Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

julio 06, 2011

D’ia de emociones fuertes

06/03/11:

Tal era el estado en el que hab’iamos terminado el d’ia anterior, que no despegamos un ojo hasta despu’es de las 10.30 am, momento en el cual lentamente pudimos despertarnos y alistarnos para nuestro segundo d’ia en Las Vegas. Salimos del hotel para comprar algo para desayunar, ya que nuestro otrora lujoso hotel no se dignaba en ofrecer ni desayuno, ni internet, ni siquiera se’nal de aire en el LCD que se encontraba en la habitaci’on, sin pagar una abultada y desproporcionada suma (12 d’olares por internet por ejemplo…). Pudimos encontrar lo que busc’abamos en una tienda de regalos y “liquor store” (as’i le dicen a los quioskos), y nos decidimos a apuntar nuestro GPS hacia el Hoover Dam, una famosa represa (mas para los que jugaron al Civilization) constru’ida en 1935, la cual se encuentraba a unos 50 km de nuestra ubicaci’on.
Realizamos el recorrido casi sin problemas, adentr’andonos con cada kil’ometro recorrido en paisajes cada vez m’as des’erticos, y hasta con carácter’sticas similares a las im’agenes que revelan la superficie de Marte, con rocas enormes que evidencian el poderoso trabajo erosivo de los elementos. Cuando est’abamos a punto de llegar a la represa sufrimos un peque’no desv’io, esta vez no ocasionado por nuestra impericia, sino porque el mapa del GPS no estaba lo sufici’entemente actualizado como para tener en cuenta que se hab’ia constru’ido un puente impresionante, incrustado entre los dos extremos de las altas paredes de roca que albergan en sus partes inferiores al r’io colorado, l’imite natural entre los estados de Nevada y Arizona, cuya construcci’on permit’ia continuar la autopista que ven’iamos transitando sin la necesidad de transitar por sobre la represa (como era necesario hacerse antes, si o si, para pasar de un estado al otro).

Lo importante es que logramos llegar a la monumental obra de ingenier’ia, constru’ida en apenas 4 a’nos luego de la crisis del 30, para lo cual se utilizaron ya no recuerdo cuantas millones de toneladas de concreto, y el trabajo de no s’e cuantos miles de hombres. Este monstruo, adem’as de poseer una altura lo suficientemente impresionante como para generar v’ertigo al mirar para abajo, proporciona un control de inundaciones y energ’ia el’ectrica a infinidad de ciudades del sureste de los Estados Unidos, siendo seguramente Las Vegas una de las m’as derrochadoras, con sus luces de ne’on y sus pantallas LCD gigantes y omnipresentes, a los que se les suman la infinidad de maquinitas tragamonedas pululando por doquier. Me olvid’e de mencionar que en el trayecto hacia la represa pasamos por la ciudad de Boulder City, donde viven los trabajadores de la misma, en cuyo centro comercial vimos que ofrec’ian a la venta peque’nos yates, lo que nos llam’o poderosamente la atenci’on, ya que nos encontr’abamos en el medio del desierto, pero al irnos acercando a nuestro destino pudimos comprobar su prop’osito, ya que la construcci’on del Hoover Dam hab’ia dado origen al extenso lago Mead (parec’ia el Nahuel Huapi), en el cual ya hab’ian embarcaciones desplegadas por doquier. Volviendo a la represa, lo que me pareci’o m’as impresionante fue su altura, que deb’ia ser de al menos 150 o 200 metros, y el tama’no colosal de unos agujeros que se encontraban a cada lado de la misma, que suponemos deber’ian cumplir la funci’on de desagotar la misma en ocasiones de crecidas pronunciadas del lago, que verdaderamente parec’ian entradas al infierno.

Al retomar la ruta para volver a Las Vegas, nos detuvimos en un hotel cercano al Hoover Dam, donde nos hab’ia llamado la atenci’on un cartel que promocionaba una actividad que no pudimos dejar pasar: un paseo en helic’optero que permit’ia observar desde inmejor’ables vistas la monumental construcci’on y el lago Mead. Los helic’pteros sal’ian cada 15 minutos, as’i que no tuvimos que esperar mucho para nuestro turno, y por suerte pudimos realizar el vuelo siendo nosotros los ‘unicos pasajeros, teni’endo yo la posibilidad de hacer de copiloto. La experiencia fue incre’ible, derrochando adrenalina desde el instante que nos acerc’abamos al aparato, con sus ruid’osas aspas (ya ni s’e si se llaman as’i, o si va con h), pasando por el despegue, que fu’e la parte de mayor julepe, seguido luego por el vuelo hacia la represa, con sus giros inclinad’isimos que permit’ian tomar fotos incre’ibles. Todo el tr’amite no duro m’as de 10 minutos, pero nos dej’o con una sonrisa que tardo un largo rato en desaparecer.

Al bajar, con la mencionada sonrisa en nuestros rostros, decidimos entrar al casino del Hotel “Hacienda”, que se encontraba al lado de la pista de aterrizaje, donde podr’iamos reclamar la bebida gratis de cortes’ia que regalaban los del helic’optero. All’i decidimos darle una oportunidad a la ruleta, que permit’ia usar fichas de hasta 25 centavos (no como en el Bellagio, donde la jugada m’inima eran 10 d’olares en la mesa m’as pedorra), y por suerte pudimos alzarnos con unos para nada despreciables 90 d’olares luego de pasar un buen rato lidiando con la bolilla manipulada por una t’ipica gordita yanqui.
M’as contentos todav’ia, decidimos regresar a Las Vegas para comer algo (eran las 4 de la tarde y todav’ia no hab’iamos almorzado), y continuar con el itinerario del d’ia. Llegamos sin mucho retraso, y luego de picotear algo en el patio de comidas de un shopping que ten’ia un gigantesco ovni en su entrada, ubicado al lado del edificio de Donald Trump, una alt’isima torre con la particularidad de parecer un lingote de oro, por lo brillante y dorado de sus ventanas, y luego volvimos a subirnos al auto para recorrer lo que nos faltaba del Strip, donde pudimos admirar las monumentales estructuras que adornan hoteles como el New York New York, que tiene una r’eplica de la estatua de la Libertad bastante grande, delante de los muchos edificios estilo neoyorkinos que componen la estructura del hotel (adem'as de tener una monta'na rusa en el medio); el impresionante castillo del Excalibur, y la gigantesca pir’amide del Luxor, la cual es en realidad el hotel mismo, junto con su esfinge y obelisco. Tuvimos tiempo (y fuerzas) ‘unicamente para recorrer el interior del Luxor y excalibur, actividad que nos tom’o casi 2 horas de caminata, cuando tuvimos que setear el rumbo para el Bellagio, donde ya hab’iamos reservado entradas para el espect’aculo “O” del Cirque du Soleil. Estando en Las Vegas nos enteramos que hab'ian en cartel al menos 5 espect'aculos del Cirque du Soleil, por lo cual la decisi'on de ir a ver justamente ese fu'e tomada mitad porque algo le hab'ian dicho a Nico acerca de que estaba bueno, y mitad azarosamente.
No s'e como ser'an los dem'as shows, pero este justific'o cada centavo del valor de la entrada, y m'as. Es realmente incre'ible lo que estos tipos son capaces de hacer, y no me refiero solo a las acrobacias, si no a la combinaci'on de las mismas con efectos especiales, m'usica, actuaci'on, y una escenograf'ia incre'ible que transformaba el escenario en piletas de distintas formas y profundidades con una rapidez asombrosa. No quiero gastar palabras en describirlo porque me va a ser imposible, pero, si sirve de algo, creo que la mejor manera de dar una aproximaci'on de lo que fu'e es decirles que lo que uno experimenta es algo parecido a lo que pasa al final de la pel'icula "Finding Neverland", cuando el personaje de Johnny Depp le representa la obra de teatro en la casa a Kate Winslet, y esta siente que se encuentra inmersa en el mundo de fantas'ia que la misma propone. Realmente es algo incre'ible, verdaderamente m'agico, y, por lo tanto, muy recomendable.

Al terminar la obra, tuvimos el tiempo justo para salir del hotel y contemplar, esta vez en su totalidad, el show de aguas danzantes que se presenta en la gigantesca fuente ubicada a la entrada. Nuevamente hay que sacarse el sombrero delante de estos tipos, es una cosa incre'ible lo que hacen coordinando luz, sonido, y chorros de agua de al menos 20 0 30 metros de altura. Finalizado el acto, a eso de las 22 hs regresamos al hotel, y luego de un breve reposo en la habitaci'on decidimos bajar a cenar algo y tal vez probar suerte en nuestro casino. Deber'iamos haber sabido que no ibamos a estar de racha en el momento que nos cost'o tanto trabajo encontrar un lugar abierto, teni'endonos que conformar con los sandwiches de pan lactal m’as caros de la historia, a 8 d'olares cada uno, adquiridos en un barsucho del Sahara. Antes de olvidarme quiero mencionar lo decadente que era dicho hotel (decadente o ya completamente ca'ido), lo cual contrastaba mucho con las fotos pegadas en las paredes, que ilustraban un pasado dorado en donde se presentaban los Beatles y Frank Sinatra, en lugar del mago bufarr'on domador de tigres... Hasta al parecer hab'ia tenido una playa artificial con olas y todo, y monta'na rusa. Lo cierto es que ante nosotros se presentaba como un fantasma de lo que hab'ia sido, pareciendo una empresa recuperada por sus empleados, al estilo del hotel Bauen de Callao y Corrientes (que puede ser muy meritorio e inspirador, pero no deja de un triste recuerdo de lo que era).
Ya masticados los 'aureos sandwiches, realizamos otra incursi'on a la ruleta, esta vez controlada por un tailand'es de mierda, que se hac'ia el simp'atico pero parec'ia controlar a la perfecci'on los n'umeros que sal'ian haci'endonos perder buena parte del bot'in logrado en el casino cercano al Hoover Dam.

Por suerte supimos retirarnos a tiempo para poder llegar a la cama todav'ia con la alegr'ia de haber pasado un excelente d'ia.

Bye.





















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