Durante la clase pude acrecentar un poco los hasta ese momento incipientes lazos de amistad que me ligaban a mis compañeros, refiriéndome obvia y específicamente a los de razas como Dios manda, dejando bien de lado a las inferiores… bua, racismos de lado, la perfecta conjunción entre mis infalibles habilidades comunicacionales y mi irresistible encanto me hizo acreedor de una invitación a un almuerzo cuyos organizadores eran la riojana (de Rioja España, no?) Raquel, y el inglés Matt (que se parece bastante a Matt Damon en la película Good Will Hunting). El resto de la partida estuvo compuesto por un alemán (al que algún aire a Schumagger se le puede llegar a encontrar) y su novia, y una londinense (que aún no sé si es la novia de Will, digo Matt). (también conocí a un, aún más joven que el resto, paraguayo, obsesionado con Andrea Rincón y el bailando…, quién no sé por qué razón decidió no quedarse a comer).
La idea original era disfrutar las delicias ofrecidas por en una tradicional y muy concurrida (especialmente por la juventud) crepería llamada “Sherpa”, como los que escalan el Himalaya, pero que en realidad dicho nombre es un juego de palabras con “pas cher” (pronunciado pasher en francés) que significa “no caro” literalmente, o sea barato. La cagada fue que eramos 6, y la mezcla entre la alta concurrencia con lo chicos que son los negocios acá nos obligó a recular y terminar cayendo en un autoctonísimo restaurant libanés… que igual estuvo muy bueno y barato. De ahí nos fuimos para un mini cafecito careta, donde le entré a un espresso acompañado de una mantecosísima galleta con chocolate, y una factura típica del sur de Francia llamada cannelé (bastante interesante, pero nada del otro mundo). Lo único negativo para mencionar fue el hecho de que, al no saber nada de francés la novia de Schummy, nos vimos obligados a hablar en inglés, perdiéndose así un poco la atmósfera careta de la situación (bah, en el libanés no había nada de caretaje, pero sí en el cafecito).
Cerca ya de las 17 (si, se toman su tiempo estos muchachos en comer, charlar y vagar… es qué, cómo están acá hace varios meses, la parte del turismo ya no les interesa, así que su vida se compone de cursar a la mañana y disfrutar relajándose por la tarde (supuestamente están buscando trabajo también, pero quien los culpa de no hacerlo muy activamente?) nos despedimos, pero sólo hasta la noche, ya que nos encontraríamos nuevamente para experimentar (en mi caso por primera vez) la noche toulousana (ellos iban a hacer una previa en lo de Raquel, a la cual yo no podría asistir a causa de mi compromiso previo con la academia parisina.
Ya entonces con la idea del inminente partido bien instalada en mi cabeza, me volví para el depto en el querido Jolimont, donde descansé un rato, hice un poco de tarea, y tuve una tempranísima (eran las 18:50)y frugal cena, compuesta por una deliciosa ensalada de verdes y semillas varias, huevo, jamón crudo, bruschetas con queso, y quién sabe qué más, completada por la infaltable tabla de quesos, vinito, y gateau au chocolat. Bien alimentado, realicé al raje los últimos preparativos y acondicionamientos (incluída una afeitada a máquina para la cual tuve que apelar a todos los recursos Mc Gyverísticos a mi alcance, hay foto), y salí trotando hacia la parada de bici, desde donde tomé nuevamente la refrescante ciclovía que bordea el canal, para luego adentrarme en las afuras de la ciudad, llegando hasta la parada de Metro llamada Barrière de Paris, desde donde la ciudad presta un servicio de micros gratuitos (acá le dicen navette, y sale cada 5 minutos) hasta el estadio Ernest Wallon, hogar del mítico Stade Toulousain.
Me subí, junto con una incalculable cantidad de rojinegros seguidores, al extenso colectivo (era de esos tipo gusano), y soporté a duras penas el corto viaje (de unos 15 minutos) a causa del intenso calor que la masa de gente provocaba, y que las miniventanitas del vehículo obviamente no alcanzaban a aliviar. Una vez abajo, caminando unas pocas cuadras en caravana (lo que a uno ya lo va metiendo en clima), y cruzando por debajo la autopista (que es la que lleva al aeropuerto), me encontré frente al pequeño pero muy ordenado estadio, abarrotado ya casi en su totalidad, vibrantemente expectante frente al inminente inicio del encuentro.
El partido en cuestión formaba parte de las fases fianles del top 14 (así se llama la primera división del campeonato francés), y era específicamente un partido de barrage, una especie de repechaje para entrar en las semifinales (la cosa es así, son 14 equipos que juegan una liga de todos contra todos. De esa liga, los dos que terminan primero y segundo pasan directamente a la semifinal, y los que terminan entre el tercero y sexto lugar juegan éste partido extra de barrage, pasando los ganadores a la semifinal, con los otros 2 que ya estaban clasificados de antes. Como el Toulouse había salido 4to, y el racing 6to, la localía le correspondió a los primeros. Fácil, no?) (bua, más complicado que el torneíto de 30 equipos que quiere armar Julito no creo que sea…).
Llegué a mi asiento (ubicado en la tribuna norte, detrás de los palos a la izquierda) con muy pocos minutos de sobra (habiendo pasado por el toilette donde nuevamente me encontré con divertidos cartelitos en los mingitorios), justo a tiempo para escuchar las formaciones, pudiendo notar el gran cariño que le tienen al pato Albacete, que fue uno de los nombres más vitoreados. Obviamente había muy pocos seguidores de la acadé parisina, viéndose sus delicadas y ondulantes banderas albicelestes (justo tenía al groso de su hinchada a pocos metros) opacadísimas por el omnipresente y newelsoldboysístico rojo y negro. Un dato curioso, justo antes del partido (estimo será algo obligatorio del top 14) en las dos populares se despliegan banderas enormes con forma de camiseta, en una la del Toulouse, y en otra (donde me encontraba) la del Racing. Llegado ese momento, toda la tribuna empezó a abuchear, enojadísima por tener que desplegar por sobre sus cabezas los colores visitantes, pero ninguno se opuso, ni la escupió, ni rompió, ni nada. Muy loco. (bah, muy loco es lo nuestro en realidad…).
Pasando propiamente al partido, la verdad es que en cuanto a lo deportivo tengo que admitir que no fue un gran espectáculo. El juego terminó decantándose para el lado de la perfectamente ensayada pero, debo admitirlo, bastante mezquina propuesta del Racing, que apostó a lo seguro, su superioridad en el scrum (la melé) y la infalible puntería de Jonathan Sexton (metió 7 de 7, marcando así los 21 puntos de su equipo), el apertura irlandés, a quien los del Racing encima le pusieron como entrenador de patadas al legendario Ronan (todavía lagrimeo cuando veo la foto que conseguí…). Los locales no supieron adaptar su juego, lo que, sumado a que estuvieron bastante indisciplinados (7 penales no es poco), y a que su apertura Jean Marc Dussaine no estuvo derecho con el pie (ni a los palos ni tácticamente) (hasta tuvieron la mala leche de que una patada muy larga de Macallister pegara en el travesaño, y que no les cobraran por videoref un try de Huget), se tradujera en una inesperada y dolorosísima derrota (y eso que lograron estar dos veces arriba en el marcador) , especialmente porque fue la primera vez en la historia del top 14 (hace 20 años que se juega de ésta manera) que el Stade Toulousain no accedió a las semifinales.
Pero bueno, para no aburrir con detalles rugbísticos, paso a las anécdotas pintorescas del ambiente alrededor del partido. Más allá de la ola (que por suerte hubo una sola), y la musiquita esa de “pa pa pa para para parapará” que suena antes de cada salida, cosas ya típicas del rugby, me impresionó mucho el momento de la salida de los jugadores al campo de juego, precedida y secundado por una explosión de cánticos, revoleo de banderas, y un despliegue de fuegos artificiales realmente memorable. Después, pasando a los cánticos, casi todos eran bastante sencillos, predominando el “allez” (vamos) casi en el 100 % de los mismos (“allez allez le Stade, allez” o “allez allez les toulousaines”), pero habiendo también tiernas batallas de cantos entre las hinchadas, tirando un “y dónde están, y dónde están, y dónde están los parisinos” los locales, para recibir la originalísima respuesta, siempre después de un penal metido por Sexton, de “y están ahí, y están ahí, y están ahí los parisinos” (en franchute rima mejor). Queda mal lo que voy a decir, pero la verdad es que uno no puede dejar de pensar que les falta un poco de pimienta, no viniéndoles mal adjuntar un par de “putos, putitos, o al menos cagones, o muertos” a las letras (y ni hablar de los infaltables vasos de meo arrojados desde las alturas, como bien me recordó el colo).
Otro momento memorable, y que demuestra la vehemencia con la que se vive el rugby acá, se dio cuando el centro de los locales, Florian Fritz, se comió tremendo rodillazo en la cabeza, quedando K.O. por algunos minutos, durante los cuales la totalidad del estadio coreó su nombre a viva voz, cosa que se incrementó cuando, después de haberse reincorporado y caminado algunos pasos, el tipo volvió a caer K.O., debiendo ser retirado del campo, y no se detuvo ahí, porque la ovación fue aún más ensordecedora 15 minutos después, cuando el animal regresó al partido cerrando el cambio temporario. Era como si hubiese entrado a jugar el Diego…
Ni mencionar tengo lo que significa para mí ver tan de cerca en acción a Hernández, por quien debo admitir siento una admiración ya cercana al enamoramiento… qué se yo, hay putos a los que les gustan las pinturas, las esculturas, etc, a mí me gusta ver jugar a Hernández… el hijodeputa es distinto desde su inconfundible y elegante manera de correr, hasta la forma en que sólo él sabe pegarle a la pelota (metió un bananazo combado con pique al touch de otro planeta!). Y lástima que el drop que pateó terminó pegando en el palo (aunque creo que fue mejor, porque seguro lo hubiese terminado gritando, lo que tal vez me hubiese valido perder la amistad del grone que tenía sentado al lado, con el cual pude discutir bastante los sucesos del encuentro)…
Bua, pasados los 80 minutos sonó la sirena, y así se terminó la aventura rojinegra en el top 14, quedando el estadio casi completamente mudo, excepto por los pocos gatos locos que se quedaron alentando a los jugadores académicos, quienes retribuyeron el aliento acercándose a saludarlos. Lentamente se fueron vaciando las tribunas de sus entristecidos ocupantes, quedándome yo con un dejo agridulce, ya que, si bien prefería y festejé el triunfo blanquiceleste, dicho hecho me privó de vivir el festejo que se hubiese dado, tanto en la tribuna como en la ciudad, y además condenó a muerte la posibilidad de ver otro partido, ya sea en la cancha o en la pantalla gigante que según tengo entendido instalan para dichos eventos en la plaza del capitolio. Mala leche…
De todos modos eso no me privó de quedarme dando vueltas por los alrededores de las tribunas, chusmeando sin muchas expectativas, hasta que, de casualidad, me crucé con un pequeño grupo de hinchas del Racing esperando cerca de una puerta, por lo que presumí que tal vez podría cruzarme con algún jugador. Allí debo admitir que la verdad permanecí un buen rato, pero estuvo divertido porque escuché muchas canciones divertidas, y además cada tanto aparecía algún miembro del staff, y hasta el presidente del Racing (llamado Jackie por los hinchas…) quienes saludaban afectuosamente y se sacaban fotos. Como dije, después de un buen rato recién apareció un jugador, el nro 13 del Racing, una bestia llamada Henry Chavancy, con más pinta de hooker que de centro, que se sacó un par de fotos con la gente, y se volvió para el vestuario, cuya puerta cerraron definitivamente. Decepcionado, decidí dirigirme hacia donde estaban las puertas del tercer tiempo, al cual me fue imposible ingresar, así que me fui de vuelta para el lado de las tribunas, para poder dar un último vistazo al estadio desde adentro. Ahí noté que había algunas personas sobre el campo de juego, así que sin dudarlo salté el vallado y me metí adentro, aprovechando para sacar algunas fotos, y de paso experimentando lo suave y acolchado de su césped (sí, me tiré al piso y todo).
Después, sólo me restaba permanecer un tiempito más por los alrededores, rogando que los jugadores no hubieran pasado aún para el tercer tiempo (porque ya había pasado más de una hora después de finalizado el partido). Por suerte, y qué suerte!, al ratito ví venir en mi dirección al ya mencionado Ronan O´Gara, a quién saludaban afectuosamente un grupo de hinchas del Toulouse, felicitándolo por la efectividad del pateador. Cuando me vió no pudo evitar la necesidad de pedirme una foto, y bueno, tuve que ceder… hay que ocuparse de los fans. Ahí mismo también se me acercaron Juan Imhoff, a quien le salió medio borrosa la autofoto que me pidió, y el mago Hernaández, quien no pudo evitar hacer un comentario sobre lo fachero que soy mientras me pedía la foto… nunca voy a olvidar el enriquecedor diálogo que mantuvimos:
-JMH: sos de acá?
Yo: no, estoy de vacaciones.
JMH: que bueno che!
Yo: si, gracias, felicitaciones!
JMH: gracias, gracias. Chau!
Yo: chau… (snif…).
Y así, con el cartón lleno, me volví para la ciudad, pateando por senderos verdaderamente oscuros (porque la navette ya no funcionaba a causa de que eran las 00:30… si, me tomaron tiempo las fotitos) que me hubiesen atemorizado si no fuera por el estado de ebriedad emocional en el que me encontraba a causa de mis recientes encuentros, hasta encontrar la primer estación de bicis a la vista, desde la cual encaré hacia el centro de la ciudad, donde me uniría con la juventud para tener un, no muy esperado por mí debo admitir, pantallazo de la movida nocturna toulousana. A los pocos minutos ya estaba saludando nuevamente a mis flamantes amiguitos (creo que ninguno pasa los 23 años), quienes estaban acompañados por una china llamada Carmen (que mide 1,45 m) (en realidad su nombre verdadero era similar, así que ella se hacía llamar así), y unos franchutes, bastante borrachos ellos, lo que hacía muy divertido el escucharlos hablar, y la verdad fue lo mejor de la salida… (sí, la canción “Juan Boliche va” la escribieron por mí). La cosa es que entramos a un bar/boliche, obviamente con música a todo volumen, calor, humo (y a falta de humo, había un par de desquiciados que accionaban matafuegos sobre la gente… lo cual fue una de las mejores partes de la noche), etc. Lo mejor fue que, a pesar de ser una ciudad llena de universitarios, parece que los barres cierran temprano, así que apenas pasadas las 2 am nos vimos obligados a salir. Después, nos quedamos un rato callejeando y recoriendo un poco la zona de boliches garpos (a los cuales ni en pedo ingresaba, ya me cuesta gratis, imagínense pagando 12 euros…), y a eso de las 3:30 am nos saludamos y encaramos para nuestros hogares, acompañando buena parte del trayecto a la china Carmen, que habla hasta por los codos, y vive de pasada), sabiendo que, a causa de la trasnochada (y de mi inestimable amor por dormir), el día siguiente sería de reposo, y a lo sumo de preparación para el posterior.
Ciao.
Hola!Qué lindos y entretenidos tus relatos! Son muy descriptvos ,coloridos y bien detallados!!!El gatito hrmosoComo Milo Version peluda.jaj!que bien que te atiendeSophie!!!Me encanta esa terracita!!!
ResponderEliminarLindas fotos del estadio y vos conJHernandez re -feliz!!!!
Beso y segui disfrutando y compartiendo!!)!Ana
Gracias Ana!
EliminarPormenorizado relato de algo que no entiendo nada, las reglas del campeonato y el juego de rugby. Todo lo demás me hiciste reir mucho. Las fotos y videos buenísimos. Fue un día a pleno incorporaste todo cada momento. Me encantó. Besos. Graciela.
ResponderEliminarcómo que no entendés de rugby?????
EliminarFijate porque Hernández subió la selfie con vos al Twitter.
ResponderEliminarsi, un desubicado, no le dí mi autorización... salí un poco parecido a imhoff igual...
EliminarHermosos tus relatos hijo. Me alegra mucho que estés pasando tus días toulousianos tan bién. Besos. Tu madre
ResponderEliminarGracias Madre!
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