Más que satisfechos abandonamos el hotel, no sin antes realizar una retrasada conexión a internet, a causa de que la única conexión puede ser realizada en el lobby, y fijamos rumbo hacia la céntrica Stephansplatz, donde, además de encontrarse la monumental catedral Stephansdom, cuyo tejado cubierto por azulejos y su alta y puntiaguda torre central realmente llaman la atención, teníamos previsto reunirnos con otro Stephan (en realidad Stefan), un amigo austríaco de Juliette, residente en la no muy lejana ciudad de Gratz (la segunda más grande de Austria, a tan solo 2 horitas de tren…), quien amablemente se ofreció para hacernos de guía por la otrora imperial capital. Siendo el punto exacto de reunión un Mc Donalds, debido a su provisión de wifi (necesaria para la comunicación via whatsapp), amenizamos la corta espera con un asqueroso capuchino helado, el cual fue inmortalizado en una foto con el único motivo de recordarme que nunca vuelva a cometer semejante pecado contra natura. Ah, casi me olvido, antes de llegar al McD fuimos abordados por un simpático personaje vestido con ropas tradicionales vienesas, quién mediante un elaborado y entrador discurso multilingüe logro su oscuro objetivo de vendernos un par de entradas para un espectáculo de valses, ballet, y quién sabe qué otra cosa, pero para la noche de mañana, ya que no estábamos seguros a qué hora nos abandonaría nuestro guía. (ya sé que tengo el sí fácil, no es necesario que me lo recuerden…)
Arribado ya nuestro guía cuasi local, después de las salutaciones correspondientes al caso, comenzamos raudamente la que sería una de nuestras, hasta ahora (siempre hay que cubrirse) más impresionantes jornadas turístico-gastronómicas (y eso que ya le habíamos dado con ganas al desayuno). Pasamos por tantos lugares que me es imposible recordarlos todos, pero los que ahora me vienen a la mente son la ópera de Viena (no muy distinta al Colón), el Hofburg, un conjunto de monumentales edificaciones entre las que se encuentra la biblioteca nacional, la escuela española de equitación (donde tienen lugar unas exhibiciones copadas de los “famosos” caballos lipizzanos, que vimos en un video porque ni se nos ocurrió entrar, pero hacían cosas lindas los yobacas), el despacho del presidente, el museo de Sisi, el Michaelertrakt (que tiene una cúpula imponente), y muchas otras cosas que obviamente se me escapan. También pasamos por el museo Albertina (o algo así), el palacio de justicia, los museos de historia antigua y ciencias naturales, el Volkstheater (museo del pueblo), el parlamento (que tiene un impresionante estatua de Palas en su parte anterior), y el barrio de los museos, donde, además de mirar de arafue al museo Leopold y varios otros, aprovechamos para tomarnos un merecido descanso, de la caminata y del veraniego día, con una inesperada temperatura de 28 grados, siendo invitados por Stefan a probar una interesante (y rica) bebida fría a base de yerba mate, llamada Makava (al parecer los flacos que la crearon, que provienen de Gratz, la ciudad natal de nuestro guía, y también la de Arnold Schwarzennegger, viajaron a argentina, conocieron el mate, y decidieron inventar su brebaje para competir con el té helado, y la verdad les salió bastante bien, mucho mejor que esa asquerosidad que sacó coca cola llamada Nativa hace unos 10 años aprox.).
El siguiente destino, pasando antes por varias de las estructuras mencionadas, las que preferí mencionar juntas para no olvidarlas, (bah, creo que pasamos por el Rathaus, que quiere decir algo así como casa de debates (es el parlamento creo), durante este trayecto, pero no lo recuerdo) fue un barrio muy coqueto y bastante tranquilo, en el cual nos sentamos en las mesas exteriores de un interesante bar llamado “Centimeter”, donde, además de probar unas deliciosas cervezas locales (una rubia llamada Murauer, y otra llamada Stiegl Weisse que venía mezclada con Holunder, una fruta local cuyo sabor no puedo definir, pero estaba bastante buena, nos clavamos una impresionante salchicha de 2 metros de largo (bah, ese era su nombre, pero en realidad eran bastante mentirosos los ladris, porque se trataba de 2 salchichas distintas, de 1 metro cada una…), que venía con 2 tipos de mostaza, y con un vegetal rayado que se parecía bastante al wasabi (creo que era rábano picante).
La sobremesa la realizamos en un moderno café no muy lejos de allí, llamado Daniel Moser, que tenía la particularidad de encontrarse en un 5 piso (altísimo para la ciudad, que creo que en su casco urbano no tiene edificios de más de 6 o 7), desde donde pudimos disfrutar, además de unos ricos y bajativos fecas (la salchicha los solicitaba), de una magnífica vista aérea de los alrededores.
De allí, visitando algunos monumentos y pasando por calles y peatonales muy caretas, destacándose la Graben, por sus inaccesibles locales y su amplio espacio para caminar (quiero decir que es una peatonal muy ancha…), nos fuimos para el lado del Danubio, donde sobre el margen de uno de sus canales aprovechamos para seguir con nuestra ardua tarea de cata de cervezas, en unos interesantes barcitos cercados por una no menos pintoresca playa seca, tipo la que puso Macri en costanera norte. Los sujetos de experimentación en dicha oportunidad eran originarios de la región de steirisches, donde se encuentra Gratz, popular también por sus vinos blancos, y se trataron de una Gosser rubia, y otra homónima pero con limón, sorprendentemente muy rica también (tomo nota para experimentar un nuevo sabor en la Cervecería Los Hijos de Puta).
Reanudando la caminata para combatir la modorra cervecera que nos invadía, recorrimos un poco más la ciudad, pasando por un antiquísimo cine llamado Urania, y por la zona de los ministerios (el de justicia tenía una estatua muy copada de un águila con 2 cabezas), para llegar a nuestro siguiente destino, el Stadtpark, un parque muy cuidado pero de mediano tamaño, en donde pudimos descansar nuestros cansados y beodos pies, antes de continuar con semejante martirio gastronómico.
La última parada sería en un céntrico y bastante tradicional café (Stefan nos dijo que en viena los cafés tradicionales son muy populares, como lo eran los que antes había en Bs As, pero acá se avivaron y sólo le permitieron a Starbucks instalar 1 o 2 locales, preservando así su herencia cultural del embate capitalista desprovisto de alma) llamado Café Schwarzenberg (ya cansado de ver Bergs por todos lados tuve el buen tino de preguntarle a Stefan por su significado, quien nos tranquilizó explicando que quiere decir montaña, zanjando mi duda por haber tomado del pico de una cerveza …berger, comido en …berg, etc, etc) (lo que no me salva de las jodas por comerme una salchicha de 2 metros, aunque ahí puedo quedarme tranquilo por haber comprobado que no era negra, ya que una berger de esa medida sólo podría ser de ese color), donde pudimos probar la famosa torta Sacher (un bizcochuelo de chocolate que no dice un joraca), y un delicioso afpelstrudel (strudel de manzana, nueces, pasas de uva y canela), acompañados por una espesa chocolatada, y un original café que venía en una jarrita que había que tirar sobre una taza que tenía crema batida.
Ya sin más espacio en la barriga, decidimos que era hora de despedir a nuestro anfitrión, que en realidad se tenía que tomar el tren para regresar a su hogar (un fenómeno Stefan, se comió más de 4 horas de viaje entre ida y vuelta, y en el medio toda la caminata, además de hacernos de guía!), así que, después de un emotivo abrazo y los saludos correspondientes, continuamos vía subte hacia un pintoresco parque de diversiones llamado Prater (que según nos contó Stefan el más antiguo de Europa, y por repetirle eso a Juliette como si fuese conocimiento propio me comí un injusticísimo gaste (la cerveza y la comida nublaron mi juicio) de “qué te hacés el conocedor si nos lo acaban de decir…”, en el cual, además de los juegos que se ven en las series y películas con ferias antiguas, tipo los de disparar con rifles a boludeces para ganar peluches, etc, etc, también había algunos bastante metemiedo, como un ascensor muy rápido, y otro que se llamaba black mamba, del cual todavía no me explico cómo no salían chorros de vómito de los inconscientes que eran revoleados impiadosamente a gran velocidad por sus mecanismos. Pero la estrella del parque es una gran rueda de la fortuna, muy antigua ella, que tiene unos vagones de madera bastante pintorescos, pero cuya seguridad no me animo a probar.
Ya entrada la noche decidimos volver al hotel para ultimar la planificación de lo que haríamos al día siguiente.
Chauchas.
revivo con vos mi viaje y me encanta. Los aspectos gastronómicos son mundiales. Ya vas a venir y elegir entre Brama o Quilmes o Schneider. La famosa torta Sacher para mí no es más que una exquisita de chocolate. Ese comentario me valio toodo tipo de descalificativos. la cafetería me encantó pero al ver como salían en cantidad las porciones puedo casi confirmarlo. No obstante la comimos, disfrutamos, torta y cafe y todas las instalaciones y entorno.Graciela.
ResponderEliminarA mi me pasa lo mismo que a Graciela, así que no voy a ser reiterativa. El Espectáculo de valses les va a encantar. bESOOOOOOOOOOOOOOOOOOTES
ResponderEliminar....muy bueno todoooo....especialmente los panes del desayuno.....y eso que no probaron el sufferstolen, el kaiserbreaden y el tipo caserito austrostufenberger.....otra vez será....y tranqui que acá los espero con una estelartuá negrita bien fría....besos y abrazo.....
ResponderEliminarAlberto
Ya es trending topic mundial el hashtag #MeClavéUnaAnacondaDe2Metros
ResponderEliminarAdivina adivinador: ¿Quién dijo que esto se llama "Chupala Lonelí"? Pista: Felicidades "Enador"
ResponderEliminarJuampi!!! siempre fiel a tus relatos, la verdad es admirable tu capacidad para narrar hechos o vivencias.Todo lo que contas es muy interesante.. Son Ideales para mi esos jueguitos violentos nunca me subi a nadaa hasta la calesita me marea jaa!! segui disfrutando de tan lindo viaje!!
ResponderEliminarbesosss meme