Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

septiembre 29, 2011

Día 10: Llevando los 5 sentidos al extremo.

29-09-11:

Arrancamos nuestra primera mañana en la lacustre ciudad de Taupo, ingiriendo un liviano desayuno, principalmente a causa de que no tenemos microondas ni hornallas en la habitación del hotel, así que el menú consistió en juguito tropical (una rica mezcla de naranja, manzana, mango y quién sabe que otra fruta), café o chocolatada y pancito con mermelada, que fue la gran salvadora de la mañana, ya que ayudó a saborizar el insulso yogur griego natural que había comprado para hacerme el raro, como de costumbre.

A eso de las 8 cazamos el auto y encaramos para el norte, recorriendo durante una gomosa hora un trayecto íntegramente cubierto por una especísima niebla, que hacía ver la de la isla sur como una leve empañada de vidrio. Nos pareció extrañísima su persistente presencia, especialmente porque ya eran pasadas las 9 de la mañana, y hacía rato que el sol iluminaba las rutas, pero nuestras dudas fueron prontamente evacuadas una vez que arribamos a nuestro destino, el parque Wai-o-Tapu, ubicado en una zona densamente poblada por piletones naturales de aguas calientes (y otros elementos), las cuales liberan constantemente las blancas fumarolas que estimamos eran responsables por tan molesto fenómeno ruteril.
La última parte del  nombre del parque pareció estar puesto increíblemente a medida de una francesa que se estaba bañando en pelotas, literalmente, en un arroyo caliente cercano a la entrada del mismo. Y ya que estamos en el campo femenino, aprovecho para hacer un comentario referido justamente a la apariencia de las mujeres de acá, las que, paradójicamente a pesar del importante tiempo que dedican a hacer deporte, presentan unos físicos amorfos o como mínimo incapaces de atraer ninguna mirada por un lapso mayor al que se le dedica el observar  un paisaje monótono, lo cual, sumado a que todas tienen caras insulsas con expresión de nada, las deja muy mal paradas con respecto a las de nuestras razas. Con todo esto no sólo quiero dejar claro que esa francesa estaba buena, si no que es notable como uno se puede dar cuenta a la distancia si un grupo de personas es local o turista, sin necesidad de escucharlos, si no únicamente mirándole la cara a las minas. Al menos en algo les ganamos, y por goleada a estos kiwis.
Bue, hablando de los galos, el parque estaba hasta las manos de los mismos, quienes agrupados en numerosos tours se apoderaron del gift shop del parque (al cual extrañamente se podía acceder antes de recorrerlo), y de casi todas las localidades del anfiteatro delante del cual un geyser llamado Lady no sé cuánto eruptaba agua (con detergente, gracias a la magia de los kiwis cuasicordobeses que administraban el parque). La cosa es así, al parecer el geyser podría entrar en erupción por sí solo, pero sería imposible calcular cuándo sería el evento, así que los locales lo solucionaron agregando detergente o jabón en la boca del mismo, el cual por un proceso de disminución en la tensión superficial del agua facilita la rápida mezcla de los fluídos a distintas temperaturas alojados en el mismo, generando así una ruidosa y potente erupción de unos 5 metros de altura, una vez por día, siempre a la misma hora.
Durante aproximadamente una hora y media recorrimos los nauseabundos senderos del parque, apestados por el contundente olor del azufre liberado por las calientes y ácidas aguas, cuya erosiva acción es responsable del derrumbe de grandes porciones de terreno, generando impresionantes cráteres de coloreadas paredes, a causa del depósito de los minerales que el mencionado fluído había extraído antes de piedras subterráneas.  Atravesando éstas burbujeantes y coloridas lagunas de volcánica procedencia tuve la oportunidad de practicar mi incipiente pero inesperadamente útil francés, interpretando (con evidente esfuerzo) las indicaciones que nos daban los guías locales en dicho idioma, obviamente creyendo que éramos parte del inmenso contingente de europea procedencia. Al finalizar, ya cerca de las 11.30, decidimos realizar una colación con un scon de queso y una especie de gran salchicha rebozada, acompañado todo por juguitos y shweppes raras (acá hay mil sabores de shweppes, ésta vez fue de lima-limón y amargos) (así se llamaba, pero no decía nada del rojo igual), que no lograron (los alimentos, no la bebida) saciar ni nuestra hambre fisiológica ni gourmet (eran feos).

Regresamos a Taupo ya sin bruma en las rutas, realizamos de pasada una visita a las cataratas Huka, o Huka falls, por las cuales estos kiwis volvieron a merecer el mote de cordobeses lodrones, ya que se trataban de apenas un saltito de agua, cuya única característica destacable fue la pureza de su aturquesado color. Una vez en la ciudad sí pudimos comer como dios manda, en un puestucho que ni siquiera tenía baño, pero fue capaz de obsequiarnos la más deliciosa y barata fritata de mar, compuesta por filets de merluza, rabas, ostras, mejillones y kanikama, rebozado todo a la romana, obviamente acompañado por papas también fritas. Todavía ignoramos la razón que llevó originalmente a ésta pareja (porque el local era atendido por sus dueños, como la mayoría en éste país) a freír las ostras y el kanikama, pero lo cierto es que quedaron riquísimos, y presentaban un grado de ternura tan alto que les permitía, por ejemplo en el caso de las rabas (lo más raro de todo) poder ser cortadas con un enclenque tenedor de plástico.
 Terminada la faena, y aún con el estómago lleno, nos despedimos de Rober, quien se quedaría en el centro de la ciudad, para dirigirnos a nuestro primer destino de aventura turística en el viaje, los jet boats de los rápidos del río Waikato. La actividad se basa en recorrer las heladas aguas del río en una velocísima lancha jet, con un ruidoso motor que consume 1 litro de nafta por minuto, capaz de impulsarla a más de 90 km por hora, lo cual es muchísimo para el desplazamiento en el agua, especialmente atravesando los angostos rápidos, poblados por numerosos y peligrosos obstáculos, como las piedras y árboles que amenazaban constantemente la continuidad de nuestra integridad física tal como la conocemos (e intentamos conservar).
La abundancia de saltos, zigzags, derrapadas y giros de 180 y 360 grados le imprimió al paseo una dosis de adrenalina pocas veces registrada por nuestros sentidos, y, si le sumamos el importante frío que se pasa a causa de que el hijodeputa del chofer hace hasta lo imposible para que te empapes, logrando llegar al menos a 4 muy factibles causas probables de muerte al realizarlo (por colisión, por ahogo, por hipotermia y por paro cardíaco), obtenemos una experiencia 100 % inolvidable. Afortunadamente el colo había sugerido que trajéramos una muda de ropa previendo la eventualidad del mojado, por lo cual no tuvimos que sufrir luego de terminar los 35 minutos de apasionante paseo. La cagada es que no vamos a poder subir fotos de esto, porque los putarracos no te dejan llevar cámara (que la verdad tampoco hubiésemos podido usar, ya que ni se nos ocurrió soltar la baranda), y las fotos que ellos nos vendieron vienen en cd, por lo que, por ahora, no tengo manera de pasar a la netbook para cargarlas desde allí.

Dejamos el lugar con una importantísima carga emocional, que la verdad nos pegó como haber corrido una maratón, tal habrá sido el estado de tensión de nuestros nervios, y decidimos regresar a la ciudad, en cuyas afueras decidí, ya que estaba en tema, redoblar la apuesta y probar suerte con una actividad que todavía no comprendo del todo cómo fui capaz de realizar, teniendo en cuenta lo cagón que soy en las alturas, el bungy jumping.

Mucho no hay para decir de esto, principalmente porque cargué un videíto que lo muestra todo (cuando lo vean, no se crean que mi forma de caminar previa al salto se debe únicamente al cagazo, que obviamente tenía, fíjense bien que tengo los piés unidos por un arnés, por eso me muevo como pingüino), pero lo que sí quiero agregar es que nunca, pero nunca de los nuncas en mi vida tuve tantas dudas en mi cabeza como en el instante previo al salto, y lo que es increíble es que en el video ese tiempo que para mí fue casi infinito dura no más que un par de segundos (lo que es la zabiola…). Al final, obviamente como en todos los actos de locura, lo que hay que hacer para llevarlos a cabo es simplemente dejar de pensar y actuar. Una vez que saltaste la verdad es que todo pasa muy rápido, y la sensación de vuelo dura apenas un instante, por lo cual no puedo dar una descripción muy detallada, pero el tema del rebote es muy copado, porque ya se pierde completamente el miedo, y se puede disfrutar de otra manera. Lo único que lamento es que a causa del operador kiwi (o mejor dicho apu), quien evidentemente calculó mal la tensión de la soga, no llegué a sumergirme en el agua luego del salto, un plus muy recomendable que me hubiera gustado mucho experimentar.

Nuevamente en tierra firme, después de adquirir el pen-drive más caro de la historia (pero con fotos y videos valiosas) y ahora sí completamente liquidado por la sumatoria de tensiones extremas, nos reunimos con Rober en un McDonalds (casi el único local abierto a esas tardías horas de las 5 y media de la tarde), donde nos recuperamos con unos batidos frutales. Luego, a causa de la fantasmal actividad de la ciudad, encaramos para nuestro fiel supermercado Countdown, con la intención de continuar apreciando la inagotable variedad de productos ofrecidos, y de paso completar un poco los insumos para realizar una nueva picada nocturna. De regreso en el hotel, Colette me convenció (ya comenté que tengo el sí fácil) de salir a realizar un regenerativo trote bordeando nuestro vecino lago (en el cual vimos más beneficiarios del plan Yates para todos), lo cual luego le agradecí con creces dado que, además de obrar maravillas en mis estresadísimos nervios, nos permitió apreciar un increíble atardecer en las montañas, con el sol reflejando su anaranjada luz sobre la superficie del agua. A la vuelta también aprovechamos la rara oportunidad de aliviar nuestros cansados pies en las cálidas aguas de una burbujeante pileta natural que alimentaba al río a escasos metros del hotel.

El día concluyo obviamente con una duchita y la ingestión de la mencionada picada, a la cual añadimos exóticos productos (con respecto a los que venimos ingiriendo), como tomates, ciruelas y peras.   

Hasta mañana.

PD1: Si alguno pregunta donde está llevado al extremo el sentido del tacto, más tacto que no haber ido a protestar por la no tocada de agua (con el consiguiente riesgo de la respuesta: “ah, querés tocar el agua? Saltá de nuevo que te aflojamos un poquito la soga…”) no se puede tener…
PD2: Gracias a todos por los comentarios, pero todavía no podemos entender el por qué del furioso ensañamiento con nuestros queridos amigos nelsonianos…




























9 comentarios:

  1. juampi!!!! me dio vertigo de solo mirar el videito, estabas medio nervioso antes del tirarte, q lastima q no pudiste tocar el agua,
    besos
    meme

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  2. solo mire las fotos... todavia no lei nada...
    que grande juampi! estás loco!!!!!!!!!!!!

    Daniela

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  3. Te olvidaste de subir las fotos de la francesa en bolas.

    Anónimo.

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  4. Te envidié por el Bungee Jumping,hace mil lo quiero hacer!eso sí, pudiste haber liberado tensiones gritando un poco no? pero un bueeeen grito jaja
    Me reí con lo de la francesa,claramente no les importa nada! al q escribió q te olvidaste de subir las fotos de la francesa,seguro que le sacaste pero mas seguro es q las argentinas no tenemos nada que envidiarle.
    Por ultimo, como pueden comer todo eso y dps irse a andar en lancha en un paseo del tipo montaña rusa acuatica??

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  5. Muy muy buenooooo!!!!! Buenísimooooooo!!!!

    Ahora, no se puede negar que estás cumpliendo al pie de la letra con las frases del viaje... Ya te dije antes, decí que allá no hay música boliguaya para que le saques lustre a la pista...
    Y lo de los 5 sentidos fue muy Marcos Mundstock en cartas de color (... y me alejé de la choza para no incomodarlos... Eso es tacto...)

    Besos, sigan disfrutandoooo!

    María

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  6. Hola Juan Pablo: me encantaron todas tus aventuras del día 10 ........ tu adrenalina estuvo al 100%..... muy bueno el video y las fotos..... Un besote con mi deseo de que sigas disfrutando mucho del viaje.

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  7. Hola Juanpi: No puedo creer lo "cagones" que son. Nosotros íbamos a la montaña rusa, el zamba y el martillo del ital park, como si nada y repetiamos la experiencia.- No se pudo ver en el video como quedaste en el barquito. Y no pongas excusas de que tenías los pies unidos.- Besos.Graciela.

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  8. sigo sorprendido y maravillado...(el video es sencillamente extraordinario).. sesguì
    pelotudeando que yo me encargo del texapòn y demàs yerbas para poder vender
    y por ende subsistir...JP por favor un comentario lindo de MINAS... mentì en el blog
    que estuvìste en alguna partuza y manda fotos (truchas) de minas con vos...
    de la muerte, del ridìculo y de tragarse la bala.. no se vuelve...
    abrazos

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  9. Muchas gracias,Juan Pablo,por las notas......Interesantisimas para saber de Nueva Zelanda,de su gente ,su geografia.....y de rugby¡ Algunos terminos tecnologicos se me escapan.y me divierte ( ya estoy acostumbrado....¡) lo chispeante de algunos comentarios.Por otra parte,me alegra que puedas estar tan cercay vivir lo de Los Pumas.Saludos de todos nosotros y un abrazo.Alberto

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