Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

septiembre 23, 2011

Día 4: Nace la leyenda de Piedeplomo.


23-09-11.

Arranqué el día por primera vez a tono con el resto del contingente, a las 6 am (era verso todo eso del jet lag), y dediqué algunos minutos a responder las inquietudes de mis lectores, cuyas demandas incrementan día tras día (pucha, la fama y el éxito conllevan mucho sacrificio… es duro tener contentos a los fans…). A propósito, si quieren tienen la posibilidad de realizar los comentarios en el mismo blog, así todos se enriquecen con las opiniones colectivas, y de paso queda como si fuese una página muy visitada… Ah, ya que estamos, aprovecho para escrachar a los insolentes que, como siempre, me hicieron comentarios por las faltas ortográficas… creí que había quedado bien claro (por algo lo expongo en el encabezado del blog) el tema de que lo hago por ustedes, para ver si están atentos, y para que no se crean que soy perfecto, porque eso me restaría humanidad, haciendo imposible un acercamiento mutuo… Eric para todos ustedes.
Ah, una cosa que no se relaciona con nada, pero no quiero olvidar de mencionar, tiene que ver con un comentario que nos había hecho el tipo de aerolíneas (el que nos recomendó el restaurant) referido a que con el jet lag uno no sabía cuándo comer, ni qué comer, etc, y que te ponían la comida adelante y no sabías qué hacer………. La mentira más vil que tuvimos oportunidad de escuchar, acá morfamos a cualquier hora, en cualquier lugar, dulce, salado, picante o loquevenga…
Otro dato loco, los cigarrillos cuestan 15 kiwis, el equivalente a unos 55 mangos aprox, y encima los tienen bajo llave, así que hay que ser muy vicioso para fumar acá…

Bue, ahora si empiezo con el relato. Nos despertamos sin esfuerzo, ya con la luz del sol ingresando libremente por las ventanas, lo que no nos dio oportunidad de seguir dándole uso a los fantásticos veladores que tiene este hotel, los cuales se prenden cuando uno los toca en cualquier parte de su superficie, sin necesidad de un interruptor. Es más, el primer toque es luz tenue, el segundo media, el tercero fuerte, y al cuarto se apaga, una maravilla. Tan obsesionados quedamos con los veladores, que tuvimos que preguntarle al del lobby del hotel, un sudafricano muy parecido a Benny Hill, que nos indicara dónde podíamos conseguirlos, tarea que cumplió con creces, además de recomendarnos infinidad de actividades para nuestros próximos destinos. Abandonamos el motel para realizar entonces una parada en una especie de local tipo Easy llamado Mitre10 (hasta donde llegó don Bartolo), en el cual conseguimos las ansiadas lámparas, no sin antes toparnos con el eslabón perdido, tal era el coeficiente intelectual del empleado que nos atendió… pobre, tuvimos que jugarle una mala pasada para conseguir nuestro objetivo, pero esa argentineada no será revelada en el presente diario, todavía me queda algo de pudor… El hecho que en definitiva quería dejar claro es el estado de demencia en el que estamos, que nos lleva a comprar un par de veladores con 10 bombitas (porque las que lleva son muy raras, y no sabemos si existen en Argentina), estando a medio planeta de distancia de nuestras casas…

Dejamos el local y nos adentramos en las angostas y curvilíneas carreteras que nos llevarían a nuestro capitalino destino de Wellington, a unos 450 km de distancia. Como punto sobresaliente tenemos que mencionar que se dio el debut al volante de Roberto “lead foot” Miranda, un tapado que demostró una capacidad de adaptación impresionante, moviéndose como pez en el agua entre las empinadas y ondulantes rutas kiwis, llegando a realizar complicadísimas maniobras al mejor estilo Jamiroquai en el video de Cosmic Girl. El tema (siempre hay un tema, y no me refiero al de Jamiro) fue que lamentablemente la confianza le jugó en contra, y, como diría Bowie: “sordid details following…” A unos 50 kilómetros de nuestro punto de partida, encontrándose Piedeplomo a punto de sobrepasar a un vehículo, cruzamos un patrullero que venía por la mano contraria, que en tiempo record realizó un giro en u, posicionándose a nuestra retaguardia e invitándonos a detenernos. A continuación, un musculoso y tatuado policía se nos acercó e indicó que nuestro auto se movía a 132 km por hora, siendo el límite de 100, por lo cual merecíamos un multa, regresando luego al patrullero para prepararnos el ticket. En ese momento vimos que un auto se detenía algunos metros delante de nuestra posición, del cual se bajó una señora que pasó sonriéndonos mientras se acercaba al patrullero, para luego regresar a su vehículo y retirarse. A los pocos instantes teníamos de nuevo al yuta frente a nosotros, para explicarnos que deberíamos abonar 300 kiwis por la falta, y de paso sugerirnos que el Rober fuera reemplazado en su labor de conductor, siendo desterrado al asiento posterior. El motivo de dicha sugerencia nos fue revelado con claridad por el mismo policía, quien con preocupación nos confió que la amable mujer que se había detenido delante nuestro había tenido como objetivo informarle a los oficiales que nuestro vehículo la había sobrepasado en una zona de curvas con doble línea amarilla (la gran Jamiroquai, que había sido realizada hacía 30 km al menos…) Dé semejante manera entonces nace y muere la leyenda del intrépido Piedeplomo en tierras maoríes, comiéndose un sin bin a pocos minutos de haber tocado el volante por vez primera… Ahora, lo buche de la vieja no tiene nombre, jajajaja, pero tal vez es gracias a estos autocontroles que su sociedad llegó a semejante grado de perfección, que tan abrumador nos parece.

Ya con el colo al volante, seguimos recorriendo sinuosos kilómetros de pintorescos paisajes, que como siempre estaban repletos de accidentes geográficos tan  numerosos con distintos,  realizando solamente una pausa para almorzar en un puestito de comida china rara, donde nos enchascamos intentando pedir un fish ´n chips, que al final terminó siendo sólo chips, por lo que tuvimos que complementarlo con unas porciones de pollo frito y otras fritangas chinas de nombres y sabores que escaparon a nuestro entendimiento. Regresando a la ruta luego de la pausa, continuó la travesía por esas tierras íntegramente tapizadas con fosforescentes alfombras verdes, sobre cuya superficie pastaban las casi omnipresentes ovejas, o las ya rurales vacas holando pero no por eso menos abundantes (iba a poner holando-argentinas, casi me traiciona la costumbre) (serán holando-nz ésta variedad?). Ciertamente es una rareza ver tanto campo y prácticamente ningún cultivo, pero estimo que las imperfecciones del terreno deben hacer imposible cualquier tipo de siembra o cosecha intensiva. De todos modos, luego de atravesar (bah, pasarle al lado) una cadena montañosa bastante alta, con abundante nieve en la cima, llegamos a una zona de mesetas dónde pudimos ver algunos equipos de riego en los campos aledaños, pero lo que había en el piso era siempre pasto, con sus vaquitas y ovejas pastando. Sin mentir, en todo el trayecto vimos un solo silo, rodeado por un único lote sobre el que se había cosechado maíz un tiempo no muy largo atrás, estimamos que su destino sería la nutrición del ganado.
Bue, iban ya 5 horitas de manejo y habíamos recorrido únicamente 300 km, tal es la complejidad de las curvas y contracurvas, sumada al sogaca que nos quedó de comernos otra multilla o ser buchoneados por viejas serviciales a la causa, y la verdad es que a pesar de que el paisaje era hermoso, estábamos hasta “acá” con esas montañas ya abiertamente de mierda para nosotros, que queríamos llegar a toda costa, pero, ya conmigo al volante, tuvimos que resignarnos a tardar casi 2 horas y media más para recorrer los 150 km que restaban, fumándonos todos los pueblitos que la ruta 1, principal arteria de la isla norte, decidió atravesar sin ninguna intención de aliviar nuestro sufrimiento. Ese nos pareció un dato muy extraño, pero teniendo en cuenta la escasa densidad de población, y lo difícil del terreno, es lógico que no puedan tener autopistas en toda la extensión de su territorio (nos habíamos mal acostumbrado con el impresionante sistema que tenían en Auckland). Al menos los últimos 10 km antes de llegar sí los transitamos descendiendo por una veloz motorway que nos depositó en el centro de la ciudad de Wellington, capital de país, en la otra punta de la isla.
Recorrimos un poco la zona, ya expertos en el arte de la interpretación de mapas, con el objetivo de retirar las entradas a los partidos que nos faltaban (las otras las habíamos buscado en Tauranga), tarea que realizamos en una oficina que se encontraba justamente al lado del hotel que hospeda a los Pumas. Luego seguimos camino de nuestro hotel, el más lujoso de los que habitamos hasta ahora, con la particularidad de estar ubicado sobre una colina, lo cual, sumado a que nuestra habitación se encuentra en el piso 9 (en una ciudad donde creo que el edificio más alto tendrá 10) se traduce en una panorámica visión de la capital. Obviamente siempre hay un lado negativo, el cual será revelado a la brevedad.

Dejamos los bártulos, nos refrescamos un poco, y encaramos para la fan zone de la ciudad, donde degustamos unos deliciosos pinchos de camarones a la plancha, y demás delicias culinarias (dentro de las cuales hubo panchos, carnipanes y hasta un plato de nombre raro con el cual me clavé porque parecía una tortilla de acelga). A diferencia de las otras ciudades, donde el clima está presente pero de manera mucho más incipiente, acá si podemos decir que se vive el mundial con todo, cruzándonos con grupos de las más diversas nacionalidades, bardeándose abierta pero jocosamente, siempre con ánimo festivo. Particularmente a mí, que me encanta el boqueo, me maravilla esto de ver pasar a un escocés y poder hacerle una señal de pulgar para abajo o de degüello, sin tener que pensar en las consecuencias que esa acción tendría en un evento futbolístico en la argentina. Lástima que la limitación que nos impone el lenguaje cercena nuestras capacidades de boquear, así que no pudimos pasar de más que un “you are going down in quarter finals” a los kiwis, que obviamente se nos cagan de risa en la cara. Desde el pobladísimo fan zone salía una caravana murgueante (ajjjj, como odio las murgas, ni siquiera en un mundial me las banco) que nos acompañó durante las 30 cuadras que nos separaban del estadio en donde jugaría Australia contra EEUU, trayecto en el cual nos cansamos de escuchar los cánticos “aussie aussie aussie, oi oi oi” y “USA go away” de los australianos, retrucados por los yanquis, que eran muy creativos a la hora de disfrazarse (vimos capitanes américa, mujeres maravilla, Obamas), pero a la hora de cantar solo tiraban el “USA, USA” en cuyas pausas los australianos interponían un veloz “sucks”, ganando el duelo por afano.

Bue, se está haciendo demasiado largo esto, así que voy a ir concluyendo haciendo unos breves comentarios de rigor sobre el estadio, un modernísimo cilindro (no tan lindo como la cancha de Racing), desde el cual estimamos el partido se debe poder ver igual desde cualquier ubicación, y sobre el partido, que inicialmente nos apasionó al inicio, pero dado el pijossi que se terminaron comiendo los yanquis (que para hacer justicia hay que decir que se la bancaron muy bien en el primer tiempo, hasta casi merecer ir ganando), perdió bastante interés, siendo las principales atracciones las olas que daban varias vueltas sin parar, y la evaluación de los espectadores, borrachos casi en su mayoría, los cuales no le ponían ni la menor atención a lo que pasaba en el campo de juego. Concluído el encuentro, regresamos al centro gracias a un servicio gratuito de micros, cenamos en un subway, y sufrimos el ascenso hacia nuestro querido pero alejado hogar wellingtoneano, el cual no pudo zafar de ser objeto de algunas puteadas a causa de su lejanía del centro.

Eso es todo por hoy.

PD: El hotel tiene algún tipo de restricción con los megas en la conexión, así que no sé si podré subir fotos. En cualquier caso, pueden ser añadidas luego.

Actualización: subidas las fotos.















7 comentarios:

  1. Yo ya había anticipado que Rober iba a dar que hablar... Devuélvanle el volante!!!!!

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  2. Y yo que juraba que la primera multa era de JP... jajajaja
    besosssss
    Nurs.-

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  3. que grande la vieja!!! será NZ pero igual un buche interesante

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  4. Para cuando la fluida pluma de alguno de los otros integrantes de tan apasionante viaje? Acaso la verba de Juan Pablo impida el desarrollo de la prosa de el Colo o Rober?
    Me sumo al pedido: Rober al volante!!!
    Tio Daniel

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  5. QUE fue lo UNICO que repeti MIL veces!?!?!?
    NO exceder las velocidades en la ruta porque te agarran....y ahi lo tenes...yo no lo puedo creer..!! indignada estoy.!!
    Mucho tip de viaje...todo al tacho...
    Ce
    (la hija del infractor)

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  6. Quiero que me vayas palpitando el match, por todas las fuckin redes sociales, twitter, face, blogspot, etc

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  7. juampi, te quise poner un comentario en el blog y me lo rebota, abrazo hermano, fuerza mañana
    mira que me levanto para verlo, hace alguna cagada para que te filmen
    abrazo

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