Lamentablemente el mercado no fue lo que me esperaba, y, en lugar de encontrarme con coquetos stands que ofrecieran productos gourmet, me llevé el chasco de toparme con unos puestuchos que harían ver a los de plaza Francia como a negocios de Galerías Lafayette (robo al colo), ofreciendo todo tipo de basuras saladísticas. (y ya no quiero sarparme en racista, pero es duro ir en busca de glamour y productos de la región para terminar inmerso en un mundo de africanos y turcos hablando en sus idiomas y vendiendo ojotas y bufandas truchas del PSG) (debe ser lindo ir a un mercado turco en Turquía, con las especias, telas, y todo eso, si al menos hubieran vendido eso acá al menos la cosa hubiese zafado, pero la imitación de las medias de Zlatan no me complacieron…). Lo único interesante que vi fue un puesto de libros usados, en el cual aproveché para hacerme un par de regalos.
Ya que estaba, aproveche para conocer la basílica también por dentro (no es gran cosa, o, como pasa siempre, acá hay tantas así de grosas que al final uno no se asombra más al verlas), y después decidí, apelando mucho a fuerzas muy ocultas dentro de mí, que debieron luchar contra las dominantes hordas de vagancia que dominan mi espíritu (tuve que apoyarme también en esa frase que versa “la vida es eso que está fuera de tu círculo de comodidad” o algo así), logré vencer las ganas de volver al depto a siestear (porque además garuaba y hacía algo de frío), y me fui para el lado de la estación de trenes, para sacar un boleto con destino a la vitivinícola ciudad de Gaillac.
En la estación, luego de varios intentos fallidos de sacar el boleto en las maquinitas automáticas, me vi obligado a recaer en las cajas atendidas por humanos, y, a causa de que había muy pocos individuos de dicha raza atendiendo (lo normal es usar la maquinita), me pasé casi 30 minutos esperando para sacar el pasaje (y me informaron que con mi tarjeta solo puedo sacarlos de esa manera) (ah, me olvidé de escribir que Walter ya me solucionó el problema, gracias!). Billete en mano, como faltaba casi una hora para la partida, me fui a recorrer un poco el barrio, que la verdad no estaba muy lindo (como todos los barrios lindantes a las estaciones de tren), pero por suerte encontré una panadería muy tentadora en la cual me compré una especie de sándwich hojaldrado de jamón y queso, y un delicioso “éclair” de chocolate (en la foto no salió bien porque me lo metieron en una bolsita y se pegoteo todo el choco) los que engullí con vehemencia de dorapa al borde del canal, frente a la estación. Satidfecho, cruce nuevamente a la Gare, y, mientras esperaba la llegada del tren, aproveché para chusmear los negocios de revistas y libritos, descubriendo una sección de guías turísticas o “routards” bastante tentadoras.
Una vez en el trencito, tomé asiento y disfruté un poco del paisaje, que alternaba entre la campiña y algunos oscuros túneles relativamente largos, cosa que realmente no me esperaba, pero, es cierto que hay pequeñas lomaditas, que al parecer los ingenieros de la SNCF prefirieron perforar en lugar de bordearlas, y también aproveché para comenzar la lectura de mi flamante librito de Julio Verne. Mucho no pude leer de todos modos porque en menos de 1 hora ya estaba parado afuera de la estación de Gaillac, listo para comenzar la caminata.
Munido por mi mapita electrónico GPSado logré alcanzar fácilmente la plaza central, pasando antes por algunas construcciones llamativas, y allí, entre algunos puesto de feria (no tan feos como los de la mañana) encontré un sector con pósters enormes de la región, donde aproveche para ver lindas imágenes de la ciudad que no pude visitar (Cordes sur Ciel), y otra a la que le tengos ganas pero la veo difícil, llamada Rocamadour (pero bueno, al menos tengo la foto de la foto…). Seguí caminando por el pueblito, recorriendo sus desérticas y poco comunicativas calles (acá quise decir que la verdad mucho no dicen, es decir, que no es gran cosa la ciudad), hasta que llegué a las orillas del río Tarn (el mismo que después llega a Albi). Ahí la cosa se puso mejor, teniendo la abadía de St Etienne (creo) levantada justo contra el agua, lo que al menos levantó un poco la cosa. Vislumbré un cartel que señalaba el inicio de los caminos hacia los viñedos, y decidí seguirlo un poco, cruzando un puente que indicaba el fin de la ciudad, y adentrándome en una rutacampestre, pero como no logre divisar ni la sombra de una uva a la distancia, decidí regresar cabizbajo hacia la abadía, donde se encontraba, además de la oficina de turismo, un al menos prometedor museo del vino.
Quiso la providencia que, por ser el segundo domingo del mes (¿?) la entrada fuese gratuita, de modo que no me ví muy presionado por putear cuando descubrí que el museo era bastante pedorro. Bah, que se yo, estuvo bien, contó la historia del vino en la zona, desde sus comienzos cerca del año 950, su evolución, los tipos de tierra, los símbolos (acá usan el gallo en todos lados), etc, etc, pero nada de cavas grandes, degustaciones, ni nada de eso (que estimo se podrá encontrar adentrándose en los viñedos, etc, pero bue, quedará para otra). Encima no dejaban sacar fotos los trolos (ni que hubiera mucho para sacar). A la salida me tuve que comprar un vino, de bronca nomás…
Quedándome todavía un rato para el regreso, sólo me quedó seguir la visita deambulando primero por las finísimas (y aún desérticas) callejuelas de la zona antigua, luego por la costa del Tarn (para nada comparable con la de Albi), y más tarde aún por zonas un poco más modernas (un poco), donde encontré una casita muy pintorescamente decorada con flores. Para finalizar, pude descansar un rato de la caminata en un prolijísimo y relativamente extenso parque (comparado con la ciudad es enorme), llamado Parc Foucaud, desde el cual también se podía observar a la distancia el lento pero parejo fluir del Tarn.
Solo me restó volverme a la estación (ah, viajé en tren porque cuando decidí hacerlo ya era tarde para organizar lo del auto compartido, que verdaderamente es mucho más barato), y subirme al trencito que, después de casi 2 horas de viaje, a causa de no sé qué desperfecto técnico que no se cansaban de anunciar por los parlantes, me depositó cerca del ya anhelado Jolimont, sede del depto., al cual accedí luego de un pequeño desvío que hice para chusmear el cementerio cercano, detrás del cual hay una interesante vista de unas colinas pobladas de casitas. Por suerte, Sophie llegó de su paseo apenas unos minutos después de mi regreso, preparándome una deliciosa cena con ensaladita, quiche lorraine (tarta de queso, huevo y panceta, típica de Francia), un pate de cabra salvaje, y de postre unos cositos de masa dulce que no me acuerdo cómo se llaman, que se sirven con queso crema, bastante interesantes.
Terminamos la jornada charlando de nuestros respectivos findes, perdiendo por goleada contra el de Sophie, que no paraba de contarme la infinidad de actividades deportivas y morfis increíbles había tenido a su disposición, y lo loco es que todo el finde fue el festejo de cumpleaños de unos amigos (increíble, los tipos invitaron 60 personas a pasar el fin de semana en la montaña, con todo incluído… quiero amigos así!).
Igual, no quiero que termine pareciendo una queja esto, estuvo todo buenísimo, sólo que me esperaba algo un poquito mejor para algunos temas en particular. Además, siempre que algo no sale 10 puntos, o como lo esperaba, pienso en ustedes, allá en Baires, con lluvia y teniendo que laburar, y hasta la feria onceística se vuelve maravillosa.
Besos.
Lindo paseito. Fotos hermosas también. No seas villero y discriminador.
ResponderEliminarCuando vas a explicar lo de Walter?. De nada. Parece que Sofhie esa noche no comió o estaba enojada por todo lo que comiste vos el sábado. Chiste. Besos
Me acusás de dicriminar mientras me tildás de villero???? Se explican varias cosas... jajajajaja. Sophie no comió porque venía de darle duro y parejo todo el finde en el cumpleaños, jajaja. Besote.
EliminarSigo asombrada por la prolijidad de las ciudades. Ni una sola pintada, ni pegatinas de papeles, ni graffitti, ni pasacalles, ni papelitos, ni bolsas de basura rotas, ni cajas, nada roto, despintado. Además ese cuidado y detalles de buen gusto en la presentación de las mesas y platos. Me parece que es propio de toda Francia. Que bueno que leas a Julio Verne en francés. Yo tengo varios pero.... en español. Respecto de la recepción de los amigos, acá te hacen pagar la tarjeta o te invitan a un brindis después de la cena.Jajajaja. Besos. Graciela.
ResponderEliminarNo es taaaan así Grace, hay bastantes pintadas y algo de suciedad. También hay gente viviendo en la calle, y, sobretodo cerca de la estación y en la plaza central, bastante gente mendigando. Es más, hasta ví una rata meterse en un negocio a plena luz del día, lo cual, en lugar de horrorizarme, me enterneció, porque me acordé de la peli Ratatouille...
Eliminar....bien Rulo.....no te mal acostumbrés que recién estuve con Quique Vázquez en Intermédica y está ávido de nuevos productos.....abratzo...
ResponderEliminarAlbertó
jajajaja, decile a KV (porque él lo escribe con K) que se vaya bien a la c... onferencia de Intermédica.
Eliminar20.000 lieux sous les mers! Génial!
ResponderEliminarEt le Gaillac...Merveilleux.
Bon c'est vrai certains marchés sont peu ragoûtants.
Merci pour le récit quotidien, cela fait du bien. JRW
Ragoûtant! Merci à toi por le nouveau mot JR, je ne la connaissais pas! À bientôt!
Eliminar