Ufff,
sí que es dura la vida del famoso, respondiendo los interminables
mensajes de sus seguidores, y más ahora, con tanta red social dando
vueltas... pero bue, es el precio del éxito y los millones... ya va
siendo hora de que me contrate un mulo respondedor (que de paso no
tenga tantos fallos ortográficos).
Volviendo
a lo que nos atañe, descansados y energéticamente cargados en
exceso (sumé al menú una especie de avena caliente que estuvo
bastante aceptble, y de paso quiero agregar que ya soy un experto en
el uso de la waflera...), salimos con un poco de miedo a encarar el
que sería nuestro primer día con cielo nublado. Por suerte, o
gracias a esas cosas raras de la meteorología y el clima, la cosa
estaba bastante más aceptable que las jornadas precedentes, y hasta
uno podía pasearse sin necesidad de ponerse el gorro, o protegerse
las orejas siquiera (y eso, al menos en mí caso, es algo muy
importante, porque dada una característica bastante negativa de mi
cabello, el cual se carga electrostáticamente con el solo roce del
gorrito, dejándome un peinado tipo Moe durante como mínimo las
siguientes 24 horas).
Nuestro
destino nos obligaba a atravezar nuevamente el parque municipal, en
el cual, una vez más, nos detuvimos para retratar por enésima vez a
las compradoras ardillitas (que igual no ligaron un joraca de morfi,
y eso que laburaban duro para ganarlo, viniéndose al lado nuestro y
parándose como suricatas), así que, realizada dicha tarea,
continuamos adentrándonos en varias de las callecitas que había
recorrido en mi trote vespertino de la víspera, para llegar
finalmente a orillas del río Charles, y donde nos desayunamos de los
efectos que una noche fría puede tener sobre un río de 100 metros
de ancho (al menos ahí). Y sí, la noche anterior yo había sacado
algunas fotos en las cuales se podía ver que apenas las orillas del
río esta ban congeladas, pero ahora nos encontramos con que la su
totalidad había pasado al estado sólido... cosa de mandinga, o en
su defecto, de algún demonio bastante más frío.
Unimos
las dos heladas costas valiéndonos del extenso (y por suerte para
nada ventoso en ese momento) puente Harvard, y rápidamente nos
encontramos con la primer institución educativa a visitar en nuestro
itinerario, el renombrado MIT (Instituto de tecnología de
Massachusetts), un inmenso conglomerado de edificaciones (no todas
necesariamente lindas, pero sí muy limpias y ordenadas ellas),
desperdigadas alegremente en medio de dicho sector de la ciudad.
Ya
nomás en las calles externas uno se empieza a sentir mucho más
pelotudo que de costumbre, lo cual problablemente se deberá a que
nos encontramos casi en contacto con una inmensa cantidad de nerds
del más alto grado, cuyos coeficientes intelectuales seguramente
deban ser el triple que el mío... Por suerte, y para la tranquilidad
de mi incontrolable espíritu competitivo, también cuento en mi
cerebro con un sector altamente desarrollado, exclusivamente dedicado
a modificar la realidad de modo que se camuflen mis mediocridades y
pasen a ser atributos ganadores. La cosa es así: obviamente el 99 %
de la gente ahí era más inteligente que yo, cosa que normalmente mi
cabeza no podría soportar, así que rapidamente contraataca con un
feroz “mirá lo feos que son estos hijosdeputa” “encima son
todos chinos, o hindúes, así que no cuenta, es como compararse con
computadoras, o extraterrestres...”. (es muy bueno el sistema, me
ahorra muchas horas de psicólogo, y encima es invencible, ya que
siempre se pueden agregar nuevos parámetros: si tiene más facha que
uno, seguro juega peor al tennis, o al ping pong, o finalmente al
rugby, y listo).
La
cosa es que, con solo recorrer unos pocos pasillos uno ya nota la
abismal diferencia entre estos tipos y nosotros, ya que, además de
la excelencia académica, también se encargan de refregarnos en la
cara su tecnología de punta, marketineando lo que hacen gracias a
las paredes de vidrio de sus laboratorios. Por suerte, siempre
tendremos a mano el argumento de la fealdad y las caras de nerds...
No
satisfechos con el pijossi neuronal que veníamos de comernos,
decidimos tomarnos un bondi (que nos salió gratis, gracias a los
efectos que los encantos de Walter ejercieron sobre el chofer), y, un
para de kilómetros más adelante nos estábamos bajando en la
coquetísima Harvard Square, la cual, además de seguramente también
ser un espacio rebosante de excelencia académica, presentaba la
diferencia de ser bastante más linda que el MIT, principalmente
gracias a sus numerosas edificaciones de estilo clásico, y a la gran
cantidad de iglesias, presentes en todos los estilos, pero todas muy
bonitas. Pasamos un buen rato recorriendo el amplísimo lugar,
fotografiando algunas de las universidades que nos llamaban la
atención, y apenas descansando un poco frente a unos concurridos
food trucs, los cuales nos hubiesen tentado si no hubiese sido por la
potencia del desayuno.
Ahora
sí, ya hastos de estar rodeados de tanta materia gris, decidimos
dirigirnos hacia un destino un poco más popular, aunque no por eso
menos educativo, la cervecería Samuel Adams, cuyo nombre se inspira
en el patriota del tea party. Para llegar allí decidimos
originalmente tomarnos un colectivo, el cual creíamos nos acercaría
a una parada de subte que teníamos fichada, pero lamentablemente,
además del alto costo del pasaje, tomamos un bondi que nos llevó
para cualquier lado, en muy corto tiempo, bajándonos de prepo en un
barrio bastante marginal, en el cual dejamos bastante sudor frío a
causa de que el colectivo inverso tardó bastante en llegar para
salvarnos y dejarnos en nuestro punto de partida. Toda esa jodita nos
salió 10 verdes (yo no tengo idea de cuanto cuesta el transporte
público en baires, pero 2,60 dólares me parece un poco mucho... y
más si te equivocás de camino...). Por suerte, al bajarnos
encontramos una boca de subte, y de ese modo logramos alcanzar,
combinación mediante, los lejanos y populares suburbios que alojan
la mencionada cervecería (ah, volviendo al transporte, es muy
sorprendente lo sucio que es el subte acá).
Pasando
a la cervecería, por fin una institución que imparte conocimientos
útiles! Y, más allá de eso, realmente es algo muy recomendable la
visita, ya que uno obtiene, sin costo alguno un tour de 1 horita, el
cual, además de recorrer las instalaciones y explicar el proceso de
producción al detalle, también es pródigo a la hora de la
degustación, comprendiendo 3 tipos distintos de riquísimas birras.
Y, de nuevo, todo gratarola!
Un
poco mareados decidimos emprender la retirada, encarando nuevamente
para el centro, buscando el refugio de nuestro hotel (porque ya el
frío empezaba a ponerse bravo), pero no sin antes darnos una
vueltita por el centro comercial del Prudential Center, una especie
de Patio Bulrrich, plagado de locales con precios inaccesibles, pero
que al menos tenía una de esas librerías copadas Barnes y Nobles,
con infinidad de cosas interesantes para chusmear). Al salir,
comprobamos que lo del frío no era joda, ya que se había puesto a
nevar de manera tenue pero constante, lo que pudimos evidenciar
facilemente gracias a la rápida acumulación de nieve en los techos
de los autos estacionados.
Nuestras
últimas acciones fueron un par de compras antifrío (Walter le entró
a unas calzas térmicas, y yo a unos guantes caretas, que, además de
abrigar un poco más que los guantes mágicos que traje de casa,
también tienen la capacidad de poder ser utilizados para manejar la
pantalla del teléfono, lo cual también suma mucho en cuanto a
prevención térmica, ya que no me tengo que sacar más el guante
para sacar fotos o mirar el mapa), y una cena fugaz en una especie de
centro de fast food cercano al hotel, en el cual devoramos unas
suculentos platos orientaloides.
De
vuelta al hotel, fue hora de armar las valijas, hacer el check in
para el vuelo del día siguiente, y descansar un rato, porque, de
yapa, vamos a tener que madrugar.
PD:
Mientras escribía me acabo de clavar un capitulazo de División
Miami, mueran de envidia!!!!!!! (aguante Sonny Crockett).
La levadura, la levadura, LCDTM!
ResponderEliminarEso tenés para decir? La birra es rica??? 10000 km al pedo! Los hijosdeputa te mandan a un curso hijodeputa de posgrado de hijodeputas y vos decis que la hijadeputa birra es rica? Robate todo hijodeputa! (Perdón santa madre por el exabrupto)
Por lo que se ve los tanques estan mucho más prolijos, hace unos años parecía un frigorífico.
Saludos!
Ale A.
Jajajaja, sí, perdón por la pobreza del relato, pero, no sé si es por el frío, el cansancio, o el envejecimiento neuronal; pero lo cierto es que no me dió la nafta como para hacer una descripción como la gente... quedará para más adelante.
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