Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

mayo 08, 2014

Día 5 - Covoiturage à Albi

De nuevo arriba tempranito (por ahora no paso de las 6 horas de sueño, pero no me quejo porque clavé altas siestas compensadoras), aseo y desayuno mediante salí al raje para llegar a tiempo al punto de encuentro de acordado la noche previa con mi futura conductora. Obviamente utilicé la bici para acercarme a destino, teniendo la suerte de encontrarme casi obligado a bordear el canal de midi justamente para el lado que todavía me faltaba recorrer, de modo que maté 2 pájaros de un tiro (movilidad y turismo), pasando en el trayecto por zonas bastante más modernas, algunas manteniendo el estilo, y otras ya monoblóquicas (obviamente no llega a ser como los monoblocks de Dock Sud, pero se acercan un poco). De todos modos lo más lindo del trayecto no es la arquitectura circundante, sinó lo apacible que es todo el entorno del canal, los puentecitos, el ruido de los pájaros, los perros que se tiran a buscar pelotas de sus dueños, etc.
Por suerte mis previsiones fueron buenas, y logré arribar a tiempo, bah, hasta con 10 minutos de adelanto, lo que me permitió buscar con tranquilidad un punto de devolución de la bici (que no siempre son fáciles de encontrar). A los pocos minutos cayó Adeline, la dueña del Megane 2 que me llevaría a destino, quien, luego de nuestra presentación, me pidió que la acompañara a buscar a los otros 2 pasajeros, los cuales en realidad también estaban paraditos en la vereda esperándola. Nos saludamos cortés pero fugazmente, y en seguida nos subimos al tutú. Me tocó ir atrás junto con un Senegalés que vive en Toulouse hace 12 años (por lo que hablaba muy bien ya), mientras que adelante viajaba un Húngaro, cuya nacionalidad recién me fue revelada cuando llegamos (lo cual fue un alivio, porque la verdad era que no le entendía una goma cuando hablaba, y hasta llegué a pensar que era un franchute campesino que hablaba en dialecto… pero cuando noté que Adeline tampoco lo comprendía muy bien empecé a sospechar… sí, no me apodan Sherlock por nada…).
El viaje fue muy tranquilo, y bastante rápido (tardamos 1 hora aprox), moviéndonos mayoritariamente por autopistas, desde las cuales pude apreciar el paisaje rural de la zona Midi Pyrinees se llama), que presenta protuberantes sembradíos, todos coquetamente organizados, con sus equipos de riego, y llamativamente plagados de árboles (tal vez esté prohibido desmontar). También es notable la presencia de casas y hasta minipueblitos entre los sembradíos, como generalmente se da en el resto del viejo mundo (bah, en Nueva Zelanda también era así), contrario a nuestros campos despoblados (sí, siempre escribo lo mismo, hasta yo me autoaburro ya). Por último, tampoco faltaron los viñedos, ya que, según escuché, esta es una zona vitivinícola importante, especializada en vinos frescos o jóvenes, es decir, no de guarda (en la guía que me regaló Gertru figuran infinidad de nombres, los cuales obviamente no intentaré memorizar ni por un instante).
Depositados en el centro de la ciudad por la simpática pero bastante despistada al volante Adeline (tal vez era porque no conocía bien el camino, pero probablemente se debía sólo a su condición de  portadora de cromosomas X únicamente (besos a todas, es una joda chicas… na, en realidad no, jajajaja…), lo que también representa una ventaja del sistema de coche compartido frente al tren, ya que, además de ser más barato, te deja casi donde querés (si el conductor es copado), pocas cuadras tuve que recorrer para encontrar mi primer destino, la catedral (de no me acuerdo), una mole gigantesca, pero enorme en serio (lo que resulta desubicadísimo en comparación con lo pequeño de la ciudad, y ni hablar con lo que sería la ciudad en el pasado…), siendo de hecho, de las contruídas con ladrillo a la vista (me olvidé de mencionar eso), la más grande del mundo. Además de su imponente porte, la guacha también es altamente impresionante en su interior, plagada de finos detalles tallados en madera, pinturas y esculturas. También tiene una cosa rarísima (al menos para un ignorante como yo, que es el hecho de presentar su órgano sobre el altar en lugar de tenerlo atrás). Es por esta bestia que los Albianos (o cómo se llamen) definen su ciudad como “episcopal”, denotando así el tremendo peso específico que tenía la iglesia, que además es como una fortaleza) con respecto al resto de la ciudad.
Después de la catedral me metí en otra importante edificación, llamada palacio no sé cuanto, que actualmente es la sede del museo Toulouse-Lautrec (quien es originario de Albi). Allí pude apreciar, además de la bellísima arquitectura del palacio, infinidad de obras del enanísimo artista (parece que era así de petiso por una enfermedad del crecimiento sumada a que se quebró las patas en su adolescencia y le dejaron de crecer…), cuyo principal interés eran los retratos, teniendo preferencia por las prostitutas de los cabarets parisinos (igualmente no sólo pintaba sobre ese tema, y además era muy tranca lo que hacía, no se pongan pacatos). De yapa (bah, ma que yapa, tuve que pagar 2 euros más… al pedo…) me ligué una exposición de arte moderna que la verdad no me dijo un joraca.
Aunque no lo pareciera, salí de ahí y ya era pasado el mediodía, así que me puse a recorrer el pintoresco centro histórico, plagado también de edificaciones con ladrillo a la vista, un mercado techado bastante modernoso (con delicias similares al de Victor Hugo en su interior), y hasta ví una agencia inmobiliaria que reivindicaba a los Cátaros putarracos en su nombre (algo de su espíritu sobrevivió a la furia de los jacobinos al parecer), pero, como creí que ya no tenía nada por hacer, me fui alejando del centro, con dos objetivos bien claros: 1) encontrar un punto alejado que permitiera una buena foto de la catedral dominando el resto del pueblo, y que de paso sea apto para morfar mi vianda, y 2) llegar a la estación de trenes, para ver si llegaba a tiempo a visitar la ciudad de Cordes sur ciel, también recomendada por Sophie, y supuestamente cercana.
Triunfé en el primer objetivo, llegando a retratar mi salchicha de Toulouse con la catedral de fondo (sí, sigo morfando los quesos y las salchichas sobrantes… y bua, son las secuelas de la guerra, nunca voy a poder  tirar la comida, no después del hambre que pasamos antes de emigrar hacia las américas…) (y todavía me queda del camembert y el paté de pato…), pero el segundo sólo lo alcancé a medias, ya que me dijeron en la estación que a esa hora ya era imposible realizar el viaje de ida y vuelta, por lo que tuve que regresar cabizbajo al centro, específicamente hacia la oficina de turismo, con la intención de consultar por una visita guiada en un trencito (gracias Gertru por el dato). Lamentablemente la suerte me siguió siendo esquiva, ya que como respuesta obtuve un no rotundo, aparentemente sustentado por una falla técnica en el vehículo, así que llegué a la conclusión de que lo mejor sería ser fiel a la especialidad de la casa, el ícono de Chupala, vagar cuasi sin rumbo descubriendo sitios llamativos e invertarles significados, explicaciones, y posiblemente anécdotas divertidas!
Fue así como logré encontrar una escondida y empinada bajada (por escalera eh, no me mandé la gran spiderman) hacia la rivera del Tarn, el río que, además de  atravesar la ciudad, también le da nombre a la región entera (acá en lugar de provincias hay regiones, cuyo número no recuerdo, pero creo que rondan las 70 o más en toda Francia). Una vez realizado el descenso pude apreciar con otra perspectiva la magnificencia de la iglesia, además del hecho de poder pasearme a orillas del tranquilo río, sobre cuya orilla opuesta se levantan interesantes construcciones, goleadoramente abalconadas bien sobre las aguas (tipo los palcos de la bombonera). También pasé por debajo de 2 puentes muy copados, llegando a un punto en el que se podía bajar hasta el agua (y había un cabeza pescando, el cual me inhibió de hacer mí típica cabezada de mojarme los pies en el agua…), tomé algunas fotos, y después crucé hacia el otro lado, para tener ooooootra linda vista de la catedral enmarcada por el río. En dicha rivera accedí a unos estrechos pasadizos que llevaban a una especie de terracita contra el río,pero en altura, dónde saqué algunas fotos, y además encontré una aromatiquísima planta de menta, de la cual arranqué unas hojitas que pude mascar amaneradamente con posterioridad.
A continuación crucé nuevamente hacia la costa del casco histórico (usando otro puente), y, como todavía faltaba algo de tiempo para mi rendez-vous con el conductor que me devolvería a Toulouse, decidí tirarme a reposar un rato bajo el sol en un delicioso espacio verde, ubicado a orillas del río, justo debajo de la muralla que luego hace de simiento para la catedral. Allí, además de disfrutar del sol, reposar mis pies, y comer algunas galletitas, aproveché para empezar a escribir el reporte del día (llegué hasta acá…) y también me cultivé un poco, ya que había unos carteles que explicaban que acá en Albi también fue fuerte la industria del pastel (el color azul indeleble, que además se mezclaba para hacer otros colores copados, no las tortas), y mostraba el método de manufactura, la historia del apogeo y caída de dicha industria, otrora lucrativa en extremoetc, etc, etc. (al menos eso explicó un poco el tema de la monstruosidad de la catedral).
Siendo el punto de encuentro con mi conductor, Simon, nuevamente la terminal, decidí dirigirme hacia allí pasando por otro camino (lo que no me fue fácil a causa de las laberínticas calles medievales, pero valió la pena, porque conocí varios matices nuevos de la ciudad, primero antiguos, después mezcla de antigüedad con comercios, y finalmente ya actuales, asemejándose el último barrio que recorrí a lo que sería por ejemplo una de las ciudades del interior de nuestro país (bah, del de ustedes, yo en el mundial hincho por Italia). Una vez en la terminal, aproveché para darme una pasadita por el toilette, dónde me encontré con un jocoso cartel que respetuosamente se disculpaba por no brindar papel higiénico a los usuarios a causa del vandalismo contínuo. También ví unos guardabicis buenísimos (con puertira y techo), y entendí (tarde como siempre) por qué se llama pastel la tarjeta de transporte de la región (es como la SUBE).
Simón, que viajaba con su novia, llegó suizamente puntual con su Peugeot 206, de modo que en seguida nos pusimos en camino, compartiendo también el habitáculo con una señora de unos 60 años. La verdad es que estuvimos como chanchos durante todo el trayecto, conversando entre todos a discreción sobre mi viaje, las bondades del covoiturage, y también sobre el rugby francés, enterándome de algunos datos interesantes para el partido de mañana (especialmente sobre cómo llegar al estadio, con cuánta anticipación, etc). Encima de todo eso, hasta tuve la suerte de que me dejaran a 4 cuadras de mi casita, sin que les dijera nada al respecto (justo vivía ahí la otra señora… sí, un orto de película), así que ni me tuve que subir a la bici para llegar.
Ya en el hogar, siendo alrededor de las 19, decidí hecharme una pequeña siestita hasta la 19:45, habiendo acordado previamente con Sophie que la cena sería a las 20 hs (es cosa seria el tema de los horarios acá…), de modo que, más repuesto luego del descanso (ya me estoy malacostumbrando a esto de las siestas pre-cena) le pude entrar con vehemencia al menú de ensaladita verde + boeuf bourguignon + gateau au chocolat (receta especial de la casa) (esta vez no hubo quesos), acompañados por un vinito tinto bastante suavezón, el cual Sophie definió como bastante pedorro, pero que yo encontré bastante pasable (en vacaciones está todo buenísimo, salvo los pedos chinos).
Para la sobremesa nos tomamos la ya habitual tisana (acá sólo le dicen té a lo que tiene hojas de té, al resto, -tilo, chamomille, etc, etc, le dicen tisana, y creo que tienen razón, pero qué importa) nocturna (mierda que se pierde tiempo cenando, terminamos casi a las 22… qué diferencia contra mis latitas de atún de parado en la cocina…), y aprovechamos para que mi anfitriona me mostrara otra página loca al estilo de la del covoiturage, pero para organizar eventos de todo tipo (salidas deportivas, nocturnas, artísticas, culturales, morfi, etc). Es impresionante cómo funciona eso acá, había hasta posteos de gente que proponía juntarse en un bar para mirar el partido de mañana…
Bastante cansadito (la cena me agota, jajaja) me retiré a mis aposentos para terminar la otra mitad de la tarea que me quedaba (mierda, justo la redacción dejé para el final…), y de paso también completar la última parte del reporte de hoy (gracias a Shavé que ya tenía bastante escrito en las costas del Tarn, porque la verdad es que no soy más, necesito vacaciones…
Para finalizar sumo algunos datos que me faltó poner sobre el covoiturage:
Covoiturage (o blablacar, así se llama la empresa): es tipo mercadolibre, uno se loguea, pone ciudad de origen, destino (incluyendo punto de encuentro y dejada)  y fecha, y aparecen todas las opciones de postulantes, con foto, nombre, edad, auto que manejan, etc, etc. Uno se postula (porque algunos conductores prefieren elegir, aunque también otros lo dejan en automático), y si el conductor acepta te pasan el nro de teléfono para arreglar los detalles. Ahí mismo hay que poner los datos de la tarjeta, pero en teoría te cobran después que se hace el viaje, porque tanto el conductor como los pasajeros tienen que mandar un sms con un código de confirmación. Lo interesante es que no necesariamente tiene que ir justo a la ciudad que uno quiere, ya que por ejemplo la minita que me trajo después seguía viaje, junto con el húngaro, que se iba a una ciudad llamada Rodez (fue casi lo único que le entendí). A la vuelta noté que mucha gente se usa el número de teléfono así obtenido para concertar viajes sin tener que pagar el extra que la página cobra (sirve para los que hacen trayectos regularmente, como Simon y la señora, que viaje seguido a Albi para visitar a su tía de 95 años…).






































7 comentarios:

  1. Magníficas las fotos. Impresionante la catedral. Buenísimos las fotos de los puentes. Juanpi aca como en Francia, el boldo es boldo, el tilo es tilo y el te es te. Así me lo enseñaron en una reunión de cata una sommelier que también establecía las distintas clases de te, temperaturas adecuadas en cada caso, recipientes distintos para prepararlos y servirlos, tiempo de preparación, maridajes, etc, etc,Lo demás es una tisana, infusión, etc.etc. pero no existe el te de boldo o el te de tilo. Bueno que suerte que estas lejos, aca tenemos problemas con las zanahorias, no hay, no se consiguen y si tenes la suerte de conseguirlas a cualquier precio. Recomiendan buscar alimentos alternativos. Jajajaja. Ojo que no es joda. besos.Graciela.

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  2. Muy linda la catedral, pero tratá de recordarlos nombres. Las fotos preciosas.
    Esos puentes, ese río, todo hermoso.
    Te mando un beso inmenso

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  3. ¿Salieron medio borrosas algunas fotos o tengo cataratas?

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  4. Si, me tengo que poner las pilas con las fotos, pero bue, la escencia se vé...

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