Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

mayo 06, 2013

Día 16: Concentrados después del sogaca

Esta vez el relato arranca con un despertar en el medio de la noche, motivado no por una partida temprana y programada, sino por el inesperado y tremendamente alarmante ingreso de un desconocido a nuestra habitación… si, muy fuerte, imagínense estar profundamente dormidos en una habitación completamente a oscuras para de repente ser despertados por el ruido de una puerta que se cierra, y de pasos que inexorablemente se acercan a la cama, sin encender la luz... bueno, eso fue justamente lo que pasó. Por suerte, mientras terminaba de despabilarme, todavía debatiéndome entre la idea de si estaba soñando o si la cosa iba en serio, oímos que el intruso, moviéndose aún en las tinieblas, se metía directamente en el baño. Eso me dio tiempo para terminar de alistarme para una posible lucha a muerte con el osado usurpabaños, pero en seguida me quedé clavado en la dicotomía de violentar la puerta del excusado, o simplemente golpearla, en busca de una explicación por parte del desconocido.
Por suerte primo la posición de los moderados, ya que, después de noc, noc, noc producido por el golpeteo de mis nudillos en la madera, y de la inentendible respuesta en alemán producida como devolución, emergió del baño un enorme y borracho joven teutón (mediría 1,95 aprox), ataviado únicamente con sus solcilloncas, con el cual  no hubiese querido enfrentarme en combate corporal de ninguna manera (nunca me gustó aprovecharme de los borrachos…), quien simplemente se retiró de la misma forma que había entrado, entre balbuceos y sollozos inenteligibles.
Después de unos segundos que me tomé para asimilar lo ocurrido, decidí salir al pasillo para probar si había algún problema con la puerta, única explicación por la cual un desconocido podría haber ingresado a nuestra habitación violando el intrincado sistema de tarjeta electrónica que la protege, encontrándome nuevamente cara a cara con nuestro beodo acosador, quién, ahora hablando en inglés, intentó disculparse por lo sucedido, y de paso me preguntó si de casualidad había dejado su billetera en nuestro baño… tras lo cual ingresamos los dos al mismo, y luego de obviamente no encontrarla, lo despedí con un cordial saludo (faltó que nos tomáramos una birra, pero no quería tener un coma alcohólico en mi consciencia).
Ya nuevamente en paz, volvimos a intentar conciliar el sueño, llegando a la conclusión de que yo debía haber dejado mal cerrada la puerta al regresar del lobby a la noche, luego de con mucho esfuerzo cargar las fotos en la paupérrima conexión de wifi, y el choborra de metió de casualidad en la primer puerta que cedió ante su empuje. De todos modos, por si las moscas, pusimos una de las valijas contra la puerta, para que al menos nos diera un poco de tiempo de reacción ante una nueva incursión enemiga…

Bué, cumplida la segunda mitad del sueño reparador, volvimos a levantarnos, esta vez para enfrentar una nueva jornada llena de emociones, que seguramente igual no superarían la vivida hacía algunas horas. Solo hubo dos particularidades con respecto a la levantada del día anterior. La primera tuvo que ver con un infructuoso intento de mi parte por recuperar la limpieza de un pantalón que también había sido atacado por las flores asesinas de la isla margarita en Budapest, por lo cual seguramente deberé sacrificarlo, ya que el peso de la valija se está acercando peligrosamente al límite permitido por los vuelos low cost que nos faltan. La segunda fue mi osada incursión en los tomates y pepinos en el desayuno, los cuales, si bien no defraudaron, no se le acercaron ni a los talones al delicioso y espumante chocolate caliente.

Concluído el ritual matinal, partimos con bastante prisa hacia el punto de encuentro con una compañía de walking tours, definido estratégicamente en su folleto frente a un Starbucks  ubicado mirando a la puerta de Brandenburgo, al final de la avenida bajo los tilos. Quiso el destino que justamente estuviese pasando por allí una maratón (o competencia similar), lo que amplificó su ya festiva naturaleza. Logramos encontrar con éxito a los muchachos de New Berlín, quienes, a diferencia de las chicas de Discover Prague, sí tenían bien organizado el circo, alcanzando la muy envidiable cifra de 39 inscripciones para el recorrido por el campo de concentración de Sachenshauser, y eso que sólo era el tour en español, siendo los hablados en inglés siempre más concurridos (o algo así, no tengo internet ni el folleto a mano, así que habrá que conformarse). Antes de hablar del campo, vuelvo con el tema de los guías, ya que me parece rarísimo cómo, ofreciendo el mismo servicio, y generalmente publicitándose mediante volantes en los hoteles, unos tienen 2 o 3 clientes (los vimos acá también) y otros se recontrallenan de guita, como estos hijosdemilputa que con un solo flaco hablando se llevaron más de 500 euros en medio día de laburo.
Bueno, sigo con el tema del tour por el campo y con nuestro guía en particular. La primera impresión que nos dio fue la de un gallego chanta y falopero, pero con tanta pinta de trucho que hasta llegué a pensar al principio que era argentino y fingía el acento. La parte de falopero no me la saca de la cabeza nadie, pero la verdad es que el guacho no era ningún trucho, y no solo la tenía muy clara, sino que realmente demostraba pasión por lo que hacía. Pero me estoy adelantando, mejor continúo con el relato. El mencionado campo se encuentra bieeeeeeeennnn al norte de Berlín, en la última parada del tren que para ese punto cardinal se dirige (después de aprox 1 hora de marcha), llamada Oriengenalgoparecidensen, siendo dicha ciudad la que lo alberga. Bajando del tren hay que tomarse un bondi que en pocos minutos te deposita en la puerta del campo.
Pasando a los detalles, según nos contó Santi (el gaita falopero), Sachenhausen fue el primer campo de concentración tal como después se los conoció, es decir, una delicada pieza de ingeniería diseñada por los alemanes (quienes mejores que ellos para la ingeniería) con el objetivo de deshumanizar, cosificar, y (según el caso de los campos de trabajo, es decir los del Alemania, y los de exterminio, ya ubicados más al este) funcionar de la más eficiente y cínicamente posible manera para hacer obtener el mayor rendimiento productivo laboral o directamente la disposición de los allí recluídos. Al ser el primero, obviamente fue el modelo en el cual se basaron los demás, y por eso también era utilizado para el entrenamiento de los oficiales de la SS que luego controlarían los nuevos campos. Fue interesante para mí enterarme que antes obviamente ya habían existido otros campos, generalmente controlados por la SA, los camisas pardas, y en esos la violencia se ejercía arbitrariamente y sin control, nada más lejos de lo que ocurriría a partir de la aplicación del rigor científico que los hijosdemilputa éstos llegaron a desarrollar.
Todo estaba fríamente calculado, desde la carta que les mandaban a los que pasarían a ser prisioneros (que al principio no eran judíos, sino enemigos políticos, etc), pasando por el transporte hacinándolos como ganado en trenes por 4 o 5 días (momento en el cual ocurría la primera selección natural de los más aptos para el trabajo, primera de muchas…), hasta la llegada a la puerta principal, en el cual los prisioneros eran recibidos por un cartel que reza “el trabajo nos hará libres”. La verdad, la sensación escalofriante que genera el estar en un lugar así y pensar en las cosas que se hicieron en nombre de una idea tan loca es indescriptible (bah, uno no tiene que estar acá para poder pensar eso, pero el estar acá hace que sea imposible escapar a la reflexión).

De vuelta, es una lástima que no pueda acordarme todo lo que el gallego sucio nos transmitió, en especial las anécdotas de cuáles eran los trabajos más buscados y cuales los más asesinos (uno era el de probador de zapatos, que consistía en ponerse un par de botas a testear, cargarse una mochilla con 40 kg de piedras, y correr 40 km por día, todo eso con una alimentación consistente en un pan de 125 gramos, y sopa de repollo y con suerte alguna papa), cubriéndose del frío que llegaba a – 20 ºC únicamente con un pijama), o cuales eran las camas por las que más peleas se registraban, etc, etc. Después la tremenda influencia de la propaganda de Goebbels, y hasta un perfectamente diseñado método para liquidar indeseables (además de la cámara de gas), que consistía en un agujerito en una pared ubicada por detrás de una especie de regla médica para medir personas, por el cual un verdugo apretaba el gatillo cada vez que dejaba de verse luz a través del orificio, creando un tipo de asesinato que, en caso de una futura derrota e interrogatorio de los soldados, el tipo solo podría decir, yo disparaba cada vez que se iba la luz, tal como me lo ordenaron. También me acuerdo de datos como la participación de empresas como Bayer y la facultad de medicina, una testeando productos en los prisioneros, y la otra utilizándolos como cobayos para la experiencia de sus alumnos. Como siempre que hago un tour, me arrepiento de tener tan mala memoria. Encima este tuvo la particularidad de terminar hasta con una charla moral propuesta por el gallego, quién, haciendo alusión a varias películas, dejó en claro que seguramente cualquiera de nosotros hubiese actuado como actuaron los soldados nazis, o como los alemanes que no hicieron nada ante tanto horror. Y seguramente tenga razón.

La cosa es que, bastante movidos, tomamos el tren para regresar a la ciudad, arribando a eso de las 16:30, no sin antes volver a pata a la estación (ya que el micro no iba a pasar por un buen rato), lo que nos permitió apreciar el tranquilo barrio suburbano que rodea al campo (ah, me olvidé de decir que también los rusos lo usaron, después de la liberación al terminar la guerra). Una vez en la estación, tomamos la no muy acertada decisión de visitar el no tan famoso estadio olímpico, actual testigo de las no proezas del Herta de Berlín, que según creíamos nos impresionaría mucho con su monumental estructura del período de auge del nazismo, pero, después de una hora de viaje en subte (porque queda en la anteúltima estación rumbo al oeste), la impresión no fue tan grande, y viendo que se nos hacía tarde decidimos irnos para otro lado (esto no significa que es una cagada, la verdad tiene muy buena pinta, pero tuvimos que cortar por lo sano). Y justamente ese corte tenía que ver con la actividad turística preferida del Rober (gran personaje de este blog), el shopping.

Retomamos algunas estaciones hacia el este (pero siempre estando bien en el oeste de la ciudad), y alcanzamos el afamado KaDeWe, que es la abreviatura del nombre en alemán para tiendas del oeste, un calco idéntico a Harrods (al parecer se queda corto por pocos metros para igualarlo), que intentamos recorrer sin éxito, porque apenas nos subimos a la primer escalera mecánica escuchamos por el parlante que el lugar estaba cerrando (obvio, si ya eran las 18… malditos gremialistas eficientes que le roban a los trabajadores su tan deseada jornada dominical nocturna), acto seguido del cual fuimos amablemente instados a retirarnos, casi aplastados por la multitud de empleados que venían bajando las escaleras mecánicas cual corrida de san Fermín (pero en escalera mecánica).
Como estábamos bastante hambrientos  (en el campo habíamos comido unas bananas y golosinas que habíamos llevado nomás), y teníamos ganas de mear, ingresamos en un McD, en el cual nos clavamos un hamburguesa mini como aperitivo, y un par de sundaes, para, luego de recorrer un poco la calle kufurdaemennosequecarjodamstrasse (por suerte acá la abrevian Ku´dam), en la cual también encontramos todos los locales cerrados, tomarnos el subte con dirección a Alexanderplatz, y al menos allí saciar un poco la necesidad consumista que teníamos en unas casas abiertas de souvenires. Para todo esto ya se habían hecho más de las 20, por lo cual encaramos para el hostel, parando antes en el restaurante Vietnamita de en frente, llamado good morning Vietnam, en el cual disfrutamos de dos riquísimas especialidades de cocina asiática, ambas condimentadas de manera muy sutil con un sorprendentemente aromático lemongrass, acompañándolos con la degustación de una suave y poco lupulosa cerveza Saigón (no muy recomendable), también de allí originaria.






















3 comentarios:

  1. Excelente JP. Muy bueno todo. Sigan disfrutando!!

    Ah para el domingo 20/9/15 no te comprometas con nada que tenemos que estar en wembley para pumas-all blacks por la rwc 2015 !!!! Ya estoy armando equipo... JAJAJAJA
    Abrazo - Rober

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  2. Excelente este reporte. No puedo creer que no tuviste ni un solo comentario asociado a la invasion nocturna en el hotel. Despues de esa me imagino que no pudieron conciliar el suenio como por una hora con toda la adrenalina que generaron. Que socaga eeeeh!!!

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    1. Si, fue tremendo, una irrealidad total, especialmente al principio, me costó muchísimo terminar de caer en que no era un sueño, y ni hablar de lo que tardé en moverme...

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