Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

abril 22, 2013

Día 3: Curtura, bronca contra los artesanos, y aguante aerolíneas!

Esta mañana pudimos escuchar finalmente el despetador, y bastante, porque estábamos tan liquidados que lo dejamos snoozear casi hasta las 9 de la mañana (desde las 7:30). Particularmente, además de las prolongadas caminatas, lo que me tenía (y tiene) agotado era el poco sueño, a causa de quedarme hasta tarde tratando de revisar el estilo de redacción y los horrores de ortografía que se manda el camboyano que nos acompaña para narrar nuestras  andanzas (si, la crisis pega cada vez más fuerte, ya no se consiguen mulos redactores como los de antes con nuestro presupuesto…). Obviamente, el agotamiento me impide controlarlo con el rigor requerido para la tarea, por lo cual el resultado final es el hecho de que puedan tener la impresión de que soy yo el que se equivoca, pero, tonto de mí, es obvio que a esta altura ya sabrán que eso simplemente no es posible. Pero, si dudan, acuérdense de culpar al camboyano, o en todo caso se lo dicté mal a propósito para ponerlos a prueba.

Retomando el relato, bajamos a desayunar con muchas ganas (porque el sucucho fritanguero de la noche anterior no nos había saciado como hubiéramos querido, entrándole (en el desayuno) a numerosas rebanadas de variedades de panes con nutella, feca, jugos, sándwiches de jamón (o similar), manteca (por la cantidad que le puse creo que hay que considerarlo en igualdad con el resto) y queso, y los protéicamente infaltables huevos duros. Volvimos a la habitación para agarrar las valijas, hacer el checkout (dejando las valijas en la conserjería), y salir a recorrer la ciudad por unas horitas antes de partir con destino al aeropuerto.

Antes de arrancar, me olvidé de comentar un par de cosas del día de ayer (que me acabo de acordar), por lo cual lo hago ahora o se pierden para siempre en los pasadizos de mi memoria, demasiado frágil para aguantarlos más de un día (por eso escribo estos reportes pedorros, o alguno se creyó que eran para ustedes…). En primer lugar, me sorprendió mucho como la ciudad de Amsterdam se subyugó casi por completo al idioma inglés, o al menos es el primero con el cual se comunican la mayoría de sus habitantes. Suelo mandar fruta, así que no estaría mal que se preguntasen en qué me baso para afirmar semejante boludez, por lo que se los voy a tener que explicar. Es cierto que el fenotipo del holandés típico es fácil de reconocer: altos, flacos,  generalmente rubios de ojos celestes, cara de puto o de pelotudo, y se visten tragalechísticamente, factores que le permitirían a sus habitantes diferenciar rápidamente a los turistas, y abordarlos directa y consecuentemente en inglés, lo que podría refutar mi afirmación, pero eso no explicaría el por qué en la mayoría de las atracciones, cuando es hora de un video, o una explicación generalizada, el idioma utilizado es el inglés y punto. O sea, si hay holandeses provincianos que visitan su capital, todas esas cosas se las tienen que fumar directamente en inglés. No quiero perder más tiempo con esto, pero lo que digo no es que las cosas no están en flamenco (el avasallado idioma de los trolos éstos), sino que es muy raro que a veces lo pongan después del inglés, que afortunadamente (para nuestra supervivencia comunicacional) es hablado por el 100 % de los amsterdamenses que encontramos. (último ejemplo: es como si cayéramos por ejemplo a una visita guiada a la cervecería Quilmes, y todos los carteles, videos, e idioma hablado por los guías estuviesen en inglés. Raro, no?) (si, para muchos cipayos estaría muy copado…).
Después, me olvidé de comentar una foto que sacamos de la vidriera de un sex shop, en la que se vendían, además de consoladores de todo tipo, una especie de muñecas y muñecos, no inflables, si no de algún plástico, de tamaño real y ya listos para la acción, haciéndome acordar (el muñeco) a la otrora popular canción cumbianchera titulada “assieds-toi dans le chauve”.

Ahora sí, sigo con el día de hoy. Cancherísimos con la orientacón, nos fuimos primero a visitar el museo de la casa de Rembrandt, el cual, si bien es interesante (como todo en cierto sentido), la verdad tampoco es algo que valga mucho la plata invertida. Apenas unos pocos cuadros con sus famosos claroscuros, y más que nada explicaciones sobre cómo era la casa (si, bastante corcochos estuvimos al no prever eso, viendo que el nombre del lugar era Rembrandthuis (Casa de Rembrandt en el idioma de segunda que les contaba arriba).

Decepcionados, pero a la vez contentos porque no habíamos perdido mucho tiempo, salimos de ahí con rumbo hacia el Hermitage de Amsterdam (el día anterior habíamos aprendido que Pedro el Grande (o Peter de Groote, acá), el zar ruso que fundó San Petesburgo, la ideó a imagen y semejanza de Asterdam (no puedo afirmar si lo hizo bien o no todavía, pero ya viajaré para sacarme la duda), por lo cual, no sé qué pariente decidió donar una gran parte de la colección de arte del Hermitage ruso para que levantaran uno en la capital flamenca. La idea de visitar ese destino por nuestra parte surgió de la imposibilidad de conocer el museo Van Gogh el día de ayer, ya que estaba en reparaciones, por lo cual mudaron todos los cuadros al Hermi, para que compartan casa temporariamente con los regalos de Pedrito. En cuanto a lo que nos pareció, si bien estuvo mucho mejor que lo de Rembrandt, tampoco fue gran cosa. Es cierto que habían muchísimas de sus pinturas (creo que todas, por lo que seguramente eran reproducciones), y con buenas explicaciones, pero, qué se yo, no fue la gran cosa y punto. Hablando de réplicas, me había olvidado de que ayer también visitamos un museo de diamantes, en el cual seguramente también había réplicas, porque tenían piedras enormes apenas separadas de un posible chorro por un vidrio finito, y sin guardias a la vista, mientras que después, en el shop, sí había guardias, porque vendían anillos y collares que rondaban los 20.000 euros…

Salimos del Hermitage y nos fuimos para el lado del botánico (que de arafue se veía lindo), y después para el zoológico, pasando por un barrio muy lindo, ya más nuevo que el casco histórico, con un estilo muy londinense. Obviamente tampoco quisimos entrar al zoo, así que seguimos caminando hacia una zona ya no abarcada por nuestro mapa, en la cual teníamos la intención de visitar (si lo encontrábamos, porque ni la calle sabíamos) una cervecería artesanal bastante popular (en realidad no tanto porque no aparecía en el mapa de atracciones turísticas). Por suerte, o gracias a mi infalible capacidad de orientación, a los pocos minutos de adentrarnos en terra incógnita pudimos divisar el alto molino que se alza por sobre la cervecería. Ingenuamente felices apuramos el paso hasta llegar a su puerta, dudando de la supuesta popularidad del lugar por no ver gente en los alrededores, encontrándonos con la triste noticia de que los trolos sólo abrían de 14 a 20 hs, lo cual significaba que no podríamos degustar sus brevages, ya que eran las 12:30, y teníamos que volver al hotel para abandonar luego la ciudad. Obviamente, después de semejante desaire, no me queda otra que concluir que esa cerveza no valía la pena, y que la artesanal casera que hacemos en Baires (Cervecería Los Hijos de Puta, próximamente en selectos hogares de valientes) es mucho mejor.
El regreso al hotel no se nos hizo muy pesado, y además pudimos descubrir otras atracciones que no habíamos tenido en nuestros planes, como una de la Compañía Oriental de Indias (la empresa holandesa pionera en piratería y comercio hasta que los ingleses les robaron el lugar), y un centro de divulgación científica (o algo así, tipo museo de ciencias) llamado Nemo, con una arquitectura muy copada, aunque obviamente no entramos a ninguno de los dos. Lo último que hicimos fue recorrer fugazmente un shopping muy careta, el Magna Plaza, rebautizado Máxima Plaza (por nuestra holando-argentina), que, además de desplegar todas las marcas más caretas y careras, también tenía un par de tiendas con cuadros de la familia real, y, lo raro, dedicaba un piso entero a la música/películas, etc. Ah, como snack a la pasada le entramos a unas frutillas inmensas, de un color y sabor muy pero muy intenso (eso, o el hambre magnificó todos nuestros sentidos).

Pasamos por el hotel, agarramos las valijas, y salimos para la estación de trenes, que nos llevaría al aeropuerto. Antes de abordar el tren, hicimos una visita de médico por una iglesia con buena pinta que estaba frente a la terminal, pero lamentablemente se quedó en la pinta externa nomás. Llegamos a Schiphol sin problemas y arrancamos a realizar el check in, sin imaginar que nos esperaba la primera sorpresa molesta del día… suspense…más suspense…, …, …, siiiiiiiiiiiii, el vuelo a Munich estaba cancelado!!!!!!! Ahora, los viajeros experimentados dirán, este pelotudo se la pasa escribiendo y subiendo boludeces a internet en vez de hacer el check in online para no esperar a último momento antes de encontrarse con estas cosas!!! Y obviamente estarán equivocados, ya que, al tratarse un vuelo combinado, primero de Amsterdam a Copenhague, y luego desde Copenhague a Munich, sólo nos dejó hacer el check in por internet de la primera parte, sin decir nada de la segunda. Por suerte llegamos a enterarnos de esto antes de embarcar las valijas, porque la corkocha que nos atendió ni nos avisó que el segundo vuelo estaba suspendido, y yá estaba cargando las valijas cuando le preguntamos si las teníamos que bajar en Copenhague y subirlas de nuevo, o si era automático. Ahí nos avisó de la cancelación, pero nos dio el genial consejo de viajar igual a Dinamarca, para tomar un tren desde ahí (muy copada la mina, teniendo en cuenta que nos estaría obligando a viajar muchísimas más horas que si nos tomábamos el tren desde Amsterdam. Ah, el motivo del bolonqui era causado por un paro del personal de Lufthansa, así que pido perdón por todas las puteadas que les regalé a los muchachos de aerolíneas…

En vano tratamos de que nos solucionaran el tema los de la compañía, que sólo nos ofrecían un hotel y el mismo avión para el día siguiente, lo cual no podíamos aceptar por una razón de fuerza mayor que nos obligaba a llegar en el día a Munich (o al menos a la mañana del día siguiente), así que quedamos en que nos devolverían la moshca. La segunda opción fue intentar conseguir un vuelo en otra empresa, pero no hubo caso, el paro de los alemanes había generado tal bolonqui que todas estaban completas, y, lo peor de todo, los vuelos de la mañana siguiente costaban 450 euros cada uno… así que ni en pedo. La solución llego por el lado del tren (desde Amsterdam, no Copenhague, negra corkocha!), teniendo el ortencio de conseguir dos boletos, por la módica suma de 170 c/u, para una formación que salía justamente en 7 minutos… así, muy tranquila nos lo dijo la vieja de la caja, que tampoco se apuró cuando intentamos pagar sin éxito con tarjeta (había que tener tarjeta con chip, no cinta magnética), así que tuvimos que pagar cash y salir corriendo, casi sin escuchar las indicaciones para realizar las 2 combinaciones que tendríamos que hacer durante las más de 8 horas que duraría el trayecto, llegando con el último suspiro a abordar el primero de los trenes.
La elección del tren para este recorrido había sido descartada en la planificación, además de por ser mucho más cara, justamente por el tiempo que tarda, haciéndonos perder casi un día entero, pero bue, una vez en el baile, lo piola es que al menos se puede admirar el paisaje (mientras es de día), y se conocen algunas ciudades más, aunque sea de refilón. La primera fué Utrecht, una pequeña aglomeración a la cual llegamos después de pocos minutos de viaje desde Schiphol, pasando por última vez por los campos holandeses, con sus típicos canales de irrigación y bicisendas hasta en las zonas rurales, y en la cual hicimos la primer combinación de trenes (con bastante cagazo por no pifiarla). Después le tocó el turno a Duisburg, una ciudad bastante pequeña de Alemania (calculamos que del norte), en cuya estación pudimos, además de ver como se aglomeraban los hinchas del equipo local que venían o se iban de algún partido, clavarnos unos ricos sanguches, una especie de pretzel gigante con semillas de girasol, y una gaseosa local, mezcla de coca con naranja (horrible) (bah, en realidad comimos en el tren, después de la segunda combinación).

La cagada de éste último tren fue que, a causa de que nuestros boletos no eran numerados, en cada parada que hacía venían pasajeros nuevos que nos rajaban, lo que, además de ser muy molesto de por sí, también nos impedía relajarnos y torrar un rato. Al final, después del tercer cambio embarazoso, decidimos plantarnos en unos asientuchos desplegables en la zona para discapacitados, rogando que no se le ocurriera viajar a ningún lisiado, cosa que por suerte no sucedió. Mientras estábamos sentados ahí, vivimos otra emoción fuerte, en el momento que intentamos  buscar sin éxito los boletos. Dimos vuelta todo, y no aparecían, y, obviamente pasó lo que tenía que pasar, llegó el guarda… Conociendo la fama de éstos tipos acá, ya nos veíamos venir una multa de re puta madre, cagada a pedos, y bajada en el medio de la nada. El tipo nos miró y nos dijo: ahhhhhhh siiii, perdieron los pasajes????, sonrió y se fue caminando. Frustrado lo seguí, esperando lo peor, sin percatarme que el muy zorro había mencionado algo así como: quieren viajar a Munich sin pasajes, eh?. Por suerte, se metió en un compartimento y apareció  con los boletos, que quién sabe cómo mierda habrían ido a parar ahí… el hecho es que safamos, lo que transformó nuestras caras, para diversión del alemán que estaba sentado en frente nuestro, que se nos cagaba de risa.

Antes que anocheciera, también pudimos chusmear de pasada la ciudad de Colonia, pero  se terminó fue la última, así que nos quedamos sin entretenimiento paisajístico. Cansados de la incomodidad de los asientos desplegables, decidimos que nos merecíamos un trato especial, así que nos mandamos para el vagón comedor, dónde pudimos clavarnos unas ricas Beck, acompañadas por salchichas fritas con ensalada de papas y pepinos. Allí permanecimos las restantes horas del viaje, casi indiferentes al destino de nuestro equipaje, dejado en el otro compartimiento (de última, si se lo llevaba alguien en una parada, podríamos verlo por la ventana... ese fué uno de los comentarios de borrachos que se nos escapó...).

Finalmente, después de aproximadamente 9 horas de viaje, logramos llegar a Munich, casi a la 1 de la mañana, para recorrer a toda prisa las pocas pero bocadelobescas cuadras que nos separaban del hotel (metían miedo por la poca iluminación combinadas con la hora). Igual, tuvimos tiempo para una última emoción: A las 2 cuadras, mientras consultábamos el mapa en el celular (aguante las descargas previas), un grupo de 5 jovenes alcoholizados y en bici nos encaró y cortó el paso bruscamente. Por suerte, después de la sorpresa, comprendimos que estaban tratando de guiarnos hacia la estación de trenes, creyendo que estabamos perdidos. Les agradecimos, y recibimos un "disfruten su estadía en Munich" como respuesta... todo muy bizarro. Logramos encontrar el hotel, y finalmente, tener nuestro merecido descanso de tantas emociones fuertes...

Ah, me olvidaba de la noticia más triste. Durante el viaje recibí un llamado de la agencia a la que le había comprado las entradas para el partido de la Champions de mañana, entre el Bayern del loco Robben y el Barza, para decirme que no habían podido conseguirlas. Se me ofreció a cambio tickets para Borussia Dortmund-Real Madrid, a 600 km de Munich..., por lo cual obvia y tristemente dije que no, por la distancia y porque no me interesa ver al putín de Cristiano. Mañana voy a ver si hay algún revendedor en las inmediaciones del estadio, o algo así, no hay que dormirse...



































5 comentarios:

  1. Todo muy lindo, pero 15000 km para tomar una Beck! Te suena familiar esa botella, jaja? Acá sale 7 mangos porque la importa Quilmes.
    Saludos!

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  2. 1) Tb es de tragaleche relajado rioplatense comer posar los huevos en esa mierdita
    2) Alto corte de pelo titán
    3) Pobre shuliét que se va a quedar sin regalo...

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  3. todo S E N S A C I O N A L, pero que susto con lo del tren. El viaje hasta ahora es divertido. Manda una foto del Hermitage y te digo si es igual al de San Petersburgo. Besoooooooooootes a ambos

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  4. ....aguante el tren....y al final no sé si es mas caro.....muy buenas esas salchis.....y a no arrugar con los chucruts ahora.....escribo esto mientras esos teutones nos ganan 1 a 0......espero que estés ahí.....en el segundo tiempo lo damos vuelta......y aguante Chupala, que mató a Michelin.....abrazo y besos....
    Alberto

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  5. Jajaja, este reporte esta para fajarlo de comentarios y criticas al autor. Te salvas porque se me complica escribirte desde este tablet (vagancia extrema).
    Esa entrada al Hermitage parece la de servicio, me imagino que ahi es por donde hiciste pasar al camboyano.
    En esa foto mordiendo la frutilla saliste tan gay que yo creo que la tendrias que firmar y enmarcar.
    Por ultimo, que maraton que se comieron con los trenes! Impresionante la garra que tenes para surfear las improvisaciones en los viajes mundialisticos.

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