Esta página nace para complacer los deseos de mis incontables y susceptibles seguidores, quienes no podrían vivir sin sus indispensables relatos, apoyados en décadas de estudio y maestría en diversas disciplinas (bah, todas en realidad). Ellos saben que nadie como yo puede contarles, y explicarles (en un léxico a la altura de su comprensión, para lo cual tengo que rebajarme bastante) (y hasta cometo adrede algunos errores de ortografía, para que no se vean tan inferiores), cómo son las cosas en las lejanas comarcas que tengo en suerte visitar. De mas está aclarar que confían ciegamente en todo lo que les transmito, y obviamente nunca se les ocurre intentar verificarlo por la whiskypedia, opiniones de terceros, y mucho menos apelando a su decadente experiencia personal...

septiembre 22, 2011

Día 3: Cuando uno cree que las cosas no pueden ser mejores…



23-09-11: 

Como de costumbre, arranqué el día a las 4 am, completando el reporte del día anterior, mientras mis neozelandeses compañeros (que no me mientan, éstos son de acá, no puede ser que estén tan bien adaptados a los horarios) (o al menos hicieron una pre-temporada de adaptación violenta…) siguieron durmiendo hasta aproximadamente las 7. Repetimos el desayuno con los mismos ingredientes, lamentando nuevamente no tener sobrecitos de sal para sazonar los huevos revueltos al microondas, y despidiéndonos de nuestro fiel pescado ahumado, que tan valientemente resistió el paso del tiempo y la embestida de nuestro apetito (hizo las veces de las “lembas” del señor de los anillos). Su partida ameritó una despedida como la de Homero al sándwich interminable…

Hicimos las valijas y nos retiramos del capitalino hotel, no sin antes realizar una modificación en la disposición de nuestra insignia patria, que si bien continuó en posición de franco mancillaje (o cómo se diga o escriba), al menos su integridad dejó de correr peligro, y encaramos para las ordenadísimas carreteras neozelandesas. A propósito, no quisiera olvidarme de mencionar algunos detalles interesantes de las costumbres viales de acá, como por ejemplo el hecho de que en las intersecciones de 2 avenidas doble mano, donde la combinación de indicaciones de tránsito es casi infinita, una permite a los peatones cruzar en todas las direcciones, hasta en diagonal, mientras ninguno de los autos puede moverse. Siguiendo con la educación vial kiwi, descubrimos que para ellos las rotondas son sagradas, teniendo el que viene circulando por ellas prioridad absoluta de paso (vimos muy de cerca la muerte un par de veces por mandarnos a la argentina mientras los camiones que venían girando continuaron haciéndolo impiadosamente, y hasta acelerando…) (y sumando este hecho a la tendencia casi irrefrenable que tenemos de tomarlas por la derecha, quedando de frente a los autos que se nos aproximan cuyos conductores portan expresiones de incredulidad y franco encono, el combo da un incremento exponencial en el riesgo de colisión).

Lo primero que hicimos, antes de encarar definitivamente para nuestro nuevo destino, fue pasar por la agencia de alquiler de autos, ubicada cerca del aeropuerto, para que nos repararan la heladera eléctrica portátil del auto, que tenía un problema en un fusible. Una vez que tuvimos solucionado el inconveniente térmico (y técnico), encaramos para el sureste buscando la ciudad de Tauranga, ubicada casi a orillas de la costa del océano Pacífico. La travesía fue muy placentera, comenzando en autopistas de varios carriles, para ir pasando gradualmente por otras de 2 carriles, hasta finalmente terminar en rutas mano y contramano, las cuales tienen una característica muy llamativa que citaré a continuación. Al estar compuesto el territorio kiwi en su mayoría de superficies irregulares, las rutas deben indefectiblemente hacer constantes subidas, bajadas, curvas y contracurvas, lo que hace casi imposible los sobrepasos en rutas mano y contramano, así que lo que se les ocurrió a estos tipos es, de tanto en tanto, habilitar un tercer carril, que sólo aplica a una de las manos, para que los autos se sobrepasen ahí. Y lo que es impresionante es cómo lo señalizan, avisando las zonas de sobrepaso con kilómetros de anticipacíon, y describiendo cuantos kilómetros estará presenta dicha zona. Bue, a pesar de dicho lujo, también pude darme el gusto de realizar algunos sobrepasos normales en las pocas zonas que estaba permitido, con la salvedad de que en realidad de normales no tenían nada, ya que obviamente fueron hechos por la derecha.
El trayecto, de unos 205 kilómetros, transcurrió inicialmente por los suburbios de Auckland, para después adentrarse en una zona de sierras similar a Tandil, que presentaba en su vegetación una intensidad de colores, especialmente en el verde (que está en todos lados, hay pasto hasta en la sopa, y siempre bien cortadito), y también en los vivos rojos y amarillos de las flores (que pululan por doquier, ignorando por completo que estemos en invierno, que en definitiva me hizo pensar que estos kiwis hps le robaron la paleta de colores originales a Dios cuando éste creaba la tierra, teniéndo que conformarse con  tonos de segunda mano para pintar el resto del mundo… Otra particularidad de la zona, y probablemente de todo el país, por lo que se vió desde el avión, es el hecho de que la gente vive efectivamente en el campo en lugar de vivir en ciudades ubicadas en el campo. Con esto me refiero a que cada uno habita su casa con su granja y sus animales, y en vez de haber centros urbanos hay pequeños pueblitos, tipo el far west de las películas, compuestos por una calle central con algunos pocos negocios, y dos o tres casitas en donde vivirán los que laburan en esos negocios. Los milagros de la planificación coherente vs la enfiteusis y el latifundio… Y hablando de planificación, ayer habíamos estado charlando justamente de lo planificadores que deben ser estos tipos para haber llegado a semejante grado de perfección, y hoy Roberto descubrió una nota en el diario que versaba sobre la planificación vial que estaban haciendo de acá al año 2040… y el slogan era algo así como “estamos trabajando para mejorar tu vida”… que diferencia con lo nuestro, donde todo lo que se hace es para apagar un incendio…
Bue, pasando la zona similar a Tandil llegamos a una parte ya decididamente montañosa, más parecida a nuestro sur, donde el camino se puso aún más sinuoso para lograr atravesar la cordillerita que nos separaba de nuestro costero destino. Llegamos entonces a la ciudad de Tauranga, a eso de las 13 hs y luego de pasar por el hotel para dejar las valijas únicamente (ya que todavía no era horario de check in), y encaramos para la zona costera de la ciudad, en la cual se encuentra el imponente monte manganui, a cuyos pies ingerimos un delicado almuerzo en el restaurant Deckchair, en el cual Ceci, hermana del colo e hija de Roberto, había trabajado durante 6 meses hace cerca de un año. La zona no puede ser más hermosa, con la conjunción de hermosas casitas, locales gastronómicos, blancas arenas, aguas turquesas, y de postre, el citado monte, que se levanta como un chichón de piedra a pocos metros de las construcciones de la ciudad.  Terminado el almuerzo, dejamos a Rober para que inspeccionara las calles aledañas, y nos dispusimos a realizar el ascenso a la granítica estructura, tarea que nos demandó una media hora de sudoroso esfuerzo, llegando a la cima cansados pero felices de poder disfrutar una vista impresionante. Ahí nos cruzamos, además de con una gran cantidad de neozelandeses haciendo deporte (los animales salen a correr acá, una locura, con razón tienen semejantes jamones), con un loco furioso, que saltaba de una punta a la otra del monte con su parapente, cayendo del cielo al lado de los turistas que pasaban, al mejor estilo batman desplegando su capa al  arribar a una escena de crimen en acción. Ah, antes de olvidarme, ya que hablamos de los deportistas acá, quería aclarar que pudimos comprobar que eran ciertas dos cosas que siempre nos decían en el club cuando eramos chicos: Acá hay canchas de rugby por todos lados, y también se puede ver gente jugando a la tocata en las plazas y en las playas. Otra nota deportiva interesante es la gran cantidad de mujeres deportistas que hay, y la atermicidad que tienen estos hijosdeputa, trotando en lompa corto y musculosa cuando nosotros tenemos que estar con campera y bufanda.

Bajamos del monte y nos reunimos nuevamente con Rober, para intentar luego hacer una interesante excursión en kayak a unas raras cuevas con unos gusanos que resplandecían, o algo así, pero lamentablemente llegamos muuuuuuuyyyyy tarde y ya era hora de que los kiwis dejaran de laburar (eran las 16…), así nos fuimos para una zona un poco más céntrica, en la cual pudimos estacionar el auto sin pagar el parquímetro (porque eran más de las 16…), y luego de recorrer unas pocas cuadras, comprar algunas pequeñeces, y charlar con algunos locales que nos comentaron que Tauranga es una ciudad para jubilados, al estilo Florida en EEUU, y con algunos turistas mundialistas, para bardearlos por la inminente derrota de sus equipos, enfilamos un centro comercial no muy lejano, con la intención de comprar algunos víveres en el super. Todavía preguntándonos como mierda hacen estos tipos para vivir así laburando tan poco, llegamos al shopping, que si bien era más lindo que los que vimos en Auckland, tenía las mismas casas de mierda, lo que nos llevó a concluir que los kiwis deben tener a un Guillermo Moreno de la puta madre que pone barreras en serio a la importación de textiles, privilegiando únicamente las confecciones locales.

Una vez que tuvimos listo el changuito con lo necesario para la cena y el desayuno siguientes, encaramos nuevamente para las playas cercanas al monte, donde nos tomamos unas cervecitas (tibias, porque no se había activado nuestra heladerita), para finalmente regresar al hotel, en donde pudimos disfrutar de las bondades de un baño reparador (con hidromasaje y todo!), y una suculenta cena, compuesta por sanguches de jamón, queso y huevo frito, siendo responsable este último insumo de un cuasi incendio, con sonada de alarma de humo y todo. Ingerimos los alimentos mientras mirábamos Sudáfrica – Namibia, clavándonos también unas medidas de un interesante y ahumado wiskazo llamado Black Grouse, que habíamos adquirido en el freeshop y nos viene acompañando desde entonces.

En estos momentos son las 22:33, estoy terminando el reporte mientras mis compañeros ya van por el quinto sueño…


Hasta la próx.







 











8 comentarios:

  1. Muy bueno!!!!
    Increibles los paisajes!!!
    Lo de la paleta de colores de dios... naaaahhh, sin palabras!
    Saludos desde la fallida primavera de buenos aires!
    Daniela

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  2. Genial el relato y los toques de humor !
    Cómo no les agregué salero ...
    A seguir disfrutando !!!! Besos
    Adriana

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  3. Ojo que el Loco Robben tiene twitter....
    Un beso (y sorbo) grande para el negro Grouse!
    Sigan girando!!!!

    El Alemán

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  4. Me divierte muchisimo leer los comentarios del viaje.Efectivamente hay que desterrar a Miranda del volante!Por suerte estamos comprobando que no volveran desnutridos.
    Juanpi: amo a Ernesto, pero vos tenes un "poquito" más de humor para escribir!!! Sigan disfrutando, "a bientôt! et joyeux voyage!" Silvia (tia del colo)

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  5. Que caradura, ahora entiendo por que casi quedan incrustados como bichos en radidor mas de una vez. Te pusiste a manejar ahi guacho!!!. Pense que solo el colorado iba a manejar. No se quien era mas peligroso, si vos al volante o el loco del parapente.

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  6. Muy buenooooooooooooooooooooo!!!!
    But, ¿que mierda es la enfiteusis????
    Besos, Charo

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  7. Juanpi...tus relatos son sencillamente extraordinarios, las fotos muy lindas...(salvo las que
    estàs en la playa con los pantalones arremangados...da muy gay)... pero por favor
    necesito ver alguna MUJER...o algùn comentario sobre las mismas...
    a la distancia abrazos....
    marcelo

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  8. Hola Juampi: me encanta cómo dedactas tus aventuras turísticas........ creo que estás en condiciones de editar un libro con todas tus anécdotas...... sos muy ameno en tus comentarios y es un placer leerlos......
    Un beso y que lo sigas disfrutando tu viaje.

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