Al mediodía, escapando de las asiáticas que se iban para el restó U, me dirigí hacia una boulangerie cercana, donde me muní de un delicioso sándwich de cabra (acá le dicen así a los quesos de cabra), morrones y espárragos salteados (ésta si es una combinación armoniosa, no como la mía de camembert con mousse de pato) (cómo voy a extrañar los quesos de cabra…). Maté el tiempo sobrante hojeando un poco mi querido librito de Verne, y mirando de reojo al bizarrísimo grupo de porristas que se puso a practicar su rutina de yanquisísimo aliento en medio de la plaza del capitolio. Después vino la clase de la tarde, la cual coroné con una inmejorable y sútil tarta de manzanas y chocolate.
Degustada la merienda, me subí a una bici y me mandé para el lado de la Estación de trenes, punto de encuentro con mi futura chaufera, llamada Caroline, una despelotada joven de 20 años, que me sorprendió no sólo por la velocidad a la que hablaba, sino por lo increíblemente sucio y desordenado (y para que eso me impresione a mí, que lavo el auto 2 veces al año, con suerte…) que tenía el Peugeot 207 SW en el que nos transportó (va el “nos” porque hubo otra pasajera, de unos 40 años, cuyo nombre no recuerdo, pero era bastante copada). El viaje en sí estuvo bastante interesante y movido, no sólo por las entretenidas charlas (mucha política y cultura gral de éstos gabachos. Ah, y acá también está de moda hablar de la sensación de inseguridad) que tuvimos (siempre que entendía lo que me decían, porque más de una vez quedé de garpe mal), sinó por las bruscas acomodadas de auto que metía Caroline cada vez que se daba cuenta que el auto se le estaba yendo al joraca a causa de sus contínuas distracciones (esto es algo que no había tenido en cuenta con lo del covoiturage, uno puede subirse al auto de un maniático del volante sin otra defensa que las opiniones que dejaron otros usuarios para evitarlo).
En no mucho más de 4 horas ya estábamos atravesando las rocosas protuberancias que parten el paisaje de la campiña para descender bruscamente hacia el Mediterráneo, sobre cuya costa se encontraba nuestra ciudad de destino, extendida mansamente frente al agua. Menos de media horita bastó para atravesarla por completo, llegando finalmente a la zona del puerto viejo, punto turístico principal de dicha aglomeración, desde donde se puede acceder fácilmente a la mayoría de sus atracciones principales.
Me despedí de mis compañeras, y emprendí el corto camino que me separaba del primer hostel que había chusmeado en internet, arribando fácilmente gracias a mi GPS. Amarga fue mi sorpresa cuando me escuché que, con cara de “estás loco flaco”, la recepcionista me comunicaba que no tenían lugar disponible, y que sería difícil que lo encontrara en otro lugar (eso me pareció leer en su expresión, y debe confesarles que al parecer soy muy buen lector de caras…). Fue así cómo se inició mi periplo por todos los hostels que encontré por internet, que luego, obtener siempre la misma respuesta, se continuó por los hoteles de 2 estrellas, dónde tampoco mejoró mi suerte, encontrándome hasta con rechazantes carteles en las puertas. Resignadísimo entonces hube de recaer en un inesperadamente careta y carísimo hotel de 3 estrellas, ubicado estratégicamente en el centro mismo de la urbe, desde cuya habitación (la única que les quedaba) tuve el privilegiado lujo de acceder visualmente al puerto viejo, con su infinidad de yates estacionados uno contra el otro. Por suerte, la elevadísima cantidad que tuve que desenbolsar me hizo también acreedor de una habitación con 2 camas, de modo que puedo apoyar mis bolsos en una de ellas, lo cual fácilmente compensa el hecho de que el desayuno no esté incluído…
Tanto maldije a éstos hijosdemilputa (y a mí mismo por hacerme el pija aventurero que viaja sin reservar), que decidí salir a caminar un poco por la ciudad, buscando algo que me hiciera olvidar semejante golpe al orgullo que me habían propinado los franchutes. Rápidamente comprendí que la respuesta estaría relacionada con la alimentación, y con regresar a las raíces, así que busqué el nombre del restaurante italiano que me había pasado mi profesor, y hacía allí dirigí mis pasos, con la firme idea de olvidarme por un rato de la maldita francofilia que hasta ese momento me había dominado. Y mierda si lo logré! El restaurante era verdaderamente tano, atendido por tanos hechos y derechos, que casi apenas hablaban en francés (con acento tano), y que encima, para alegría de mi exiliado ánimo, a causa de la aparentemente evidente cara de tano que porto (además de “de boludo” y “de trolo”) me confundieron con uno de ellos, alegrándome mucho la noche (forza Italia, no sé qué mierda hago acá estudiando gabacho, tendría que ser alumno de la Dante y estar en el sur de Italia rodeado de pizzeros y mafiosos). Fue así como recompuse mi espíritu, ayudado también por el inigualable plato de gnocchi con salsa de crema de alcauciles, acompañado por un monja crudo impresionante y finas lonjas de quién sabe qué glorioso queso.
Olvidadas las penas (pero no del todo, Marselleses ladrones hijosdemilputas, no puede ser tan caro un 3 estrellas), salí a caminar un rato más para hacer la digestión, encontrando la llamativa catedral, ubicada justo contra el mar, la alcaldía, el iluminadísimo hotel intercontinental, y aprovechando para fotografiar repetidamente las embarcaciones del puerto, brillantemente iluminadas por el plateado resplandor de una luna casi completamente llena, que también enmarcaba deliciosamente a la iglesia de nuestra señora de no sé qué, patrona de la ciudad, ubicada sobre un monte que espero visitar mañana.
Bua, siendo ya casi las 2 am creo que ya es buena hora de encarar para el sobre.
Au revoir.
Me parece que terminaste en un telo de 100 euros, jaja.
ResponderEliminarPero me desapareció el comentario. Te decía que te iba a preguntar si no habías visto la luna, porque yo la vía aquí un día recién salida. color amarillo, luego todos los días nublados o de lluvia. El lugar que estás visitando es hermoso, que lindos los edificios. Tu cara parece muy cansada. Pero bueno, por lo menos conoces. Como te fue en el examen?. Besoooooooooooooooooooooooootes
ResponderEliminarEl vino cansa un poco... creo que me fue bien, pero no me quita el sueño.
EliminarGracias madre. Besote.
Te quedas en Marsellax el finde?Lindo lugar!A orillas del Mediterráneo!!!Los platos tienen una pinta.. .!!!Mm....!Qué hermoso ver la iglesia tan iluminada de noche!
ResponderEliminarBon weekend!!!
Ana
Que tal el examen? Bueno que mas da si de allí te fuiste a Marsella. Creo que la búsqueda de alojamiento no fue como la contas. Cuando viste el tres estrellas con esa ubicación y vista te mandaste derecho, total pagabas con la extensión de la tarjeta de mamá. Hermosas las fotos nocturnas y el auto no se ve tan mal. Después de esta experiencia a empezar con italiano e instalarte a estudiar en cualquier lugar de la bella Italia. Besos.Graciela.
ResponderEliminarjajaja, ojalá, perdí un montón de tiempo buscando, y la verdad no tenía ganas de gastar 150 euros esa noche, pero bua... pagará Walter.
EliminarEh ahí en la foto con tu carucha en el hotel se ve una nespresso!. Hacete un feca al menos si no tiene desayuno.
ResponderEliminarCasi le entro, pero me frené por ratón...
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