Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

abril 28, 2013

Día 8: Wachau-turros

Comenzamos el día muy relajados, ya que suponíamos no nos esperaba otra jornada de arduo zapateo, así que, luego de un excesivamente generoso desayuno (por no decir ya casi pornográfico), en el cual realmente comí hasta que no pude tragar bocado, salimos y nos tomamos el tranvía número 5, que nos depositó en la estación de trenes Westbanhof, donde abordamos una moderna formación de 2 pisos con destino a la pequeña ciudad de Melk, a unos 85 km de Viena. En realidad, más que ciudad, se trata de un reducido conjunto de casas (y negocios) apilados en la base y en el camino de subida que lleva a la impresionante abadía benedictina que allí se levanta, sobre una especié de colina o peñón, imponente sobre el resto de las insignificantes (en comparación) edificaciones, a la vera del Danubio.
Para los que leyeron el libro (o vieron la peli) “El nombre de la rosa”, de Humberto Eco, uno de los personajes, el aprendiz (que también es el narrador, interpretado en la peli por un joven Christian Slater, que después de actuar ahí, en Robin Hood, y en Código Flecha Rota se debe haber retirado o algo así porque no lo recuerdo de otro lado), supuestamente era originario de ésta abadía (a no confundirse con la abadía en la cual transcurren los eventos en la novela, que según recuerdo teóricamente quedaba en alguna parte de Italia, pero era inventada, y encima se quema al final, así que igual no estaría disponible para ser visitada).

Recorrimos acalorados, a causa del intenso sol que nos acompaña desde hace días, las angostas y escasas, pero muy empinadas cuadras que separan el centro del poblado de la entrada a la señorial edificación, y luego de una pasada refrescante por los baños exteriores, donde me tuve que mojar la cabeza y tuve el raro placer de utilizar el secamanos más moderno y eficiente que haya visto (lo que ya empezaba a hablar de lo que sería el lugar que estábamos por visitar), validamos nuestros tickets y nos dispusimos a iniciar el recorrido interno.
Como acabo de mencionar, ya habíamos tenido un aviso de que la cosa podía venirse tecnológica, pero nada nos podía haber preparado para lo que vimos. Un despliegue impresionante de luces de neón, plasmas y proyectores, todo en función de brindar un poco usual espectáculo audiovisual de quién sabe que poronga, porque estaba todo en alemán, y no entendimos una goma (bueno, algo sí, habían cruces y cosas religiosas, bah, aunque en realidad tampoco se entiende mucho eso…). Sólo nos quedó clara una cosa de esta parte del recorrido, que abarcaba unos cuantos salones de la abadía, a saber: estos benedictinos están bañados en oro, lo que velozmente disparaba la pregunta: de dónde mierda sacan la plata estos hps?.

Todo eso daba vueltas por mi cabeza mientras seguía recorriendo salones rebosantes de tecnología, como por ejemplo una enorme maqueta móvil escala 1:100 de la abadía, que tenía un espejo en su parte superior para poder admirarla en detalle, cuando, después de una breve pausa en el trayecto, propuesta por una salida obligatoria hacia un puente externo que comunicaba dos pabellones del edificio, desde dónde se podía apreciar con claridad tanto la ciudad como sus alrededores, destacándose las escasas pero bien aprovechadas tierras cultivables (porque es una zona con pocas planicies), y obviamente el trayecto zigzagueante del Danubio, el ingreso al salón siguiente volvió a dejarme boquiabierto.
Se trataba de la biblioteca, la cual, decorados sus techos con renacentistas frescos, con sus paredes completamente cubiertas de antiquísimos libros, y dos mapamunids enormes, uno a cada extremo (representando uno el globo terráqueo y otro el globo celeste), brindaba un espectáculo bastante llamativo a nuestros incrédulos ojos (lástima que no se podía sacar fotos). Tal vez de acá sacó la inspiración Humberto Eco para su novela, en la cual también hay una biblioteca de puta madre, aunque no tiene nada que ver con ésta, ya que se trataba de un laberinto.
Quiso la casualidad que justamente ahí Juliette reconociera a una amiga suya que estaba trabajando como guía turística para un contingente de brazucas, así que, más allá de la posibilidad de ponerse al día con sus anécdotas, etc, etc, tuvimos la chance de terminar el recorrido aprendiendo algunos cuantos datos que nos hubiesen sido esquivos de otra forma, ya que los benedictinos trolos no ofrecían audioguía.

Saliendo de la biblio, de la cual aprendimos que no hubo necesidad de ser restaurada, ni siquiera las pinturas del techo, gracias a que nunca se trabajó allí con otra cosa que con luz natural, provista por sus enormes ventanales, salvándola así los monjes, únicos sabios de su época (es decir, los únicos que sabían leer y escribir) de la “nociva” acción de las velas… ingresamos en la última y más impactante etapa del recorrido, la capilla. Uno esperaría que, tratándose de una abadía ubicada en el medio de la nada, que regía la vida de unos pocos monjes y a lo sumo un caserío de plebeyos muertos de hambre, su capilla sería un espacio relativamente pequeño, dedicado a la oración, y a lo sumo a los diversos cánticos que los religiosos entonaban para no aburrirse, pero, ya curtidos en la idea de que los benedictinos tienen la piedra filosofal, o al menos tuvieron éxito en la alquímica búsqueda de transmutar sustancias en oro, era obvio que la cosa sería diferente.
El tamaño no es particularmente impactante, aunque es obviamente desproporcionado para el lugar en donde se encuentra, pareciéndose más a una catedral que a una capilla. Lo que sí impresiona es justamente lo relacionado con la alquimia, ya que creo no haber visto tanto oro ni siquiera en la más suntuosa iglesia del Vaticano. No sólo las estatuas, el altar, y hasta el inmenso órgano tienen oro por todos lados, sino que es abundante también en los enchapados de las paredes y esquinas, tanto que ya pasa a ser de mal gusto.
Todo esto no hizo más que reforzar la pregunta sobre el origen de la riqueza de ésta orden, que no deja de dar vueltas por mi cabeza. En Argentina conozco sólo un convento Benedictino, que se encuentra en la ciudad de Victoria, a pocos kilómetros de Rosario, puente mediante. Recuerdo que cuando lo visité también me llamó la atención el nivel de lujo que presentaba, especialmente para semejante pueblo, pero obviamente el de allá no le llega ni a los talones a éste. Aprovecho entonces la oportunidad para consultarlos, eventuales lectores, si alguno tiene idea de dónde pueden sacar éstos muchachos, más allá de los licores y souvenirs que venden acá y allá. Danke.

Al salir de tan fastuoso lugar nos dispusimos a hacer algo de tiempo recorriendo las callejuelas de la ciudad, donde probamos una analcohólica bebida local llamada Almdudler, que no era muy distinta al Guaraná, y nos clavamos unos sorprendentemente ricos y refrescantes helados, para enfilar luego (ya que todavía nos quedaba tiempo) hacia un bosquecillo no muy espectacular pero lo suficientemente tranquilo como para poder reposar un poco nuestros pies, en un banco a la orilla del río.
Todavía no lo mencioné, pero el siguiente paso en la planificación del día, que está mencionado en el título, era un paseo en barco por el Danubio, específicamente por la región del Wachau (se pronuncia uajau), de la cual forma parte Melk, y varios otros pueblos ubicados  río abajo. La misma, lo aprendimos en el barquito, se caracteriza por poseer climas relativamente templados, lo que se traduce en que es una buena región para la producción de vinos, siendo justamente de aquí originaria la cepa Riesling. Creo que antes mencioné que la geografía no regala muchos espacios planos para cultivar acá, pero los tipos se las arreglaron bastante bien con un prolijo sistema de terracitas ganadas a las colinas. Además de viñedos y árboles frutales, los pueblitos que fuimos recorriendo durante la travesía también nos regalaron interesantes vistas de los que otrora fueran importantes fortificaciones medievales, destacándose una en la cual supuestamente estuvo prisionero el rey Ricardo corazón de león a su regreso de las cruzadas. Por esta región también se encontró una estatuilla de unos 30.000 años con forma de mujer regordeta, llamada Venus de Durnstein creo, la cual obviamente debe ser falsa porque adán y eva son mucho más jóvenes que eso.

Terminamos el acuático trayecto realizado con los barquitos (fueron 2, hicimos un trasbordo en Spitz) de la compañía Blue Danube (que de blue no tiene nada, a lo sumo debería ser Brown, o Greenish Brown) (ah, con respecto al supuesto glamour que denota un paseo por el Danubio, la verdad no dista mucho de un paseo por el tigre, o por el río Paraná, lo único distinto son las colinas, con las parras aterrazadas, y los castillitos medievales, pero en sí no es graaaaaaannnn cosa) en la ciudad de Krems, un centro urbano bastante extenso, que al parecer tuvo  una importancia relativa bastante interesante en la antigüedad.
En dicha ciudad, que posee también su propia abadía benedictina (la cual tiene la colección de arte gráfica más importante de Austria según nos dicen… y siguen afanando los tocayos del ex papa) realizamos nuestra propia versión de una maratón urbana, corriendo las aproximadamente 20 cuadras que separaban al puerto de la terminal de trenes, con la intención de llegar a tiempo a nuestra función musical de la noche. La tarea no fue fácil, ya que no había ningún tipo de señalización que nos orientara, pero gracias a la providencia divina logramos poner pie en el tren que nos depositó, siesta de una hora mediante, en el centro de la ciudad.

Rezando nuestra entrada que el inicio del concierto era a las 20:15 en punto, bastante difícil nos sería cumplir con el itinerario, ya que eran las 20:05 y todavía nos faltaba hacer un par de combinaciones de subte y después encontrar el lugar (cosa que no siempre es tan fácil), pero, poniéndole pilas, y mucho trote y transpiración, logramos llegar al que supuestamente era el lugar un hermoso teatro deliciosamente iluminado, rebosante de asistentes finamente ataviados, para descubrir que la función “de hoy” no era ahí, sino a la vuelta. Frustrados corrimos las 2 cuadras que nos separaban del verdadero lugar, el cual encontramos de orto, y luego de la obligada espera para que terminara la obra que estaba en ejecución (porque obviamente llegamos tarde), pudimos acceder a nuestros asientos.
Al estar oscuro el recinto no pudimos descifrar cabalmente qué era la edificación en la que nos encontrábamos, pero estábamos seguros de que no se trataba de un teatro, principalmente porque las sillas estaban puestas especialmente para la ocasión (es decir, no eran butacas), porque habían pinturas religiosas en las paredes, y porque también habían grandes ventanales… Siéndo imposible sacarme la idea de que nos habían recagado desde arriba de un pino, igual intenté relajarme y disfrutar de la función, que la verdad estuvo muy buena, con el repertorio de canciones clásicas que todos conocemos de las publicidades, como la de Ballerina, la de pan Sacán, la presentación del programa Cha Cha Chá, y el famosísimo waltz de los casamientos. Fuera de joda, estuvo bueno el popurrí, (sigo tratando de convencerme, jajaaja), sumando intercaladamente piezas de ballet y ópera a la música de Strauss y Mozart interpretada por la supuesta “Royal Orchestra of Vienna”. Volviendo al tema de la supuesta estafa, dejando de lado lo musical, al prenderse las luces en el intervalo pudimos intuir que nos encontrábamos en la capilla de un colegio, muy lindo, pero colegio al fin, cosa que confirmamos al ser dirigidos hacia un pasillo, correctamente ataviado para la ocasión, pero que lindaba con la cancha de básquet de la institución educativa. Allí fuimos agasajados con una copa de champagne, y al menos pudimos consolarnos observando una gran cantidad de personas vestidas de gala, prestándole especial atención a una pareja compuesta por un pelado rapado, con pinta de rumano, de unos 30 años, y su joven novia, ataviados con traje y moño el primero, y vestido de gala con tacos de unos 20 cm ella. Creo que reza el dicho: “mal de muchos, consuelo de tontos”, no? Bueno, eso podía aplicar para nosotros, que estábamos todos chivados, vestidos así nomás, y teníamos la entrada más barata. Ahora, si yo hubiese sido ese dolape, vestido de esa forma, al cual seguramente le vendieron la entrada más cara (quién sabe con qué verso, porque al menos a nosotros nos avisaron que la cosa no era formal), con la clara intención de impresionar a la minita, y de repente me encontrara sentado en una silla de colegio, en una capilla con los ventanales abiertos, rodeado de gente chivada que se pone a aplaudir al son de la música clásica como en una chacarera, seguramente me hubiese colgado de la araña para prender fuego todo… pero por suerte el pelado se la bancó bien y no tuvimos ningún Cromagnón vienés del cual lamentarnos.

Acabada la velada, después de los últimos bises pedidos por el público al director japonés de la orquesta, que la rompió regalándonos un tema tocando el violín directamente con los dedos, decidimos que, siendo casi las 23 hs, solo nos quedaba hacer una última pasadita de despedida por el centro de la ciudad, apreciando nuevamente, esta vez bajo la iluminación artificial, los imponentes monumentos, peatonales, y edificaciones en general, que nos ofreció durante nuestra estadía esta hermosísima capital.

PD: cosas que todavía no mencioné: en ninguno de los hoteles hay sábanas, en cambio tienen solamente un edredón. Los vieneses justifican cualquier cosa, como por ejemplo que el mozo que nos atendió en el café era bien descortés, usando la frase "Viena es diferente" (en alemán no la sé).


PD a comentario del alemán del olor a cacona: también hay mucho olor a meo en los cruces peatonales bajo nivel.




































4 comentarios:

  1. Todo divino. Juampi te comento que todo esto de Melk te lo conté yo cuando hice el viaje con las tías Poupée y Elsa. A tu regreso te voy a dar el libro de Hobswan para que te enteres de donde salió el oro. Los curas en la época medieval cultivaban su tierra y así fueron vendiendo los productos y haciéndose millonarios (mejor leelo vos y te enteras por tus propios ojos). Las fotos preciiosas y los conciertos en Viena (salavo en la Opera, carísimos) son en las iglesias o aulas de los colegios. También en las calles del centro deben haber visto pequeños grupos de jovenes interpretando música. Yo también quedé impresionada con la Iglesia.

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    1. Ma, ese oro no se junta cultivando tierra y vendiendo dulce de leche, y menos esas con esas montañitas pedorras...

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  2. Ahora entiendo porque en la calle Libertad al 300 hay un local
    llamado El Benedictino...

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    1. ni entres, no hay forma de que no salgas con un buen jossi atroden...

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