Seguí caminando, casi como un autómata, en un estado similar al que tienen los personajes de las películas cuando les explota una bomba cerca, desapareciendo el sonido, y donde todo se ve blanco… tal era el shock del golpe recibido. Seguí en ese estado casi sin variaciones hasta que llegué a la estación siguiente, y boooommm, nuevamente otro estallido, la última bici se la estaba llevando un gabacho que se me había adelantado por 30 segundos… Tuve que seguir caminando entonces, atravesando tristemente las calles que pensaba haría montado en mis otrora inseparables amigas, y, después de avanzar otros 300 metros, divisé una nueva parada, con una solitaria bicicleta anclada en su posición, casi puesta ahí justo para mí… Me abalancé sobre el panel de control, acerqué la billetera al lector de tarjetas (porque lee la tarjeta sin necesidad de sacarla de la billetera) (bah, creo que con la SUBE es igual, pero como no tengo, porque eso es de negros… no sabría decirlo), marqué mi clave, elegí la bici (era la única igual), y me acerque para retirarla, pero parecía que hoy verdaderamente había un encono entre mis amigas y yo, porque no logré accionar el botón que la liberara, así que debí seguir mi cabizbajo camino hacia la plaza del capitolio. Recién a 4 cuadras, y casi resignado, logré encontrar una parada con bicis en condiciones, realizando así al menos ese corto trayecto de rodante manera.
De más está mencionar que mi llegada no fue a tiempo, así que, luego de las excusas del caso al profesor, tuve la primera cursada de la semana, haciendo migas esta vez, además de con el inglés (que por ahora es el más copado, junto con la riojana, que faltó porque consiguió laburo), con la venezolana (se llama Mariani), la australiana (Pamela) y la vietnamita (qué se yo cómo se llama). Luego, terminada la clase, nos fuimos a almorzar al restó U (el restaurante de la Universidad, en el cual, portando la credencial de estudiante (que me dieron en la alianza), uno puede munirse de un aceptable almuerzo, con entrada, plato y postre, por la modiquísima suma de 3,15 euros (un capuchino cuesta más que eso acá). Siendo de sistema autoservísico, la variedad de platos a elegir es considerable, habiendo carne, pescado, pasta, arroz, etc (no muy afrancesadamente realizados, pero bue…). Me incliné entonces por un pescadito con papas fritas (rara combinación), ensaladita, y un delicioso éclair de pastelera (al menos algo franchute había) de postre. Durante el almuerzo, compartido también con otro español, llamado Isaac, el paraguayo Mauricio, y el esposo de la Vietnamita, pude enterarme de cosas bastante interesantes (que normalmente me chupan un huevo, pero como estoy al pedo…), cómo la tirante relación entre China y Vietnam, y la aparente posibilidad de una caída en la calidad de vida de los australianos…
Terminada la sobremesa y hechas las salutaciones del caso, partí con rumbo desconocido, pasando primero por el acogedor parque de la universidad, para luego llegar a un moderno barrio (creo que se llama Brienne) donde los edificios presentan formas muy puertomaderescas (aunque respetando el ladrillo a la vista y el pastel en las ventanas o terrazas), y además tienen una excelente vista sobre la Garonne y el puente de los catalanes. Pasé también por el cercano canal du Brienne, y me metí (después de andar un rato en las bicis, que volvieron a amigárseme) en un tranquilo parque llamado algo así como Compans Cafarelli, desde donde se puede ingresar a un Jardín Japonés muy parecido al de Baires, con la diferencia de ser más pequeño, pero gratuito. Allí decidí quedarme un rato, relajándome con la intermitencia entre el silencio y el increíblemente fuerte croquido (o como se diga) de una ranita minúscula, que en algún momento hasta se asemejaba a una gata en celo. La verdad es que fue bastante más que un rato, ya que permanecí allí un par de horas, haciendo parte de la tarea, estudiando, y leyendo mi librito, y ciertamente me hubiese quedado un rato más de no haber sido por un inesperado y súbito descenso de la temperatura, que requirío de una inmediata acción física calentadora (es decir, salí casi al trote del frío que tenía).
A la salida de dicho ponjísima espacio me encontré también con otro interesante parque, con lagunita y fuente de agua, que además contaba con unos locos y peligrosísimos juegos para niños, llamando mucho mi atención una especie de laberinto de sogas para colgarse, de unos 3 pisos de altura (no me imagino qué padre dejaría a su hijo subirse ahí… lástima que no había niños franchutes para ver qué hacían al respecto…). Ya nuevamente en estado de “como los chanchos” con ellas, monté nuevamente una bici y me fui para cerca del centro, donde di un par de vueltas, y compré un par de souvenirs, para luego, ya bastante cansadito de girar sin descanso (si, qué vida sacrificada), me volví para el depto, comprando también algunas cositas en el súper cercano a la parada de bici.
Al llegar me esperaba la sorpresa de conocer cara a cara la salchicha de Toulouse fresca, que luego (de que terminara mi tarea) nos acompañó a la cena, junto con una fresquísima ensaladita de remolacha y ajo (interesante combinación), y un llamativo puré de batatas, las cuales acá parece son de color anaranjado. De postre hubo nuevas adquisiciones en la tabla de quesos, presentándose uno holandés de nombre impronunciable, y un pecorino italiano que estaba de perillas.
Sólo me restó terminarme el vinito, tomarme la tisana nocturna, y retirarme a la habitación para terminar de darle forma al relato.
À demain.
Vélo volé, voilà! Ou bien vélo envolé?
ResponderEliminarTu n'en n'a pas perdu l'appétit!
Que agradable leerte. Ciao.
JRW
Ce jour n´arrivera jamais! Merci JR.
EliminarBueno hoy tus bicis se vengaron en nombre de los que tenemos la SUBE. Saca fotos de la mugre y las pintadas porque no veo nada de eso. Lo que veo que la mostaza es marca Savora???? Cómo es es? Savora es universal???? Juanpi no estás cerca de tus familiares que viven en una ciudad vecina a Barcelona??? Besos Juanpi. Veo que disfrutas y sos muy fiel en los relatos a la realidad que viivis y tu visión. Graciela.
ResponderEliminarYa van a llegar esas fotos, por ahora les dí un changuí... Creo que Savora es el nombre del producto, que en realidad es una mezcla de mostaza y otras especias (creo que en Argentina es igual). La marca era Amora. Si, la otra semana iré de visita para Gerona. Besote.
EliminarRealmente es el Jardín japonés. Muy lindo todo. Comprale un mantel a Sophie porque siempre está el mismo. Suerte que encontraste bici. Besos ma. Villero negro preguntale el nombre a la vietnamita.
ResponderEliminarJajaja, me asombra tu desubicación, Walter!
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