De más está decir que nos fuimos tristes de la querida y seguramente extrañada Praga, por lo que el cielo, siempre dispuesto a la empatía, nos hizo la gamba enmarcando con una lluvia apenas molesta nuestra última caminata por las suburbanas calles del checo barrio que nos supo alojar. Muy a nuestro pesar, la estación en la que debíamos tomar el tren no era otra estación central, sino apenas una estacionsucha en la cual los trenes paran apenas unos segundos para continuar su camino, por lo cual el haber llegado casi media hora antes fue completamente al dope, y, para colmo, además de tener que comernos una molesta espera en una estación desierta con la única diversión de ver como un grupo de obreros de la construcción se rascaban el higo olímpicamente durante el cumplimiento de sus tareas de reparación de las vías, obviamente cuando llegó el tren nos tuvimos que subir en el vagón que nos quedó en frente, que casi era uno de los primeros, debiendo recorrernos casi toda la formación por adentro, con el bolonqui que eso implica al estar cargado con valijas tan molestas como las nuestras, hasta llegar al último vagón, donde estaban nuestros asientos. Realmente todavía no entiendo por qué joraca nos vendieron pasajes para tomar el tren ahí, en lugar de en la estación central, lugar en el que nos hubiese sido mucho más sencillo encontrar el tren y el vagón correctos sin problemas, y hubiésemos podido guardar bien las valijas, en lugar de tener que dejarlas en el pasillo.
El viaje fue muy tranquilo, aunque no pudimos dormir mucho, principalmente porque teníamos al lado a dos viejas que no pararon de parlotear ni moverse hasta que se bajaron, recién unos pocos km antes de Berlín. Igual hicimos el intento cerrando los ojos por bastante tiempo, lo que sólo servía para de tanto en tanto abrirlos y maravillarnos con las vistas de pueblitos en las laderas de las colinas, que desembocaban invariablemente en el río que también hacía las veces de guía para las vías de nuestro tren. Lo que más me llamó la atención de esos bellos paisajes (que nunca salen bien en las fotos) fue que todavía eran parte de la república checa, de la cual no me esperaba tanto. Igual, el paso a Alemania se notó con mucha claridad, apareciendo casi de inmediato sus trenes hipermodernos, que contrastaban ferozmente con los argentinescos checos, y en el orden y desarrollo de sus estaciones.
En el último tramo del viaje compartimos camarote con una señora y su hijita, de unos 6 años, bastante parecida a la Sofa, quienes nos dieron la impresión de haberse quedado en el tiempo, primero porque pelaron un ajedrez magnético miniatura, y después, terminada la partida, porque la madre decidió darse un descanso dejando que su hijita se divirtiera sola con un moderno walkman… si, con casette y todo, y andaba el guacho!
Todas esas atracciones se terminaron cuando oímos por el altavoz que se acercaba la parada en la haupbanhof (o estación central) de Berlín, en la cual debíamos bajar si no queríamos seguir camino a Hamburgo junto con Enriqueta la antigua y su hijita. Apenas apoyamos las valijas en el suelo de la estación nos dimos cuenta de que estábamos dentro de un monstruo. Otra forma no tengo para definirla, es algo espectacular. Debe tener unos 6 o 7 pisos, unidos por escaleras mecánicas y ascensores que se cruzan, comunicando a los pasajeros con una impresionante cantidad de trenes cuyas vías se encuentran tanto en el piso de abajo, como en los del medio y hasta casi rozando el vidriado techo que corona la estructura. Ni hablar de los locales de comida, ropa, información turística, etc, etc, que también la asemejan con un moderno shopping. En síntesis, una cosa de locos, que rápidamente te saca de la cabeza el tema de las ciudades medievales en las que hasta hacía poco nos encontrábamos.
Hechas las consultas recorridísticas de rigor, y compradas las tarjetas de transporte que permiten moverse ilimitadamente por el casco urbano por los días que permaneceríamos allí, encaramos el viaje a nuestro juvenil Hostel Wombats, ubicado a un par de estaciones de tren y otra de subte de distancia (en la de subte puteamos valijísticamente porque no tenía escalera mecánica en un par de tramos, lo que nos sorprendió bastante). Dejamos los bártulos en la habitación, desde la cual tenemos una buena vista de la torre de tv, y decidimos tirarnos a dormir una reparadora siestucha bien osística antes de salir a hacer el primer reconocimiento de la ciudad, el cual recién emprendimos pasadas las 18 hs, a causa de que fue difícil la desperezada.
La idea era salir a ver qué onda la ciudad, sin demasiadas pretensiones de recorridos turísticos, así que después de recorrer algunas calles comerciales con locales de souvenirs y otras yerbas que nos gustaron muchísimo (uno en particular creo que sería el paraíso del Rober, ya que, entre la variedad de objetos copados que ofrecían, había un coso para colgar cuchillos con forma de tipito apuñalado que le hubiese sido irresistible), casi azarosamente pasamos por puntos de interés como la catedral de Berlín, la isla de los museos (cruzando el río Spree (como mierda se llama en castellano?), la universidad Humboldt, la avenida Unter den Linden (que estaba siendo sometida a un proceso macrisimil al de la 9 de julio con el metrobus, con eliminación de tilos y todo…), la puerta de Brandenburgo, el Reichstag (con su gigantesco domo de cristal en el centro, que permite, cita mediante, a los visitantes poder observar como los políticos germanos realizan sus labores), el parque tiergarten (un amplio y cuidado espacio verde, pero con poca iluminación artificial), la antigua zona donde estaba el muro, ahora convertida en un moderno barrio donde se encuentran las oficinas de Sony y Mercedes Benz por ejemplo, y el Check point Charlie, desde donde volvimos a tomar el subte, ya entrada la noche, con dirección a Alexanderplatz, para intentar el ascenso a la torre de tv.
Una vez sacadas las entradas, aprovechada la bonificación por nuestra tarjeta Berlín Welcome para el transporte, y anoticiados de que debíamos esperar una hora para nuestro turno, decidimos que lo mejor, siendo ya las 22, sería aprovechar para comer algo, y así lo hicimos, en un muy berlinés local de comida asiática (Berlín es una ciudad muy cosmopolita, así que todas las etnias le son propias), dónde degustamos un pollo agridulce con ananá, bambú y fideos salteados, y lo mismo pero con carne a la pimienta, no muy ricos, y sí muy picantes.
Largando fuego por la boca nos metimos en el rapidísimo ascensor cuando llegó nuestro turno, y, una vez arriba, pudimos apreciar una interesante vista 360 de la ciudad desde los más de 200 metros que separan el suelo del mirador (la torre tiene más de 300, pero la visita no lleva hasta ahí). Todo muy lindo, pero tampoco para tanto, así que, después de un par de fotos, y sabiendo que ya eran más de las 23 y que todavía teníamos que tomarnos el subte para llegar al hotel, decidimos que era un buen momento para ir dando por finalizado el primer día en la capital germana, una ciudad que, si bien todavía no logró impresionarnos por su belleza, sí lo hizo por su organización y sobre todo por su inmenso tamaño. (y por los tipitos copados de los semáforos peatonales, llamados ampellman o algo así, y los osos, símbolo de la ciudad, que se ven por todas partes) (no vivos, dibujados o en forma de muñecos, como alf…).
Me encantan tus relatos !
ResponderEliminarEstoy segura que el cuelga cuchillos ya estaria en mi cocina. Jua !
A seguir disfrutando. Besos
Adriana
Ampelmännchen - Hombrecillo del semáforo. Qué detalle no ???
ResponderEliminarCaminen bien por la Avenida Unter den Linden - Bajo Los Tilos, me pareció muy clásica y romántica.
Me encanta el relato Juan. Muchos besos
Escucho distintas versiones de Berlin muy opuestas. A mí me pareció una magnífica capital y me impresionó muy bien. Nuestro hotel estaba en lo que era el lado comunista de Berlín. Por lo que al ir y venir en subte pude advertir lo despoblado que esta este lado, la diferencia de construccción, las estaciones, ya que teníamos varias cuadras desde la estación hasta el hotel. A seguir disfrutando. El relato impecable y se corresponde cada situación con la respectiva foto. No nos perdemos nada, relato e iamgen. Besos. Gracias por compartirlo. Graciela.
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