Como dije, vuelta a la rutina, sin mucho para contar, salvo que tuve el decepcionante privilegio de comprobar que no existe el hada de las bicis, cumpliendo en realidad su función de reponer les velos bandalicées un calvo operario con su camioneta utilitaria. El curso pasó sin pena ni gloria, así que, llegado al mediodía me acerqué a la boulangerie artesanal del barrio, donde me procuré de una interesante pieza farinácea rellena de queso (y saqué fotos del resto de las tentadoras delicias allí ofrecidas), y escapé para el área de la pradera que se extiende bordeando la Garonne, donde almorcé y pasé un buen rato disfrutando del sol y de la tranquilidad absoluta que allí reina, aprovechando también para compensar toda la tarea que no había hecho desde el jueves pasado, y divirtiéndome un rato observando un labrador que se lanzaba cual nadador olímpico al río (no se metía, saltaba al agua) en búsqueda de la rama que su dueño allí arrojaba repetidamente. (si, son cosas mucho más simples que Mónaco y el festival de cannes, no?) (ah, es algo muy llamativo como acá hay muchos tipos con pinta de linyeras que se pasean por la ciudad con varios perros).
A eso de las 14:30 me volví para el centro (todo fue hecho en bici), donde seguí con mi pacmanística función de descubrir cada centímetro virgen, reingresando a la Alianza a eso de la 15 hs, donde me esperaba una interesante degustación de chocolates, ofrecida por una maestra chocolatera de la zona, en la que tuve la chance de aprender bastantes datos interesantes sobre la producción de tan maravillosa delicia (desde el cultivo del cacao hasta la obtención del chocolate propiamente dicho), y de paso lastrar distintas variedades (blanco, 65% cacao, 80% de cacao, 90%, y hasta 100% de cacao, que en realidad no es chocolate, porque para llamarse así al menos debe tener algún porcentaje de azúcar), seguido de una saciadora fondue chococalística con frutas de estación. Lo único malo es que sigo acompañado en las actividades extracurriculares por el ya casi insoportable grupo de escolares suizos, que no paran de pelotudear, interrumpir, e hinchar las pelotas en alemán (si, estoy descubriendo mi alto costado de viejo cascarrabias).
A eso de las 17:30 regresé bastante cansado al hogar (pasando por el parquecito, donde fotografié a un grupo de muchachones jugando a la petanque, quienes prestamente me corrieron media cuadra y me sugirieron amistosamente que borrara la imagen que les había tomado…), por lo que decidí tirarme una siestita antes de la cena, la cual compartimos con Theo, el otro hijo de Sophie, también muy copado como Paul, aunque con una manera de articular un poco más cerrada que la de su hermano, lo que me dificultó un poco más la comunicación (pero en general zafé bien). En cuanto a lo gastronómico: ensalada de pepino a la crema, blanquete de boef (un caldo de carne y verduras al cual luego se le hace una especie de salsa blanca y también se le agrega clara de huevo, riquísimo), quesitos, frutillas con crema y vinardi.
Para terminar, tarea, escritura, tisana, y un poco de tristeza porque dormí fuertemente en mi deber de sacar las entradas para Roland Garros del que será mi último fin de semana en Francia (sábado 31), enterándome que están todas agotadas, salvo (que raro) las más caras… y bua, creo que voy a tener que desempolvar el viejo y querido YA FUE…
Despues de tanta actividad, merecido descanso. No entiendo como sos tan delgado con todo lo que comes. Qué envidia!!!! No sabes lo que disfruto tus fotos de las comidas, desayunos, sandwichs y postres. Los planetas se combinan para que siempre encuentres cosas ricas. Besos. Graciela. Ya creo le vas a encontrar la vuelta para estar en algún partido de Roland Garros, vueltita por Paris. Sos un grande.
ResponderEliminarEs que acá todo es rico, jajajaja.
EliminarGracias Grace!
Opino igual que Graciela en todo y también en Roland Garros. Besotes. Estoy orgullosa de vos
ResponderEliminarGracias madre querida! Por algo soy el preferido...
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