Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

abril 28, 2013

28-04-13. Día 9: Budapest express

Siendo un día de cambio de ciudad, comenzamos relativamente temprano, terminando la preparación del equipaje, y tomándonos un buen rato para disfrutar del energético desayuno que nos ofreció el querido Wolfgang. Al tratarse de un viaje en tren, el traslado hacia la estación de Westbanhof, el punto de salida, no presentó mayores inconvenientes, y, realizando una combinación entre el subte 4 y el 6 (en cuyo mapita encontramos una estación cuyo nombre llenará de nostalgia a los hinchas de San Descenso de Amargo) (busquen la foto), llegamos con tiempo de sobra a marcar territorio en nuestros, esta vez sí, numerados asientos.

El viaje fue muy tranquilo, y se nos pasaron volando las casi 3 horitas que duró, a Juliette porque las torró, o se la pasó escuchando Diego Torres (lo que explica su sonrisa en las fotos), y a mí porque estuve escribiendo el reporte del último día en Viena, de modo que, siendo ya casi las 13 hs, pusimos pie en la onceística estación central de Budapest, que responde al nombre de Keleti. Ya al salir del tren uno nota que ya no está en la misma europa de la cual formaban parte las otras ciudades. Desde el idioma, que, asemejándose más al ruso, ya, además de inentendible pasa a ser impronunciable y hasta casi ilegible, hasta la mugre, la falta de señalización, la presencia excesiva (de vuelta, comparando con europa primer mundo, no con nosotros) de gente durmiendo en la calle o mendigando, o de promotores que te abordan para convencerte de comprar en cada tipo de negocio, restaurante, o bus turístico, todo hace un combo perfecto que cierra la idea de que se está en un país mucho menos desarrollado, convenciéndonos inmediatamente de que teníamos que empezar a tener más cuidado con nuestras pertenencias, especialmente después de ver la cantidad de policías que hay por todos lados, algunos portando unos uniformes rarísimos, con enormes protecciones abultadas (que no salieron bien en la foto lamentablemente).
Por suerte nuestro hotel quedaba a escasos metros de la estación, lo que fue especialmente útil ya que, ante nuestra incapacidad para descubrir un puesto de información, nos hubiese sido bastante difícil encontrar la manera de movernos por la ciudad con todos los bártulos, estando tan acostumbrados a los otros sistemas de transporte hiperseñalizados.

Dejamos las valijas sin poder acceder a la habitación, que se liberaría recién a las 15 hs, y salimos sin mayor dilación a caminar las calles de Pest, que es la ciudad (o la parte de la ciudad, desde que se llama Budapest) en la cual se encuentra nuestro hotel. Habiendo dicho que nuestro hospedaje está cerca de la estación, y que la ciudad no es como las otras, creo que no hace necesario que aclare que la zona no es muy linda (además ya la había adjetivizado de onceística, u onceómana), por lo cual las primeras calles recorridas no fueron de particular interés, salvo por un par de supermercados a los cuales ingresamos obviamente para chusmear variedades y precios. Ah, hablando de precios, ahí está la gran diferencia con el resto, no sólo porque es más barata, sino porque nos es tan fácil darse cuenta, porque usan otra moneda, los HUF, o florines húngaros, los cuales, dependiendo la casa de cambio (que están por todos lados, otra diferencia enorme), pueden conseguirse a una tasa de entre 260 y 300 por cada euro.

El primer punto "turístico" que encontramos fue el café New York, que nos pareció muy bonito por afuera, pero no nos convenció para entrar, así que seguimos camino, y luego de clavarnos unos aceptables helados de palito de una marca que acá se llama Algida, en Viena se llamaba Esquimo, pero que en realidad no es otra que nuestra no muy querida Kibón (hasta el cornetto de Algida o Esquimo tienen), y una bastante fiera bebida gasificada de uva, y de pasar por un hippoideo mercado urbano llamado Szimpla Kertz (en el cual no comimos nada por temas de salubridad), logramos llegar al segundo punto marcado en nuestro celularístico mapa, el café Central, que no era más que otro café que no decía mucho, así que tampoco paramos. Continuamos la caminata recorriendo la turística peatonal Vaci utca, con muchísimos locales de souvenirs, restaurantes y bares, para después desviarnos para el lado del Danubio, donde pudimos comenzar a descubrir algunos lugares verdaderamente lindos en ésta ciudad. Creo que la única diferencia a favor de Budapest con respecto a Viena es justamente esa, mientras la capital austríaca le da la espalda a su rio, como nosotros (en realidad no es así, pero quiero sumarle algún poroto a los húngaros), la de los magyares presenta casi todos sus tesoros a la orilla del mismo, pudiéndose observar como el castillo de Buda o el bastión de los pescadores dominan las colinas que se levantan a la otra orilla, enfrentados al imponente parlamento, una enorme construcción de estilo gótico, de una belleza que lo hace creer a uno que se equivocaron de ciudad al construirlo.

Dejamos el río de lado por un tiempo, volviendo un cacho para el lado del centro, donde retomamos la Vaci utca, y aprovechamos para comer algo en un McD. El siguiente destino fue la basílica de San Esteban, una monumental mole construida entre 1850 y 1900, que realmente impresiona por su enorme cúpula y sus terminaciones en mármol. En su cripta pudimos ver la mano de San Esteban, que se mantiene conservada, según dicen, desde el siglo X, cuando justamente murió el primer rey de Hungría, posteriormente canonizado. El río pudo más, así que nuevamente rumbeamos para encontrarlo, justamente en el lugar que se puede ver un extraño monumento, si es que así se lo puede definir, llamado "zapatos en el Danubio", que consiste en esculturas metálicas de zapatos de tamaño real, colocados a centímetros de la caída al río. La misma simboliza una matanza de judíos ocurrida durante la ocupación nazi en la segunda guerra, a los que obligaron a sacarse los zapatos antes de fusilarlos para que sus cuerpos cayeran directamente al agua. En ese lugar, además de la inevitable reflexión acerca de lo sucedido, también aprovechamos para descansar un poco, disfrutando de la magnífica vista ofrecida, tanto de la colina de Buda, del puente de las cadenas, y del parlamento, que se encontraba casi a nuestras espaldas, a escasos metros. Volviendo a dicha construcción, no sé qué carajo habrán hecho los legisladores para que les adjudiquen semejante sede, pero estimo que seguramente no podrán justificarlo de ninguna manera. En cierto sentido, veo a Budapest muy parecida a Bs As, con sus calles casi sin carriles pintados en el asfalto y sus conductores bocineros, o a alguna ciudad tana, como Roma, y en ese caso tampoco habría que cambiar mucho, ya que hasta comparten los colores de la bandera.

Terminamos la agotadora jornada, después de fotografiar un llamativo micro anfibio que navegaba frente al parlamento, paseando por unas pocas calles coquetas del centro, en las que había una estatua de un tipo que parecía un tanguero, y luego por la antigua sinagoga, a la cual no pudimos ingresar porque estaba cerrada. Siendo ya más de las 19 decidimos emprender la retirada, principalmente por 2 motivos, uno, estábamos muy cansados, y dos, porque si seguíamos recorriendo ya no nos iba a quedar nada para hacer mañana. Pasamos por un súper por algunas provisiones (la cerveza de hoy se llama Arany Ászok), y después al sobre.



































6 comentarios:

  1. Ante la ausencia de comentarios en este posteo, he decidido compartir, con ustedes, un poco de mis extensos y valoradísimos conocimientos de marketing intelligence.
    El caso de los helados Kibón (de Unilever) es bastante extraño: la marca existe en todo el mundo pero con diferentes nombres. Si vas a México pedidlos como helados Holanda, en España como Frigo, en Francia como Miko, y así podemos recorrer todo el globo terráqueo encontrando diferentes denominaciones a esta camaleónica marca. Lo que sí mantienen una misma identidad son los productos, tales como el Magnum o el Cornetto, etc. Concluyamos esta mini lección de marketing afirmando que este caso es una fiel muestra que desnuda los perversos mecanismos de un mundo cada vez día más globalizado.

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  2. Sigue todo muy lindo, al igual que las fotos. En Buda hay lugares bonitos también y no se olviden de ver o cruzar los puentes sobre el Danubio. Besotes.

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  3. ....2 canchas.....supermercado....batalla.....marcha....calles......estaciones de subte.....papa......ésto no para.....

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  4. Excelentes relatos como siempre.Pero... porfa JP mete algo de shopping asi le vas a dar mas alegria al viaje. JAJAJAJA !!!
    Sigan pasandolo bien - Abrazo - Rober

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    1. Genio Rober!!!! Si, en serio falta esa alegría, pero además de birra estos trolos mucho más no ofrecen. Abrazo grande!

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