada menos que por todo el perímetro de la isla de Manhattan (navegando los ríos Hudson, East, y Harlem) lo cual obviamente proveyó a nuestras avídas cámaras de imágenes de todo tipo, desde la casi infinita variedad de siluetas de complejos de edificios, destacándose el Chrysler, Empire State, la Onu, World trade Center, etc; la estatua de la libertad (vista de todas los ángulos posibles (mentira, de atrás no), una inmensa cantidad de islas, y los 16 puntes que unifican la isla con sus alrededores; todo acompañado por la contínua parla de un guía, que no paró de tiran datos interesantes durante todo el recorrido (los cuales ya ni me acuerdo, porque no tengo qu repetirles que duró 3 horas), como la compra de la isla, la fundación Holandesa de Nueva Amsterdam (como colonia internacional con el objetivo de comerciar pieles, por eso cambiaron uno de los colores de la bandera) y Nueva Harlem; la extorsión inglesa que logró cambiar la soberanía (y el nombre, a favor del duque de York), y miles de cosas más (que feo es tener mala memoria). Joyitas, como el primer cartel con luces de Neón, hecho por la Pepsi, que todavía sigue en pie; y la historia de cómo compitieron el Chrysler y el Empire por ser el edificio más alto, ganando éste último solo para casi quedar en bancarrota, hasta que se les ocurrió vender entradas para el observatorio en la cima; completaron lo que fue otra experiencia muy recomendable (sí, sé que hay paseos gratis a la isla, etc, etc, pero esta vuelta entera creo que suma muchísimo en la exploración de la ciudad.


Nuevamente en tierra, la idea fue seguir con la onda arquitectónica, así que nos fuimos de nuevo para el lado de la 5ta avenida, un poco menos comercial a la altura de la calle 42, zona por la cual se puede encontrar la magnífica biblioteca pública de Nueva York, cuyos lujosísimos cielorasos y amplios halles, sumados a las altamente ornamentadas salas de lectura, y a su tentador gift shop, como siempre cargado de mercadería casi irresistible, la hacen un destino dificil de eludir; y también, a pocas cuadras, nos topamos con el superlativo glamour y volumen de la populosa Grand Central Términal, una increíble estación de trenes, cuyo altísimo techo representando las constelaciones, y su aparentemente improvisada Apple Store, justifican por sí solos cualquier desvío en la ruta para conocerlos. (Ah, en las inmediaciones de la biblioteca se pueden encontrar citas literarias en el piso, entre las cuales nos topamos con una traducción de un extracto de Borges, creo que “La muerte y la brújula”).


Ya siendo eso de las 19, fue hora de caminar las escasas cuadras que nos separaban del Empire State, para finalmente descubrir qué tan buena es la famosa vista que allí se ofrece. La idea era tener la oportunidad de agarrar los últimos instantes de luz solar, para matar dos pájaros de un tiro captando también el ocaso y la noche, pero lo que lamentáblemente no tuvimos en cuenta fue la extensísima cola que había que realizar (teniendo o no el city pass), cuya disposición al mejor estilo del jueguito pedorro de la serpiente que va comiendo puntitos (que estaba en los celulares, y creo que también en youtube hasta hace al menos no mucho) significó la pérdida de una buena horita, y eso que al segundo ascensor (que va desde el piso 80 al 86) me lo saltié, subiéndolos por las escaleras (tal era el atraso que había por culpa de la gran demanda turística, que sugerían eso a la aburrida gente), lo que se tradujo en que no llegamos casi a ver el día desde arriba, teniendo que conformarnos sólo con las fotos de luces ya encendidas, y con las oscuras.
Comida otra molesta fila para realizar el descenso, lo cual terminó de enemistarme definitivamente con esta torre de mierda (aguanten la Willis y la Hancock, de Chicago), nos sacamos un poco la mufa con una sesión de chusmeada de locales y de shopping nocturna (agaunte el Old Navy de la 34!), regresamos al hotel a eso de las 22:30, dónde tuvimos nuestra merecida cena y reparador descanso.































































































































2 comentarios:

  1. La mejor vista la tenés desde el Rockefeller Center, ya estabas avisado.
    Alquilá la bici bien temprano a la mañana. Tenés una grande a una cuadra del Central Park y otra pegada al embarcadero sur (para ir a Brooklin)
    Traé las botas para los perros que nos llenamos de plata.

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  2. Hice dos veces el comentario pero la tecnología me supera. Muy bien aprovechado el día. Muy variado para todos los gustos. Eso es NY. Barco, vistas, biblioteca, Empire, Terminal de trenes, comidas infaltables, buenísimo todo. Me faltan acotaciones de mamá que seguro serán muy graciosas y oportunas. Esperamos el próximo con intriga. Siempre hay algo más para visitar. Besos y nos encanta tanto disfrute. Grace.

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