29-09-11:
Arrancamos nuestra primera mañana en la lacustre ciudad de
Taupo, ingiriendo un liviano desayuno, principalmente a causa de que no tenemos
microondas ni hornallas en la habitación del hotel, así que el menú consistió
en juguito tropical (una rica mezcla de naranja, manzana, mango y quién sabe
que otra fruta), café o chocolatada y pancito con mermelada, que fue la gran
salvadora de la mañana, ya que ayudó a saborizar el insulso yogur griego
natural que había comprado para hacerme el raro, como de costumbre.
A eso de las 8 cazamos el auto y encaramos para el norte,
recorriendo durante una gomosa hora un trayecto íntegramente cubierto por una
especísima niebla, que hacía ver la de la isla sur como una leve empañada de
vidrio. Nos pareció extrañísima su persistente presencia, especialmente porque
ya eran pasadas las 9 de la mañana, y hacía rato que el sol iluminaba las
rutas, pero nuestras dudas fueron prontamente evacuadas una vez que arribamos a
nuestro destino, el parque Wai-o-Tapu, ubicado en una zona densamente poblada
por piletones naturales de aguas calientes (y otros elementos), las cuales
liberan constantemente las blancas fumarolas que estimamos eran responsables
por tan molesto fenómeno ruteril.
La última parte del nombre del parque pareció estar puesto
increíblemente a medida de una francesa que se estaba bañando en pelotas,
literalmente, en un arroyo caliente cercano a la entrada del mismo. Y ya que
estamos en el campo femenino, aprovecho para hacer un comentario referido
justamente a la apariencia de las mujeres de acá, las que, paradójicamente a
pesar del importante tiempo que dedican a hacer deporte, presentan unos físicos
amorfos o como mínimo incapaces de atraer ninguna mirada por un lapso mayor al
que se le dedica el observar un paisaje
monótono, lo cual, sumado a que todas tienen caras insulsas con expresión de
nada, las deja muy mal paradas con respecto a las de nuestras razas. Con todo
esto no sólo quiero dejar claro que esa francesa estaba buena, si no que es
notable como uno se puede dar cuenta a la distancia si un grupo de personas es
local o turista, sin necesidad de escucharlos, si no únicamente mirándole la cara
a las minas. Al menos en algo les ganamos, y por goleada a estos kiwis.
Bue, hablando de los galos, el parque estaba hasta las manos
de los mismos, quienes agrupados en numerosos tours se apoderaron del gift shop
del parque (al cual extrañamente se podía acceder antes de recorrerlo), y de casi
todas las localidades del anfiteatro delante del cual un geyser llamado Lady no
sé cuánto eruptaba agua (con detergente, gracias a la magia de los kiwis
cuasicordobeses que administraban el parque). La cosa es así, al parecer el
geyser podría entrar en erupción por sí solo, pero sería imposible calcular
cuándo sería el evento, así que los locales lo solucionaron agregando
detergente o jabón en la boca del mismo, el cual por un proceso de disminución
en la tensión superficial del agua facilita la rápida mezcla de los fluídos a
distintas temperaturas alojados en el mismo, generando así una ruidosa y
potente erupción de unos 5 metros de altura, una vez por día, siempre a la
misma hora.
Durante aproximadamente una hora y media recorrimos los
nauseabundos senderos del parque, apestados por el contundente olor del azufre
liberado por las calientes y ácidas aguas, cuya erosiva acción es responsable
del derrumbe de grandes porciones de terreno, generando impresionantes cráteres
de coloreadas paredes, a causa del depósito de los minerales que el mencionado
fluído había extraído antes de piedras subterráneas. Atravesando éstas burbujeantes y
coloridas lagunas de volcánica procedencia tuve la oportunidad de practicar mi
incipiente pero inesperadamente útil francés, interpretando (con evidente
esfuerzo) las indicaciones que nos daban los guías locales en dicho idioma,
obviamente creyendo que éramos parte del inmenso contingente de europea
procedencia. Al finalizar, ya cerca de las 11.30, decidimos realizar una
colación con un scon de queso y una especie de gran salchicha rebozada,
acompañado todo por juguitos y shweppes raras (acá hay mil sabores de shweppes,
ésta vez fue de lima-limón y amargos) (así se llamaba, pero no decía nada del
rojo igual), que no lograron (los alimentos, no la bebida) saciar ni nuestra
hambre fisiológica ni gourmet (eran feos).
Regresamos a Taupo ya sin bruma en las rutas, realizamos de
pasada una visita a las cataratas Huka, o Huka falls, por las cuales estos
kiwis volvieron a merecer el mote de cordobeses lodrones, ya que se trataban de
apenas un saltito de agua, cuya única característica destacable fue la pureza
de su aturquesado color. Una vez en la ciudad sí pudimos comer como dios manda,
en un puestucho que ni siquiera tenía baño, pero fue capaz de obsequiarnos la
más deliciosa y barata fritata de mar, compuesta por filets de merluza, rabas,
ostras, mejillones y kanikama, rebozado todo a la romana, obviamente acompañado
por papas también fritas. Todavía ignoramos la razón que llevó originalmente a
ésta pareja (porque el local era atendido por sus dueños, como la mayoría en
éste país) a freír las ostras y el kanikama, pero lo cierto es que quedaron
riquísimos, y presentaban un grado de ternura tan alto que les permitía, por
ejemplo en el caso de las rabas (lo más raro de todo) poder ser cortadas con un
enclenque tenedor de plástico.
Terminada la faena, y
aún con el estómago lleno, nos despedimos de Rober, quien se quedaría en el
centro de la ciudad, para dirigirnos a nuestro primer destino de aventura
turística en el viaje, los jet boats de los rápidos del río Waikato. La
actividad se basa en recorrer las heladas aguas del río en una velocísima
lancha jet, con un ruidoso motor que consume 1 litro de nafta por minuto, capaz de impulsarla
a más de 90 km por hora, lo cual es muchísimo para el desplazamiento en el agua,
especialmente atravesando los angostos rápidos, poblados por numerosos y
peligrosos obstáculos, como las piedras y árboles que amenazaban constantemente
la continuidad de nuestra integridad física tal como la conocemos (e intentamos
conservar).
La abundancia de saltos, zigzags, derrapadas y giros de 180
y 360 grados le imprimió al paseo una dosis de adrenalina pocas veces
registrada por nuestros sentidos, y, si le sumamos el importante frío que se
pasa a causa de que el hijodeputa del chofer hace hasta lo imposible para que
te empapes, logrando llegar al menos a 4 muy factibles causas probables de
muerte al realizarlo (por colisión, por ahogo, por hipotermia y por paro
cardíaco), obtenemos una experiencia 100 % inolvidable. Afortunadamente el colo
había sugerido que trajéramos una muda de ropa previendo la eventualidad del
mojado, por lo cual no tuvimos que sufrir luego de terminar los 35 minutos de
apasionante paseo. La cagada es que no vamos a poder subir fotos de esto,
porque los putarracos no te dejan llevar cámara (que la verdad tampoco hubiésemos
podido usar, ya que ni se nos ocurrió soltar la baranda), y las fotos que ellos
nos vendieron vienen en cd, por lo que, por ahora, no tengo manera de pasar a
la netbook para cargarlas desde allí.
Dejamos el lugar con una importantísima carga emocional, que
la verdad nos pegó como haber corrido una maratón, tal habrá sido el estado de
tensión de nuestros nervios, y decidimos regresar a la ciudad, en cuyas afueras
decidí, ya que estaba en tema, redoblar la apuesta y probar suerte con una
actividad que todavía no comprendo del todo cómo fui capaz de realizar,
teniendo en cuenta lo cagón que soy en las alturas, el bungy jumping.
Mucho no hay para decir de esto, principalmente porque
cargué un videíto que lo muestra todo (cuando lo vean, no se crean que mi forma
de caminar previa al salto se debe únicamente al cagazo, que obviamente tenía, fíjense
bien que tengo los piés unidos por un arnés, por eso me muevo como pingüino),
pero lo que sí quiero agregar es que nunca, pero nunca de los nuncas en mi vida
tuve tantas dudas en mi cabeza como en el instante previo al salto, y lo que es
increíble es que en el video ese tiempo que para mí fue casi infinito dura no
más que un par de segundos (lo que es la zabiola…). Al final, obviamente como
en todos los actos de locura, lo que hay que hacer para llevarlos a cabo es
simplemente dejar de pensar y actuar. Una vez que saltaste la verdad es que
todo pasa muy rápido, y la sensación de vuelo dura apenas un instante, por lo
cual no puedo dar una descripción muy detallada, pero el tema del rebote es muy
copado, porque ya se pierde completamente el miedo, y se puede disfrutar de
otra manera. Lo único que lamento es que a causa del operador kiwi (o mejor
dicho apu), quien evidentemente calculó mal la tensión de la soga, no llegué a
sumergirme en el agua luego del salto, un plus muy recomendable que me hubiera
gustado mucho experimentar.
Nuevamente en tierra firme, después de adquirir el pen-drive más caro de la historia (pero con fotos y videos valiosas) y ahora sí completamente liquidado por la sumatoria de tensiones extremas, nos reunimos con Rober en un McDonalds (casi el único local abierto a esas tardías horas de las 5 y media de la tarde), donde nos recuperamos con unos batidos frutales. Luego, a causa de la fantasmal actividad de la ciudad, encaramos para nuestro fiel supermercado Countdown, con la intención de continuar apreciando la inagotable variedad de productos ofrecidos, y de paso completar un poco los insumos para realizar una nueva picada nocturna. De regreso en el hotel, Colette me convenció (ya comenté que tengo el sí fácil) de salir a realizar un regenerativo trote bordeando nuestro vecino lago (en el cual vimos más beneficiarios del plan Yates para todos), lo cual luego le agradecí con creces dado que, además de obrar maravillas en mis estresadísimos nervios, nos permitió apreciar un increíble atardecer en las montañas, con el sol reflejando su anaranjada luz sobre la superficie del agua. A la vuelta también aprovechamos la rara oportunidad de aliviar nuestros cansados pies en las cálidas aguas de una burbujeante pileta natural que alimentaba al río a escasos metros del hotel.
El día concluyo obviamente con una duchita y la ingestión de
la mencionada picada, a la cual añadimos exóticos productos (con respecto a los
que venimos ingiriendo), como tomates, ciruelas y peras.
Hasta mañana.
PD1: Si alguno pregunta donde está llevado al extremo el
sentido del tacto, más tacto que no haber ido a protestar por la no tocada de
agua (con el consiguiente riesgo de la respuesta: “ah, querés tocar el agua? Saltá
de nuevo que te aflojamos un poquito la soga…”) no se puede tener…
PD2: Gracias a todos por los comentarios, pero todavía no
podemos entender el por qué del furioso ensañamiento con nuestros queridos
amigos nelsonianos…
juampi!!!! me dio vertigo de solo mirar el videito, estabas medio nervioso antes del tirarte, q lastima q no pudiste tocar el agua,
ResponderEliminarbesos
meme
solo mire las fotos... todavia no lei nada...
ResponderEliminarque grande juampi! estás loco!!!!!!!!!!!!
Daniela
Te olvidaste de subir las fotos de la francesa en bolas.
ResponderEliminarAnónimo.
Te envidié por el Bungee Jumping,hace mil lo quiero hacer!eso sí, pudiste haber liberado tensiones gritando un poco no? pero un bueeeen grito jaja
ResponderEliminarMe reí con lo de la francesa,claramente no les importa nada! al q escribió q te olvidaste de subir las fotos de la francesa,seguro que le sacaste pero mas seguro es q las argentinas no tenemos nada que envidiarle.
Por ultimo, como pueden comer todo eso y dps irse a andar en lancha en un paseo del tipo montaña rusa acuatica??
Muy muy buenooooo!!!!! Buenísimooooooo!!!!
ResponderEliminarAhora, no se puede negar que estás cumpliendo al pie de la letra con las frases del viaje... Ya te dije antes, decí que allá no hay música boliguaya para que le saques lustre a la pista...
Y lo de los 5 sentidos fue muy Marcos Mundstock en cartas de color (... y me alejé de la choza para no incomodarlos... Eso es tacto...)
Besos, sigan disfrutandoooo!
María
Hola Juan Pablo: me encantaron todas tus aventuras del día 10 ........ tu adrenalina estuvo al 100%..... muy bueno el video y las fotos..... Un besote con mi deseo de que sigas disfrutando mucho del viaje.
ResponderEliminarHola Juanpi: No puedo creer lo "cagones" que son. Nosotros íbamos a la montaña rusa, el zamba y el martillo del ital park, como si nada y repetiamos la experiencia.- No se pudo ver en el video como quedaste en el barquito. Y no pongas excusas de que tenías los pies unidos.- Besos.Graciela.
ResponderEliminarsigo sorprendido y maravillado...(el video es sencillamente extraordinario).. sesguì
ResponderEliminarpelotudeando que yo me encargo del texapòn y demàs yerbas para poder vender
y por ende subsistir...JP por favor un comentario lindo de MINAS... mentì en el blog
que estuvìste en alguna partuza y manda fotos (truchas) de minas con vos...
de la muerte, del ridìculo y de tragarse la bala.. no se vuelve...
abrazos
Muchas gracias,Juan Pablo,por las notas......Interesantisimas para saber de Nueva Zelanda,de su gente ,su geografia.....y de rugby¡ Algunos terminos tecnologicos se me escapan.y me divierte ( ya estoy acostumbrado....¡) lo chispeante de algunos comentarios.Por otra parte,me alegra que puedas estar tan cercay vivir lo de Los Pumas.Saludos de todos nosotros y un abrazo.Alberto
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