Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

mayo 18, 2014

Día 15: Expendables inoxidables

Me desperté con una extraña sensación de dolor punzante en la piel, comprobando (no con poco desagrado) acto seguido el inconfundible aspecto palitodelasélvico que presentaba mi cuerpo a causa del arrebato solar del mediodía de la víspera, habiéndose muy bien definido detalles cómo la zona de los anteojos de sol, y la marca del libro sobre mi panza (en el momento de la siesta). No obstante pude soportar sin mayores sobresaltos la ducha matinal y la colocada de la vestimenta, y salí para la lleca, con el firme objetivo de obtener mis pasajes de regreso a Toulouse (realmente no tuve tiempo de buscar un viaje compartido en auto) antes de encontrarme nuevamente con el alemán.
Afortunadamente el trámite fue rápido, de modo que me sobró tiempo para, ticket ya en mano, me quedé un rato escuchando cómo un flaco tocaba el piano público (están en todas las estaciones puestos para que quien desee comparta su música), y después realicé una pequeña visita por el barrio, descubriendo un atractivo mercadito en el cual me compré 1 kilito de bananas, las cuales devoré al instante (creo que mi organismo requería energías para reponerse del stress radioactivo recibido), y ya que estaba dándome una vueltita por el palacio del festival y los alrededores.
A continuación me encontré con Andrés, y juntos salimos rumbeando para a la costanera, con la idea de presenciar un evento (que no sabíamos cómo sería) relacionado con la presentación de la película Expensables 3, que se llevaría a cabo en un hotel cercano. Tal fue nuestra suerte que, casi sin darnos cuenta nos topamos cara a cara (literalmente) con los tanques de guerra que venían trayendo sobre sus techos al legendario y multitudinario elenco de la misma, ni más ni menos que, a saber: Arnold, Stallone, Harrison Ford, Dolf Lundgren, Jason Statham, Antonio Banderas, Mel Gibson, Wesley Snipes y ya no me acuerdo qué otros viejitos piolas andaban por ahí. Realmente fue increíble por lo inesperado de la situación, ya que a lo sumo esperábamos verlos de lejos, pero tener a Arnold fumándose un puro al alcance de la mano fue demasiado (especialmente porque está hecho una momia el hijodetputa). Obviamente de repente la calle se volvió un pandemónium, con policías por todos lados custodiando el paso de los tanques en medio de un griterío infernal, mientras la gente se desesperaba por acercarse para sacar fotos, con Indiana Jones (realmente uno no lo puede ya ligar a otro personaje, ya no le dá para Han Solo) quien posaba inmutable ante los pedidos de autógrafos, y un Banderas que no se cansaba de hacerle caruchas y morisquetas. Una cosa de locos.
Calmada un poco la euforia, y ya reencontrado con el alemán (ya que cuando se desató la furia fotográfica nos perdimos entre el mar de cholulos), llegó el momento del emotivo adiós, ya que él debía una vez más ir a perder tiempo con sus películas de vanguardia, conferencias de prensa con estrellas de cine, y demás pendejadas que tanto le gustan, las cuales terminarían luego del momento de la partida de mi tren. Por suerte la despedida se dio como tenía que ser, de la mejor manera, en medio un frenesí de euforia Cholula como sólo el Festival de Cannes nos lo podría haber ofrecido, así que, en extremo alegres y agradecidos por haber podido compartir tan inolvidable experiencia, nos saludamos afectuosamente y salimos cada uno para su lado, quedándome yo un rato más por los alrededores del hotel de la presentación de la peli de los jovatos actores de acción, a los que les costó bastante bajarse del tanque para llegar hasta el palco de las fotos oficiales.
Después sólo me quedó realizar una última pasada por algunos lados que no conocía, como una interesante colinita con un castillo en su parte superior (actualmente museo de no sé qué garompa), desde la cual obviamente se tiene una privilegiada mirada sobre la ciudad, para luego bajar y dirigirme hacia las playitas, despidiéndome de las mismas con una última y melancólica mirada sobre sus aguas turquesas y sus viejas en tetas, aprovechando de paso para clavarme un impresionante panini tostado de queso de cabra, jamón crudo y demás, junto con una zafable birrita Kronenbourg. Ya de regreso, y con destino de la estación de trenes, saqué las últimas fotitos del Palais des Festivals, con su concurrida alfombra roja y el batallón de enfermos enclavados desde tempranísimas horas en sus sillas y escaleras, y me despedí definitivamente de esta loquísima ciudad balnearia (en la cual pasé, ganando por varios cuerpos, sin dudas el fin de semana más caro de mi vida, pero no me arrepiento ni un poquito), abordando el puntual tren que de allí me arrancaría.
Sintiendo la extraña sensación de estar regresando de unas vacaciones, para volver a otras vacaciones, pasé la mayor parte del viaje escribiendo en mí ya antiquísima pero funcional Acer (la gente ve que tiene teclado y de debe preguntar: qué rara es esa Tablet…), por lo que las 6 horitas y monedas que tardó la formación en recorrer los aproximadamente 600 km que separaban  a las ciudades se me pasaron casi volando (incluyendo una pequeña siesta en el medio, y un rato de desafíos al preguntados, porque la batería de la compu sólo dura 4 horas), mientras también admiraba el singular y cambiante paisaje, empezando por el mar (casi al costado de la ventana, por un buen rato), para luego hacerse un poco más montañoso, y plagado de viñedos y ciudades con casitas de techos muy uniformes.
Una vez de vuelta en mi acogedora ciudad estudiantil, remonté el camino hasta la añorada morada, donde Sophie me esperaba con la cena casi lista (lo que me vino al pelo porque me moría de hambre), consistente en ensalada variada, pato rostizado, tabla de quesos (había uno de cabra que… la puta madre, una delicia), vinazzi, y crumble de manzana de postre… (si, no paro de sufrir, lo sé).
A continuación, duchita, tisana, escritura de ésto, un poquito de tarea (por el faltazo del viernes), y al sobre.





































6 comentarios:

  1. Recholulo no tenía esa versión. Te faltaron los autógrafos y eso de dar vueltas para ver a los artistas.... Bueno de vuelta a casa. La comida nada que envidiar a las que te ofrece tu anfitriona. Besos. Graciela.

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  2. y, es que el lugar contagia...

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  3. .....no hay nada mejor que volver a casa.....aguante la Sofi....
    Albertó

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  4. Qué lindo finde laaaargooo! Marsella, Cannes y Mónaco!

    Ese Mar Mediterráneo es envidiable!!!Cuidate del sol!!!Protección!!!
    Qué cerca de los famosos!!!!jaja!!
    Segui disfrutando!!!
    Beso, Ana

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  5. Después me decís cholula a mi. Bueno, veo sSoque los has pasado muy bien y que has conocido unos lugares inolvidables. Sophie cambió el mantel?. Besotes

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