Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

septiembre 27, 2011

Día 8: In bocca al lupo.


27-09-11:

Tras un breve descanso nocturno, que en mi caso alcanzó la envidiable cifra de 4 horitas (lo que llego a hacer por ustedes… y solo recibo como ingrata contraprestación su insaciable avidez por nuevas entregas, corporizada en impiadosos e inmisericordes (y toda la familia de “ins” que se les ocurra) mensajes, que me generan una presión superior a la sentida por Sherezade, madre de los cuentacuentos, quien salvó su vida durante mil y una noches de ingeniosas y atrapantes historias (como te estoy plagiando Galeanito, pero es por una buena causa…) (nobleza obliga, muy, muy, muy recomendable el libro “Espejos, una historia casi universal” del héroe literario Eduardo Galeano).
El desayuno consistió, a causa de la escasez de recursos temporales con la que contábamos (teníamos que estar antes de las 7 en la terminal de ferris) en una picoteada de galletitas, mereciendo una mención especial las deliciosas pero prohibitivas (económica y calóricamente) Cookie Time (gracias Ceci por la recomendación), bombas mantecosas con poderosos chips de chocolate. Acto seguido, dejamos el hotel y arribamos fácilmente al puerto, principalmente porque ya conocíamos la ciudad como la palma de nuestra mano, pudiéndose escuchar en el habitáculo de nuestra nipona camioneta diálogos como “dale derecho por Guzhnee que después bajamos por Taranaki y pegamos una última pasadita por la costanera”, etc, etc, sin la necesidad de recurrir a esos instrumentos inspirados por el diablo llamados mapas.
Mientras posicionábamos nuestro vehículo en la cola de acceso, pudimos vislumbrar a lo lejos la embarcación que nos transportaría hacia la otra isla, la cual (la embarcación, no la isla) intuíamos tendría un tamaño bastante superior al que habíamos imaginado, no sólo por lo que veíamos a la distancia (sabemos que a veces las leyes de la óptica pueden ser engañosas con las proporciones de objetos lejanos), si no por la inmensa cantidad de autos, camionetas, casas rodantes y hasta camiones con doble acoplado que nos acompañaban aguardando en fila la señal para embarcar. Como era de esperar, acomodar semejante magnitud de vehículos en un barco no iba a ser moco de pavo, por lo cual la partida de la nave no se dio hasta cerca de las 9 y media, lo que nos dio tiempo de sobra para tener recorridos antes de dicha hora (porque nosotros fuimos unos de los primeros en abordar) casi en su totalidad los impresionantes espacios comunes que nos ofrecía esta magnífica embarcación, entre los que podemos contar un amplio salón comedor, múltiples salas de lectura, salas de siesta, área de recreo (con videojuegos,  etc), un londinénsemente ambientado pub, el infaltable shop, y hasta contaba con un cine a bordo (sólo le faltó el casino), todo distribuído en unos 7 u 8 pisos, lo que al fin y al cabo terminaba dándole la típica forma de transatlántico, ni cerca del ferry con los autos al aire libre que nos imaginábamos.
Durante el marítimo trayecto, que recorre el para nada angosto estrecho de Cook (nombrado en honor al afamado Captain Cook, primer europeo en recorrer la zona y documentarlo (parece que 100 años antes lo había hecho un tal Abel Tasman, pero no notó que las islas estaban separadas por dicho estrecho) (igual, su apellido sí se utiliza para nombrar el mar que separa Nueva Zelanda de Australia, y también lo porta el demonio de caricaturesca fama, así que no se tiene que quejar el puto) además de completar el desayuno, leer y dormir una breve siestita, pudimos aprovechar para salir a cubierta para apreciar los maravillosos paisajes  brindados por las dos costas que enmarcan sus 22 km de longitud (en la parte más corta, el trayecto total es mucho más largo, teniendo una duración total de 3 horas de navegación). En mi opinión, la goleadora combinación de mar y montaña, con el agregado de verdes y frondosos boques resulta casi imbatible en el juego del paisajismo. No por nada escenarios similares inspiraron a Serrat los versos en los que  desea:
“… y a mí enterrarme sin duelo, entre la playa y el cielo,
En la ladera de un monte, más alto que el horizonte, quiero tener buena vista,
Mi cuerpo será camino, le daré verde a los pinos, y amarillo al alquemista,
Y cerca del mar porque Yo, nací en el mediterráneo” (acá habría que cambiar por Cook Strait…)

(Perdón por la cursilería, es que estas cosas me sensibilizan, reconozco que cada vez estoy mas putarraco…)

En fin, terminamos arribando al puerto de la minúscula ciudad de Picton, enclavado entre maravillosos paisajes de patagónicas características, y, después de una prolongada espera para lograr descender del barco, ya que, por ser los primeros en embarcar terminamos siendo los últimos en bajar (eso también nos valió ganarnos un voucher de descuento para nuestro próximo viaje, el cual obviamente no podemos aplicar a los boletos de vuelta que ya tenemos sacados, por lo que tendrá destino de posavasos o tacho de basura), iniciamos el  trayecto de 140 sinuosos pero deliciosos kilómetros que nos separaba de nuestro próximo destino, la ciudad que lleva como nombre el apellido de la inspiradora figura estampada en nuestra bandera (o el del almirante inglés tal vez, pero yo me inclino más por Walter...). El paisaje que vimos durante el viaje (que duró casi 2 horas) no difirió mucho del que veníamos apreciando en la isla norte (casitas rurales, verdes pasturas, montañas, vaquitas, ovejas, curvas y contracurvas), pero si tuvimos la oportunidad de cruzar una cantidad bastante considerable de cultivos de árboles frutales (que luego nos enteramos que eran manzanas) y de viñedos, coronados por modernísimos tanques de acero inoxidable en los cuales imaginamos estibaran sus apetecibles jugos).

Cansados y bastante mareados a causa del empinadísimo y garabateante descenso final, arribamos a la también pequeña ciudad de Nelson, de unos 20.000 habitantes (40.000 en todo el partido), que se transformaría en nuestra base de operaciones únicamente por una noche, ya que la única misión del día era asistir al vibrante encuentro que disputaría la escuadra de la verdadera madre patria contra los aparatosos norteamericanos. Realizamos el check in en nuestra acogedora habitación, inusualmente (por lo pequeño del pueblo) equipada de modernísima manera, pero que presentaba la contra de poseer sólo una cama individual, estando obligados el colo y Yo a compartir la otra (nurse, te prometo que no pasó nada parecido al adjetivo con el cual califiqué la habitación, a lo sumo pudo haber una cuchareada).
Dejamos el auto y, siendo más de las 15 hs, nos fuimos rápidamente a buscar un lugar para saciar nuestro apetito, encontrando un solitario Pizza Hut, atendido por sus dueños, en el cual nos clavamos 2 pizzas de características bien yanquis (mezclaban cachos de carne, pepperoni, panceta y salchichas una, y casi lo mismo pero sumando morrones y aceitunas negras la otra), que la verdad al final terminan siendo una cagada porque uno no identifica qué carajo está comiendo. Las dos horitas restantes las destinamos a recorrer la pintoresca ciudad, cuyo centro no pasa de una peatonal de una cuadra de longitud, sorprendiéndonos con la excelente ambientación que los locales habían realizado para el mundial, embanderando cada negocio y cada esquina con los colores de los países que allí jugarían, y desplegando pósteres con frases características de cada uno, destacándose la ya mencionada “aussie aussie aussie, oi oi oi” y también la que da origen al título del reporte del día.
Regresamos al hotel para alistarnos para el encuentro (infaltable uso de la camiseta rossonera, que cruzó el pacífico con éste único objetivo), y nos preparamos para recorrer los increíbles 300 metros que nos separaban (desde nuestra habitación) al pequeño estadio, de características similares a la vieja cancha de Estudiantes de La Plata, con tablones y todo.
Lamentablemente nuestra ubicación en el mismo no fue de las mejores, ya que estábamos justo en uno de los extremos de lo que sería la popular, la cual era abierta (es decir, no había codos), por lo que recibíamos la envestida del helado viento sin ningún tipo de reparo, obligándonos a cubrirnos con todo lo que teníamos, incluso la bandera de Walter, que un guardia maorí amargo no nos dejó colgar. En cuanto al partido, párrafo aparte merece (pero no se los voy a conceder de todos modos) la actuación de los amarguísimos jugadores italianos, indignos de portar la azzurra en sus gélidos pechos. Nunca vi un equipo que le escapara tanto al tacle, dejando de lado únicamente al gordo Castrogiovanni, figura de la cancha. Los yanquis, teniendo en cuenta sus limitaciones, no estuvieron mal, destacándose especialmente su melenudo número 7, un animal que si no está jugando actualmente en europa, estimo que lo hará a partir de ahora. También le sumó interés al asunto la obligación que tenían los tanos de anotar 4 tries para lograr el punto bonus y seguir en carrera, cosa que lograron bastante cerca del final, momento en el cual su principal jugador vendehúmos, el wing Bergamasco, fingió para pedir el cambio un tirón de manera tan evidente que dio asco. Lo que también me decepcionó fue la floja actitud de los tifossi, quienes ubicados mayoritariamente bajo la única platea techada apenas se dignaron a tararear unos cuasi inaudibles (Italia Italia), asemejándose de manera asombrosa a la hichada de Velez (el color de la bandera italiana ayudaba mucho a incrementar el parecido) (seguro eran hinchas del Inter…)
Por suerte, en las tribunas conocimos a unos veteranos neozelandeses, ex jugadores del Nelson Rugby Club (el club más antiguo de NZ, al que pertenecía el estadio) quienes nos invitaron a concurrir a su quincho una vez finalizado el encuentro, dónde comimos unas deliciosas salchichas italianas, fish n´chips, y las infaltables cervezas, todo al estilo de un tercer tiempo típico.

Pipones pero muertos de frío regresamos al hotel para tener algunas horas de sueño antes de iniciar la larga jornada de manejo que nos espera mañana.

Forza Italia! 

















8 comentarios:

  1. Jajajaja ojito JP q si no vuelve en las mismas condiciones en que se fue no lo acepto!!!

    chee.. x lo menos mientan en el blog y digan q comieron alguna verdurita... van a volver rodandoooooo...

    besos a los 3 !!!
    Nurs.-

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  2. Uds siempre ligan algo de morfi u especies gratis...

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  3. ....esos NZ's tienen cara de vejetes bufarrones......guarda con la Doble Nelson!!!!!!.....che Juancho, después me criticás que duermo con abrazado a Ringo.....abrazos para todos.....
    Alberto

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  4. 1) Alta foto la del claroscuro con "dedos veloces" Miranda en plena faena
    2) Shisus no lo está agarrando muy bien al Australiano en ese poster. Se le va a escapar, o lo hace con cariño
    3) Lo de la doble nelson que comentó Alber fue genial, pero yo no olvido que el autor de dicho comentario todavía no desmintió el comentario que hizo su propio hijo en facebook y que lo incluye automáticamente en el Nelson Bufarring club como vitalicio. Tal vez por eso le fue fácil detectar el gen bufarrístico en las caras de los viejos.
    Abrazossss

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  5. Las explícitas fotos y el meticuloso relato son una prueba contundente de las bajas temperaturas que sobrellevan por aquellos lares. Pero de ahí a abrazarse con esos jovatos con pinta de polisones piratescos del Pacífico para neutralizar el frío, no da!

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  6. La combinación de fervor deportivo, pizza grasienta y transcripción de los versos de Serrat me mató !!

    Paren de comeeeeer !!!!
    Besos

    Adriana M (Madre de 2 de los viajeros)

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  7. Muy buenos los reportes , no me pierdo uno , te mando un abrazo
    porteño de mierda

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  8. Juanpi...maravillado, obnuvilado... con las fotos, sobre todo con la de ma anonu..
    las de los pumas buenisimas, pero la de la bestia negra, no se consigue todos los
    dìas...perdòn pero sigo insistiendo con el tema...NUNCA UNA MINA...se me hace
    muy dificil sostener tu inclinaciòn sexual ente la barra de paul...

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