Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

mayo 10, 2013

Día 21: La venganza de Oslo

Ligeramente saladas lágrimas (como las aguas del bático y la gloriosa manteca) recorrían nuestras mejillas mientras realizábamos el último desayuno a bordo, tratando, en mi caso, de asegurarme un vívido recuerdo del sill, que ingerí con tal voracidad que seguro los suecos temieron por su extinción. A continuación retornamos al camarote, para terminar los preparativos, y de paso hicimos una veloz recorrida de todo el barco, ensayando una triste despedida del que fuera nuestro tan querido hogar en Estocolmo, ciudad que, como ya expresé antes, difícilmente será superada, por todo lo que fui poniendo, y otras cosas que me olvidé, o que me son imposibles de plasmar, pero que le dan, en el conjunto, y en mi opinión, ese status de ciudad perfecta (en realidad dista mucho de ser perfecta en el sentido de limpieza perfecta, orden perfecto, etc, pero, qué se yo, cosas como que en una capital de casi 1 millón y medio de habitantes los autos frenen en las esquinas para dejarte cruzar, siempre, sumado a todo lo otro, como la pureza de su aire, la belleza y tranquilidad de sus constantes espacios verdes y espejos de agua, la calidez de la gente, etc, etc, etc, no pueden no hacerla perfecta, y eso que no tiene ningún monumento espectacular con el cual competirle a las otras capitales.) (influyen mucho en la visión subjetiva del viajero el cansancio acumulado, el itinerario de ciudades que viene visitando, la ubicación del hotel, y los barrios que visita, ya que, si por ejemplo viene un sueco a Bs As por 2 días y recorre sólo recoleta y Puerto Madero, seguro se llevará una imagen distorsionada acerca del orden y limpieza de nuestra capital).

Para llegar al aeropuerto debíamos tomar un micro (también hay tren, pero valía el doble) en la estación central, pasando la ciudad vieja, y, siendo casi igual de larga y complicada la caminata hasta la estación de subte más cercana que hasta la terminal (bah, 10 vs 20 cuadras) (si, eso era lo único malo del barquito, no estaba bien comunicado con el transporte público), decidimos realizar la caminata larga, que igual compensaba regalándonos una última vista de las hermosas bahías, canales, y edificios de la ciudad vieja (igualmente llegamos puteando bastante a causa de que las tiras de las mochilas nos estaban agujereando los trapecios -se llaman así?- de tan cargadas que venían porque nuevamente habíamos sacado peso de las mochilas por el tema del vuelo low cost).

Alcanzada la terminal, un placentero viaje de 45 minutos por tranquilas y soleadas autopistas nos separó del aeropuerto de Arlanda (en cuyo free shop volvimos a ver los calzones Borg), donde abordamos el avión que nos depositó en su par de Oslo, regalándonos unas interesantes vistas aéreas de los fiordos noruegos.
Repetimos el ritual de cada llegada a nuevo país, consulta sobre transporte y adquisición de mapas en la oficina de turismo, para luego abordar un modernísimo y veloz tren (y eso que no era el express, que valía el doble) (en la estación había una máquina expendedora que, entre las golosinas también ofrecía libros), que en menos de media hora nos depositaría en la moderna estación central de la noruega capital, pasando primero por áreas rurales recién aradas (parece que acá no se usa mucho la siembra directa), y después por un larguísimo trayecto bajo tierra, hasta emerger repentinamente casi en el andén, rodeado de edificios tan modernos como extraños.
La primera impresión de Oslo fue muy buena, y eso que nos encontrábamos en el barrio de la estación central ferroviaria, que, como suele suceder, generalmente no son muy lindos. Bueno, éste no sería el caso acá, ya que, además de nacer una bastante pituca peatonal, que enseguida tomamos para dirigirnos al hotel, también se encuentra allí, pegado a la estación, el modernísimo y rarísimo edificio de la opera de Oslo, lindando también con la bahía.

El camino al hotel fue más relajado del que realizamos desde el barquito a la estación de micros en Estocolmo, principalmente porque los corcochos se avivaron de, una vez descendidos del avión, sacar el peso extra de las mochilas que tanto nos había agobiado. Igual, agradecimos que las cargadísimas calles céntricas (tanto la peatonal como las que siguieron, y en general todas las que vimos hasta ahora en Oslo) no fueran adoquinadas, porque ya estábamos bastante cansados de cargar las valijas, así que agradecimos mucho a Odín y los demás dioses nórdicos cuando por fin divisamos nuestro modernísimo y espacioso hotel Thon Munch (lo que es ser un gran organizador de viajes, dejando el mejor hotel para el final… mentira, salió de puro ojete, pero viene perfecto para reponerse del cansancio y de las privaciones vividas en ese mugroso barco sueco, en el que encima teníamos que compartir los lugares de esparcimiento porque en el camarote apenas si entrábamos estirados…).

Después de relajarnos un poco en la habitación, recuperando las energías perdidas, decidimos salir a realizar un primer reconocimiento de la ciudad (que en realidad va a ser un gran porcentaje de lo que veamos, porque nos quedaremos 2 noches nomás, buuuuu). Lamentablemente comprobamos, al dar un paso fuera del hotel, que la resentida ciudad se había enterado que habíamos expresado que no le teníamos fe, desplegando contra nosotros su bronca en forma de una fría y persistente lluvia. Por suerte nuestro querido Munch cuenta con una máquina de café automática en la recepción, así que pudimos contrarrestar un poco el chiflete con un capuccino y un kaffecreme bien calentitos.
Durante el recorrido pasamos por el palacio de Sortig, sede del parlamento, ubicado frente a una plazoleta circundada por todo tipo de locales gastronómicos, y continuamos bajando hasta el puerto, con la intención de hacer unas averiguaciones para una excursión de mañana. Allí también pudimos echar un vistazo a la antigua fortaleza de Akershus, una de las pocas estructuras medievales de la ciudad que aún siguen en pie, junto al barrio de Gamle (que no sabemos si llegaremos a visitar), al ayuntamiento (un no muy lindo edificio de ladrillos con formas rectangulares, donde creemos se entrega anualmente el nobel de la paz), y a un shopping bastante careta que se encontraba en una privilegiada ubicación mirando a la costa.

Desde allí, encarando de nuevo al norte, nos pegamos una vuelta por el insulsísimo palacio real, sede de la monarquía noruega (ni sabía que tenían reyes), pero al parecer solo laboral (no sabemos dónde viven). Por lo poco que pudimos investigar, Noruega era antes parte de Suecia, y también estaba unida a Dinamarca, así que, habiendo alcanzado la independencia recién a principios del siglo 20, es natural que el palacio fuera tan pedorro, ya que los suecos no venían nunca a visitarlo. Lo que sí es muy lindo es el parque que lo rodea, y especialmente el barrio de mansiones que se encuentra al oeste del mismo, circundándolo. Y, si bien vimos muchísimas embajadas que habitaban esas majestuosas edificaciones, tardamos bastante en recorrer las varias calles de mansiones que componían el barrio, lo que nos hizo concluir que es imposible que todas fueran embajadas, habiendo muchos osleños que al parecer viven muy bien.
Siguiendo hacia el oeste por ese señorial barrio, logramos alcanzar otro parque, cuyo nombre es Parque Frogner, pero es más conocido como Parque Vigeland, a causa del impresionante conjunto de esculturas que el artista Gustav Vigeland allí emplazó. La obra, si bien es muy hermosa, resulta bastante llamativa debido a que se compone de una inmensa cantidad de figuras humanas en pelotas, realizando las más variadas actividades (familias jugando, niños llorando, parejas bailando, etc, etc, etc, lo que a uno le da la impresión de ser un homenaje al nudismo, pero en algún lado leímos trata de representar a la humanidad en su conjunto, especialmente con el altísimo y faliquísimo monolito que se alza como centro de la estructura, que al parecer representa el ciclo de la vida, o algo así. A mí me llamó mucho la atención una estatua en la cual pareciera que un flaco le está diciendo a una mina una especie de “mira eso”, para distraerla mientras se le acerca por atrás, obviamente los dos en pelotas…

Con frío y algo de hambre organizamos el largo regreso, pasando primero por un súper (con precios bastante más bajos que los del 7eleven que tenía al lado) para aprovisionarnos de agua y algún snack que nos diera las energías suficientes como para que alcanzáramos el ansiado Mc Donalds céntrico, en el cual saciamos nuestro caminador apetito (hablando de precios, oslo viene siendo la ciudad más cara de todas, ya que los combos están casi 100 coronas noruegas, que, cotizando 1 euro por cada 7 de ellas, les da una idea de lo que cuestan las cosas acá…) (parece que hay muchos impuestos). Lo bueno es que al menos no nos cobraron el kétchup, que estaba accesible en un sistema de canilla libre.
Pasadas las 20 estuvimos de acuerdo en que el día ya había sido demasiado largo, por lo que regresamos al hotel, llegando justo a tiempo para presenciar el duro choque entre los zares rojos de Rusia y los yetis asesinos de Finlandia, enfrentamiento que dejó victoriosos a los segundos.





































1 comentario:

  1. Me tiraste abajo la vida en el barco como hotel que me pareció tan genial. Bueno conocimos Noruega, para mí un destino insólito. Hasta Suecia podía ser, pero de Noruega solo me acuerdo que en geografía se hablaba de los fiordos como un accidente geográfico que para mí era "único" en el mundo pues otro ejemplo no sé.Besos a los dos. Graciela.

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