Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

mayo 18, 2014

Día 14: Playita + Pico Móncaco + Niza

Tan rebozante de peronismo se mostraba el cielo en esta renovada, y no muy joven jornada (porque me levanté a eso de las 9, teniendo al menos unas 5 horitas de merecido descanso), que no tuve ninguna duda en que solucionaría sin mayores inconvenientes el tema del hospedaje para la siguiente noche, lo cual, después de unos pocas llamadas telefónicas, incluyendo rebotes, reservas, contrareservas, cancelaciones, y promesas verbales de la existencia de la tan buscada habitación, probó haber sido una buena corazonada.
Así fue como rondando las 11, contando ya con la compañía de mi cinéfilo compañero de viaje findesemanesco, habiendo hecho el reconocimiento de mi nuevo hogar cannesino (ubicado estratégicamente entre la estación de trenes y el Palais des Festivals, en una zona rarísima, conjunción de un Once upgradeado y un Palermo Soho), nos largamos, mallita bajo el pantalón (a modo de calzón) para la zona de playas, a la cual accedimos después de unos 20 minutos de distendida y costanérica caminata, atravesando obviamente todo el circo montado para el festival, con la interminable variedad de personajes, ataviados de tan diversas formas como la suma del espectro visible, infrarrojo y ultravioleta lo permiten (smoking, traje de gala, jeans, ropa careta, bermudas, slipetas, etc, etc). Una vez inmersos nuestros pies en las finas y delicadas arenas, velozmente transmutamos nuestros atuendos citadinos, asumiendo formas más acordes con lo que la playera situación demandaba, y, después de las obligatorias fotos de ocasión, a las que se sumaron unas no muy bien logradas selfies, y otros similares videítos de vine, disfrutamos de la rara y refrescante oportunidad de darnos un buen chapuzón en el mediterráneo, con sus traslúcidas, calmas, y extremadamente saladas aguas (lo que valió el atinado comentario del alemán sobre la coherencia entre ellas y los precios de Cannes), apreciando la impactante belleza que nos regalaba el turquesoide degradé de matices a medida que la profundidad iba in crescendo. Tan tranquilas y claras estaban las aguas que realmente parecía una pileta, con el agregado de un marco inmejorable de escolleras rocosas, yates y casitas colgadas de los vecinos montecitos sobre la circundante bahía.
Saciadas nuestras necesidades natatorias (hubiese estado para quedarse nadando todo el día, pero, además de que somos personas muy ocupadas, hay que reconocer que el agua estaba un poquito fría), y secos nuestros trajes de baño (imagino no faltarán comentarios sobre mi flamante adquisición al respecto), los cuales harían las veces de ropa interior durante la jornada, decidimos continuar con nuestros itinerarios, siendo el de Andrés la cobertura de una conferencia de prensa sobre la película argentina Relatos Salvajes (o similar), que incluyó la presencia de participantes como Oscar Martínez, Sbaraglia, Darín y hasta Almodovar, quienes obviamente no inflamarían mi cholulísmico costado con su cuatrodecópica naturaleza (traducción: todos los lugares a los que no puedo acceder por no estar acreditado pasan a ser, en mi imaginario, directamente una mierda… y bue, cada uno crea los mecanismos de defensa que puede, o que cree convenientes…) , por lo que decidí quedarme leyendo en la playa, difrutando un rato más del amable sol (o eso creía), la suave y tibia brisa, y el llamativo desfile de extraños personajes (como uno que se paseaba de lado a lado con una sunga que tenía la imagen del Che Guevara en el orto…) y minas haciendo topless (no saqué fotos porque no quería quedar tan pajero, pero igual no había muy buen material). Tanto disfrute de esa lectura costera, que hasta me mandé una gloriosa siestita al borde del mar, que me dejaría unas duraderas y no muy placenteras ni estéticas secuelas, a causa de que el sol no era tan benigno como pensaba, pero de la cual no me arrepiento ni por un instante.
A eso de las 14.30 volví a reunirme con mi corresponsal amigo, y luego de precipitarnos sobre unos saciadores sándwiches (riquísimos como de costumbre, ya no tengo que hacer hincapié en y la calidad de los inusmos… ah, hasta el pan es de una calidad superlativa en todos lados acá…) y unas refrescantes cocuchas, decidimos, casi sobre la marcha, y sin ningún mapa, guía turística, ni investigación internáutica previa de la zona, alquilar un cochecito y largarnos a conocer la no muy lejana ciudad de Mónaco (bah, no sé si está bien decir ciudad, o principado, o lo que carajo sea…). Fue así como, largo papelerío mediante (del cual siempre creo que me están haciendo firmar cosas con las que me van a terminar rompiendo el culo, como la franquicia del seguro, etc, etc), logramos sacar un humilde pero equipadísimo Opel Corsa (tenía hasta una modalidad llamada “Eco”, que, entre otras actitudes amigables con el entorno, hacía cosas como apagar el motor cada vez que ponía punto muerto, para encenderlo en una fracción de segundo inmediatamente cuando apoyaba el pié en el embrague para volver a arrancar), el cual logró depositarnos, al cabo de una inolvidable travesía por las impresionantes autorrutas de la zona, con sus interminables túneles y empinadísimas y acantiládicas vistas (hasta los peajes son copados, aunque bastante caros los hp…), en la lujosísima susodicha ciudad, después de un último y brusco descenso desde las alturas de las montañas (que estimo ya serán casi el inicio de los pirineos) hasta su rocosa costa, proeza lograda después de circular por una interminable serpentina de finas arterias talladas en la roca.
Lo primero que nos vino a la cabeza al llegar al nivel del mar fue el preguntarnos lo que les habrá costado a éstos hps levantar la ciudad en semejante entorno, ya que se trata de una especia de piedra gigantesca sobre la cual se fueron tallando balcones aterrazados (como los de Matchu Picchu) en los que, en lugar de cultivar la tierra, levantaron edificios, palacetes, puentes, escaleras, túneles, etc, etc, cada uno a una altura diferente, y con una inmejorable e interminable vista sobre el mediterraneo. Lo segundo que nos llamó la atención fue lo imposible que es encontrar lugar para estacionar, debiendo dar incontables vueltas hasta dar con un pequeño lugarcito recién liberado, el cual afortunadamente probó estar realmente muy bien ubicado, ya que nos permitió comenzar el tour por los puntos de interés a pocos metros de haber comenzado a caminar (tremendo orto, teniendo en cuenta que no sabíamos nada de la ciudad).
Fue así como acto seguido, después de cruzarnos con una estatua de Fangio (exactamente igual a la que está en puerto madero frente al edificio de Mercedez Benz), nos topamos con todo el andamiaje y las gradas ya montadas para el inminente Grand Prix (que se llevará a cabo la semana que viene), pasando a metros de los boxes en medio de su preparación, los que ya contaban con los nombres de cada uno de los pilotos, entre los enormes camiones de las escuderías. En seguida después de eso llegamos a la zona portuaria, donde claramente pudimos notar la escala de guita que se mueve en ésta ciudad, a causa de que los yates allí estacionados hacían ver a los de Cannes como veleritos, y a los de Marsella como balsas rotosas, tal era su tamaño y lujo. Realmente no me entra en la cabeza de dónde sale tanta plata, pero es más que obvio que nadie puede haberla generado en su vida, ni siquiera las estrellas de cine ni figuras deportivas podrían bancar semejantes bestias. Estimo serán familias históricamente ricas, posiblemente desde épocas inmemoriales, tipo descendientes de duques, etc, etc. Todo esto deja bien en claro que no sé un carajo de la historia de Mónaco, pero también renueva la idea de que hay que poner algún tipo de límite al capitalismo y a las herencias (las de esos hp, las nuestras que ni las toquen, eh!), no puede ser que un tipo, sólo por nacer, sea acreedor de semejante fastuosidad. Realmente no se puede describir como otra cosa que dioses o reyes, tal es el lujo con el que viven y el poder que deben tener estos muchachos.
Bua, la cosa es que uno no puede evitar sentirse verdaderamente un sorete al lado de tan tremenda ostentación y lujo, especialmente cuando, después de pasar por el túnel más famoso del mencionado circuito de F1 (creo que tiene un nombre, pero…), y subir por un ascensor hacia las terrazas del Casino de Mónaco (porque además de escaleras por doquier, también hay gran cantidad de modernos ascensores públicos, que comunican los variados desniveles de la ciudad), nos topamos con el barrio más exclusivo, el cual debe tener la mayor densidad de ferraris, bugattis, lamborghinis y porsches por metro cuadrado del mundo (bah, no sé cómo será en Luxemburgo, donde, creo, el PBI per cápita es superior). Tal fue la cantidad que vimos, entre estacionados y rodantes, que hasta nos aburrimos de sacarles fotos. Realmente una cosa impresionante (y eso que venimos del festival de Cannes). Allí también nos topamos con calles repletas de hoteles y locales hiperlujosos, con sus concurrentes aguardando en las portadas para ser recogidos por sendos choferes.
Todavía shockeados nos alejamos un poco de ahí, completando el tour por otros barrios no taaaaaaan lujosos, pero sí seguramente inaccesibles para el 99,5% de la población mundial, conectados por empinadísimas escaleras y pronunciadas pendientes, tanto que hasta realmente daba vértigo asomarse a contemplar la vista circundante. Llegando luego a una zona más céntrica y comercial, donde nos cruzamos con lo que sería la barra brava del Mónaco, paramos un segundo en un Starbucks (el primero que veo por estos lares), principalmente para mear, pero también para descansar un poco y clavarnos unos tentempiés. Lo único que nos quedaba por hacer era la visita al palacio del principado, construido como una fortaleza sobre una inmensa roca a un extremo de la ciudad, desde donde obviamente se debe poder disfrutar de una inmejorable vista panorámica (y digo debe porque, habiendo realizado todo el cansador ascenso, fuimos detenidos en la puerta de ingreso, a causa de no sabemos qué evento privado que impedía el ingreso al turismo… y bua, todo no se puede…).
Fue entonces cuando, siendo algo así como las 19 hs, decidimos emprender la retirada, pero planeando darnos un pasada por la cercana y también costera ciudad de Niza, ubicada camino de regreso a Cannes. Así fue como entonces, después de un vertiginoso y rocoso ascenso vehicular para salir de la ciudad del querido Pico, y de un larguísimo recorrido por los interminables suburbios de la inesperadamente enorme urbe nicense, a eso de las 20 arribamos a la zona del puerto de Niza, dónde, después de no pocas vueltas, pudimos finalmente estacionar el auto y salir a recorrer un poco a pata.
Como acabo de mencionar, el hecho de haber atravesado los enormes suburbios, muy similares a los de Rosario o hasta Córdoba (en serio), no nos dio lo que se dice una muy buena impresión de la ciudad, lo que, ayudado por la irrealidad que veníamos de vivir en Cannes y en Mónaco, le asestaba un golpe de gracia a lo que sería nuestra opinión al respecto. Encima, su pequeño puerto, poblado por coloridas pero raquíticas embarcaciones, sus calles decididamente más anchas, sucias y faltas de glamour, su insípida plaza central, y su extrañamente fiero congreso (llamado acrópolis…) tampoco ayudaron a torcer nuestro parecer al respecto. Fue solo cuando, después de caminar un poco más, comprobando la alegría y amabilidad de sus gentes (siempre sonrientes ellos/as), y encontrándonos primero con una moderna, extensa y muy coqueta plaza (la cual bautizamos como Carusso Lombardi por el extrañísimo espectáculo de humo y aguas danzantes que proponía), para finalmente recaer en su irresistible centro histórico, el cual, ubicado al borde de su larga costanera de playas pedregosas (en lugar de arena tienen unas piedritas blancas, pintonas pero un poco molestas), el cual nos maravilló con sus angostísmas callejuelas pobladas por miles de pequeños e  irresistibles locales gastronómicos de todo tipo, cuyas mesas, ubicadas en medio de las calles, nos hicieron una proposición a la cual nos fue imposible oponer resistencia.
Decidimos pues quedarnos a cenar allí, específicamente en un restaurante llamado Caffe dell Arte, atendido por su propio tano (es impresionante la influencia gastronómica que tenemos los tanos acá), quien, para variar, también nos creyó sus compatriotas (parece que me voy a tener que inscribir en la Dante nomás). El jovial Vittorio (hincha fanático del Cattania, con quien nos terminamos sacando una foto y todo) nos agasajó de todos modos con un extrañamente accesible pero no por eso menos delicioso menú compuesto por platos típicos de la zona, como una ensalada nicense (niçoise), que consta de lechugas, tomates, atun, anchoas, huevo, aceitunas negras, morrones y cebolla colorada, unos morrones rellenos con no sé qué tipo de carne (pero rica seguro), un salmón a la nicense (ofrecen salmón a lo loco por la zona), con verduras asadas y reducción de vinagreta, y una deliciosa carne cocida al vino tinto que venía con fideos tipo cuerda de guitarra. Acompañamos los manjares con la infaltable caraffe de agua, y con un amable vinito de la zona. De postre, Vitto terminó de conquistar nuestros corazones con un par de crepes con chocolate y crema que terminaron de darle la última pincelada a la jornada.
Realmente nos costó retirarnos del lugar, un poco porque el vino había hecho de las suyas (cosa que evidenciamos al descubrirnos riéndonos de unos chistes muy pedorros referidos al supuesto parecido del nombre de una callecita con el loco Abreu (Arbre D´Eau se llamaba…), pero mayoritariamente porque terminamos descubriendo una zona mágica de la ciudad, la cual, sin los despampanantes excesos de las otras, logró fascinarnos por su simpleza, su calidez, y, sobre todas las cosas, por ser del palo.
Con ese agridulce estado de ánimo nos despedimos de la amistosa Niza (cuyo equipo encima tiene los colores del Milan… forza!), emprendiendo la nocturna retirada (eran las 23:30 hs aprox.), que probó traernos algunos problemas para encontrar de nuevo la montañarrúsica autorruta A8, que nos llevaría (después de alcanzada) hasta nuestra fílmica ciudad de destino, lo que nos tomó aproximadamente 1 horita más a causa de las pérdidas que sufrimos. Alcanzado el centro de Cannes, aguardábanos todavía una pequeña sorpresa organizada por la celosa fortuna, la cual, seguramente ofendida por todo el uso que habíamos hecho de ella durante la jornada, decidió jugarnos la mala pasada de tener cerradas todas las estaciones de servicio para llenar el tanque y devolver el tutú, por lo que nos pasamos casi otras 2 horas reloj yendo de un lado a otro, preguntando, mirando el gps, y rebotando en las estaciones automáticas que no aceptaban nuestras tarjetas, hasta que decidimos que nos chupaba un huevo la política de devolución del auto con la nafta cargada, dejándolo así como estaba, sólo porque somos bien poronga (total, he pagado tantas multas, qué le hace una mancha más al tigre…) (ah, hablando de Gareca, alguien tiene novedades sobre su venida a la acadé?), y escapándonos para tener nuestros merecidísimos descansos (vean la foto de la puerta de mi habitación, no necesito más para describirla..).

PD: de yapa va link a la genial nota que escribió el alemán a propósito de la presentación de la mencionada peli argentina en el festival, junto con un par de fotos de su credencial y de su incesante labor, hasta telefónica (en niza) con el fin de lograr sus objetivos.  
http://www.escribiendocine.com/articulo/0008851-cronica-relatos-bien-salvajes-en-cannes-2014/












































































8 comentarios:

  1. Como vos decis sos un rehdp. Yo pensaba que largo que se la va hacer en esa ciudad todo el tiempo entre la escuela, el mismo recorrido y la casa. tan lejos y con esa rutina. Ahora no sé que hiciste con la Alianza, Sofie y demás, .... Cannes, Mónaco, Marsella, Niza. En esta época, en esos lugares, con esas comidas y postres. La mallita 10 puntos, el quemado rojo es por mentirnos al decir que ibas a estudiar. Besos. Genial el recorrido y la descripción de las características de cada lugar. Graciela.

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  2. Por acá andan diciendo que hay un nuevo Tomasito, y que solo te falta la foto espalda con espalda, jaja.
    Y hablando de contramano, la foto del tunel de Mónaco es de la salida: corren en el otro sentido. Al tunel entran como viniendo de Niza.
    Saludos.

    Ah, comprate una cámara hermano; las fotos de noche salen horribles, es un desperdicio.

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    1. jajajaja, me saltó la ficha... gracias por el dato.
      Y tener cámara es de asiático, celular y gracias, salgan como salgan.

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  3. JOJOJO Coincido con Sietecase en lo de la cámara, pero igual mubueno todo!

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    1. Raziaas. Aguanten las fotos pedorras, lo que importa es el relato igual!

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  4. Excelente. Te felicito por los hermosos lugares que están conociendo, las ricas comidas, los bañitos de mar y el tostado. sólo en una foto no saliste bien, en las demás estás preciosos. Seguí disfrutando. Besoooooootes

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