23-09-11:
Como de costumbre, arranqué el día a las 4 am, completando
el reporte del día anterior, mientras mis neozelandeses compañeros (que no me
mientan, éstos son de acá, no puede ser que estén tan bien adaptados a los
horarios) (o al menos hicieron una pre-temporada de adaptación violenta…)
siguieron durmiendo hasta aproximadamente las 7. Repetimos el desayuno con los
mismos ingredientes, lamentando nuevamente no tener sobrecitos de sal para
sazonar los huevos revueltos al microondas, y despidiéndonos de nuestro fiel
pescado ahumado, que tan valientemente resistió el paso del tiempo y la
embestida de nuestro apetito (hizo las veces de las “lembas” del señor de los
anillos). Su partida ameritó una despedida como la de Homero al sándwich interminable…
Hicimos las valijas y nos retiramos del capitalino hotel, no
sin antes realizar una modificación en la disposición de nuestra insignia
patria, que si bien continuó en posición de franco mancillaje (o cómo se diga o
escriba), al menos su integridad dejó de correr peligro, y encaramos para las
ordenadísimas carreteras neozelandesas. A propósito, no quisiera olvidarme de
mencionar algunos detalles interesantes de las costumbres viales de acá, como
por ejemplo el hecho de que en las intersecciones de 2 avenidas doble mano, donde
la combinación de indicaciones de tránsito es casi infinita, una permite a los
peatones cruzar en todas las direcciones, hasta en diagonal, mientras ninguno
de los autos puede moverse. Siguiendo con la educación vial kiwi, descubrimos
que para ellos las rotondas son sagradas, teniendo el que viene circulando por
ellas prioridad absoluta de paso (vimos muy de cerca la muerte un par de veces
por mandarnos a la argentina mientras los camiones que venían girando
continuaron haciéndolo impiadosamente, y hasta acelerando…) (y sumando este
hecho a la tendencia casi irrefrenable que tenemos de tomarlas por la derecha,
quedando de frente a los autos que se nos aproximan cuyos conductores portan
expresiones de incredulidad y franco encono, el combo da un incremento exponencial
en el riesgo de colisión).
Lo primero que hicimos, antes de encarar definitivamente
para nuestro nuevo destino, fue pasar por la agencia de alquiler de autos,
ubicada cerca del aeropuerto, para que nos repararan la heladera eléctrica portátil
del auto, que tenía un problema en un fusible. Una vez que tuvimos solucionado
el inconveniente térmico (y técnico), encaramos para el sureste buscando la ciudad
de Tauranga, ubicada casi a orillas de la costa del océano Pacífico. La
travesía fue muy placentera, comenzando en autopistas de varios carriles, para
ir pasando gradualmente por otras de 2 carriles, hasta finalmente terminar en
rutas mano y contramano, las cuales tienen una característica muy llamativa que
citaré a continuación. Al estar compuesto el territorio kiwi en su mayoría de
superficies irregulares, las rutas deben indefectiblemente hacer constantes
subidas, bajadas, curvas y contracurvas, lo que hace casi imposible los
sobrepasos en rutas mano y contramano, así que lo que se les ocurrió a estos
tipos es, de tanto en tanto, habilitar un tercer carril, que sólo aplica a una
de las manos, para que los autos se sobrepasen ahí. Y lo que es impresionante
es cómo lo señalizan, avisando las zonas de sobrepaso con kilómetros de
anticipacíon, y describiendo cuantos kilómetros estará presenta dicha zona.
Bue, a pesar de dicho lujo, también pude darme el gusto de realizar algunos
sobrepasos normales en las pocas zonas que estaba permitido, con la salvedad de
que en realidad de normales no tenían nada, ya que obviamente fueron hechos por
la derecha.
El trayecto, de unos 205 kilómetros, transcurrió
inicialmente por los suburbios de Auckland, para después adentrarse en una zona
de sierras similar a Tandil, que presentaba en su vegetación una intensidad de
colores, especialmente en el verde (que está en todos lados, hay pasto hasta en
la sopa, y siempre bien cortadito), y también en los vivos rojos y amarillos de
las flores (que pululan por doquier, ignorando por completo que estemos en
invierno, que en definitiva me hizo pensar que estos kiwis hps le robaron la
paleta de colores originales a Dios cuando éste creaba la tierra, teniéndo que
conformarse con tonos de segunda mano para pintar el resto del mundo… Otra
particularidad de la zona, y probablemente de todo el país, por lo que se vió
desde el avión, es el hecho de que la gente vive efectivamente en el campo en
lugar de vivir en ciudades ubicadas en el campo. Con esto me refiero a que cada
uno habita su casa con su granja y sus animales, y en vez de haber centros
urbanos hay pequeños pueblitos, tipo el far west de las películas, compuestos
por una calle central con algunos pocos negocios, y dos o tres casitas en donde
vivirán los que laburan en esos negocios. Los milagros de la planificación coherente
vs la enfiteusis y el latifundio… Y hablando de planificación, ayer habíamos
estado charlando justamente de lo planificadores que deben ser estos tipos para
haber llegado a semejante grado de perfección, y hoy Roberto descubrió una nota
en el diario que versaba sobre la planificación vial que estaban haciendo de
acá al año 2040… y el slogan era algo así como “estamos trabajando para mejorar
tu vida”… que diferencia con lo nuestro, donde todo lo que se hace es para
apagar un incendio…
Bue, pasando la zona similar a Tandil llegamos a una parte
ya decididamente montañosa, más parecida a nuestro sur, donde el camino se puso
aún más sinuoso para lograr atravesar la cordillerita que nos separaba
de nuestro costero destino. Llegamos entonces a la ciudad de Tauranga, a eso de
las 13 hs y luego de pasar por el hotel para dejar las valijas únicamente (ya
que todavía no era horario de check in), y encaramos para la zona costera de la
ciudad, en la cual se encuentra el imponente monte manganui, a cuyos pies
ingerimos un delicado almuerzo en el restaurant Deckchair, en el cual Ceci,
hermana del colo e hija de Roberto, había trabajado durante 6 meses hace cerca
de un año. La zona no puede ser más hermosa, con la conjunción de hermosas
casitas, locales gastronómicos, blancas arenas, aguas turquesas, y de postre,
el citado monte, que se levanta como un chichón de piedra a pocos metros de las
construcciones de la ciudad. Terminado
el almuerzo, dejamos a Rober para que inspeccionara las calles aledañas, y nos
dispusimos a realizar el ascenso a la granítica estructura, tarea que nos
demandó una media hora de sudoroso esfuerzo, llegando a la cima cansados pero
felices de poder disfrutar una vista impresionante. Ahí nos cruzamos, además de
con una gran cantidad de neozelandeses haciendo deporte (los animales salen a
correr acá, una locura, con razón tienen semejantes jamones), con un loco furioso,
que saltaba de una punta a la otra del monte con su parapente, cayendo del
cielo al lado de los turistas que pasaban, al mejor estilo batman desplegando
su capa al arribar a una escena de
crimen en acción. Ah, antes de olvidarme, ya que hablamos de los deportistas
acá, quería aclarar que pudimos comprobar que eran ciertas dos cosas que
siempre nos decían en el club cuando eramos chicos: Acá hay canchas de rugby
por todos lados, y también se puede ver gente jugando a la tocata en las plazas
y en las playas. Otra nota deportiva interesante es la gran cantidad de mujeres
deportistas que hay, y la atermicidad que tienen estos hijosdeputa, trotando en
lompa corto y musculosa cuando nosotros tenemos que estar con campera y
bufanda.
Bajamos del monte y nos reunimos nuevamente con Rober, para
intentar luego hacer una interesante excursión en kayak a unas raras cuevas con
unos gusanos que resplandecían, o algo así, pero lamentablemente llegamos
muuuuuuuyyyyy tarde y ya era hora de que los kiwis dejaran de laburar (eran las
16…), así nos fuimos para una zona un poco más céntrica, en la cual pudimos estacionar
el auto sin pagar el parquímetro (porque eran más de las 16…), y luego de
recorrer unas pocas cuadras, comprar algunas pequeñeces, y charlar con algunos
locales que nos comentaron que Tauranga es una ciudad para jubilados, al estilo
Florida en EEUU, y con algunos turistas mundialistas, para bardearlos por la inminente
derrota de sus equipos, enfilamos un centro comercial no muy lejano, con la
intención de comprar algunos víveres en el super. Todavía preguntándonos como
mierda hacen estos tipos para vivir así laburando tan poco, llegamos al
shopping, que si bien era más lindo que los que vimos en Auckland, tenía las
mismas casas de mierda, lo que nos llevó a concluir que los kiwis deben tener a
un Guillermo Moreno de la puta madre que pone barreras en serio a la
importación de textiles, privilegiando únicamente las confecciones locales.
Una vez que tuvimos listo el changuito con lo necesario para la cena y el desayuno siguientes, encaramos nuevamente para las playas cercanas al monte, donde nos tomamos unas cervecitas (tibias, porque no se había activado nuestra heladerita), para finalmente regresar al hotel, en donde pudimos disfrutar de las bondades de un baño reparador (con hidromasaje y todo!), y una suculenta cena, compuesta por sanguches de jamón, queso y huevo frito, siendo responsable este último insumo de un cuasi incendio, con sonada de alarma de humo y todo. Ingerimos los alimentos mientras mirábamos Sudáfrica – Namibia, clavándonos también unas medidas de un interesante y ahumado wiskazo llamado Black Grouse, que habíamos adquirido en el freeshop y nos viene acompañando desde entonces.
En estos momentos son las 22:33, estoy terminando el reporte
mientras mis compañeros ya van por el quinto sueño…
Hasta la próx.
Muy bueno!!!!
ResponderEliminarIncreibles los paisajes!!!
Lo de la paleta de colores de dios... naaaahhh, sin palabras!
Saludos desde la fallida primavera de buenos aires!
Daniela
Genial el relato y los toques de humor !
ResponderEliminarCómo no les agregué salero ...
A seguir disfrutando !!!! Besos
Adriana
Ojo que el Loco Robben tiene twitter....
ResponderEliminarUn beso (y sorbo) grande para el negro Grouse!
Sigan girando!!!!
El Alemán
Me divierte muchisimo leer los comentarios del viaje.Efectivamente hay que desterrar a Miranda del volante!Por suerte estamos comprobando que no volveran desnutridos.
ResponderEliminarJuanpi: amo a Ernesto, pero vos tenes un "poquito" más de humor para escribir!!! Sigan disfrutando, "a bientôt! et joyeux voyage!" Silvia (tia del colo)
Que caradura, ahora entiendo por que casi quedan incrustados como bichos en radidor mas de una vez. Te pusiste a manejar ahi guacho!!!. Pense que solo el colorado iba a manejar. No se quien era mas peligroso, si vos al volante o el loco del parapente.
ResponderEliminarMuy buenooooooooooooooooooooo!!!!
ResponderEliminarBut, ¿que mierda es la enfiteusis????
Besos, Charo
Juanpi...tus relatos son sencillamente extraordinarios, las fotos muy lindas...(salvo las que
ResponderEliminarestàs en la playa con los pantalones arremangados...da muy gay)... pero por favor
necesito ver alguna MUJER...o algùn comentario sobre las mismas...
a la distancia abrazos....
marcelo
Hola Juampi: me encanta cómo dedactas tus aventuras turísticas........ creo que estás en condiciones de editar un libro con todas tus anécdotas...... sos muy ameno en tus comentarios y es un placer leerlos......
ResponderEliminarUn beso y que lo sigas disfrutando tu viaje.